La decisión más sabia: Irse pronto

Por Christopher A. Preble

Existen tres razones principales para terminar la ocupación militar estadounidense en Irak.

Primero, nuestra presencia militar debilita las fuerzas democráticas liberales en Irak. Puede ser injusto caracterizar al nuevo gobierno de Irak como una marioneta de Estados Unidos, pero ese sentimiento es generalizado. Será más difícil demostrar la legitimidad del gobierno si ésta es vista como dependiente de las fuerzas norteamericanas para su supervivencia.

Segundo, una presencia militar en Irak no es necesaria para proteger los intereses de seguridad estadounidenses y esa presencia es costosa. La administración Bush espera disimular estos costos – entre $3 y $4 mil millones de dólares mensuales- hasta después de la elección de Noviembre. Mientras tanto, se arriesga con socavar la fuerza y credibilidad de nuestras fuerzas armadas al desplegarlas en pequeños grupos. Estos costos se medirán en un reclutamiento y tasas de retención reducidos. Y adicionalmente está el incalculable costo de los muertos y de los heridos.

Finalmente, la ocupación militar de Irak no es simplemente innecesaria y costosa. Es contraproducente en la lucha contra los terroristas que imponen la más grande amenaza para nosotros: al-Qaeda y sus grupos afiliados.

Al retirarse de Irak, Estados Unidos estaría transmitiéndole al mundo, en particular a las poblaciones árabes y musulmanas, que Estados Unidos no tiene planes para tomar control del petróleo del Medio Oriente o de suprimir las aspiraciones pacíficas de la población de la región. La retirada socavaría la credibilidad de la propaganda anti-estadounidense que caracteriza la ocupación como un vehículo para la dominación norteamericana en la región. En otras palabras, Estados Unidos debería salir de Irak porque eso es precisamente lo que los iraquíes quieren y lo que los terroristas temen.

Al mismo tiempo, la administración Bush debe comunicarle al pueblo del Irak: “Nos hemos retirado militarmente de su país, pero eso no significa que ignoraremos lo que hagan. No refugien a al-Qaeda o a otros grupos terroristas anti-estadounidenses o volveremos.”

El mensaje sería incluso más simple y escalofriante para al-Qaeda y los de su clase: “Ahora venimos por ustedes. Nuestra habilidad para encontrarlos y destruirlos –donde sea que estén- se ha incrementado por la eliminación de nuestra costosa y onerosa ocupación en Irak.”

Una salida ordenada de las fuerzas estadounidenses puede ser promocionada por lo que es: una victoria para Estados Unidos e Irak, la conclusión lógica para una acción que removió a un brutal dictador.

Por lo tanto, la administración Bush debería comprometerse a un plan formal para la retirada militar que sacaría todas las fuerzas estadounidenses del país después de un año de la entrega de soberanía política: 1ro. de Julio de 2005.

Traducido por Javier L. Garay Vargas para Cato Institute.