¿Tratados de libre comercio o herramientas de gobierno global?

Simon Lester indica que "Los acuerdos comerciales ya no consisten solamente de aranceles y leyes y regulaciones proteccionistas. Ahora también comprenden una amplia gama de políticas domésticas, incluyendo la protección de propiedad intelectual, normas laborales y regulaciones ambientales. Los tratados de libre comercio de hoy impactan la regulación doméstica —como la seguridad de los alimentos, el control del tabaco y los servicios financieros, entre otros— y lo hacen de manera importante".

Por Simon Lester

Durante las últimas semanas la agenda comercial de EE.UU. se ha topado con serios obstáculos. Mientras que las negociaciones con nuestros socios comerciales en el Pacífico y Europa continúan, los prospectos de lograr que los acuerdos comerciales completados sean aprobados por el congreso durante cualquier momento cercano son sombríos.

La mayor parte de los expertos creen que la aprobación no sucederá sin que el congreso primero conceda la Autoridad de Promoción del Comercio, mediante la cual el congreso le da al presidente una guía de qué deberían contener estos acuerdos y también promete un voto positivo o negativo para el texto final negociado previamente. Pero en el senado, Harry Reid ha anunciado su oposición a conceder dicha autoridad; y en el congreso, Nancy Pelosi también se ha mostrado contraria a esto. El nuevo titular del Comité de Finanzas en el Senado, Ron Wyden, tiene un récord relativamente bueno en el área del comercio, pero aparentemente quiere darse tiempo para consultar a sus colegas antes de avanzar. En la rama ejecutiva, el presidente Obama si mencionó brevemente la agenda comercial en su discurso del Estado de la Unión, pero no ha presionado mucho para convencer a otros dentro de su partido. Claramente, los demócratas no ven al comercio como una cuestión que les podría acarrear beneficios a ellos.

Por el lado republicano, los conservadores suelen ser más proclives a favorecer el comercio libre, y John Boehner ha hecho un llamado al presidente para que este haga más al respecto. Pero hay algunos de su lado que tienen preocupaciones vagas acerca de la soberanía o que no están dispuestos a trabajar juntos con el presidente Obama en cualquier cosa, lo que reduce el respaldo republicano.

Como resultado de todo esto, es cada vez más probable que ninguna acción doméstica se dará en cuanto a cuestiones comerciales hasta después de las elecciones de la mitad del período.

Pero aquí hay más que política. También hay razones de políticas públicas en la lucha para que los acuerdos comerciales transiten el proceso doméstico. Los acuerdos comerciales ya no consisten solamente de aranceles y leyes y regulaciones proteccionistas. Ahora también comprenden una amplia gama de políticas domésticas, incluyendo la protección de propiedad intelectual, normas laborales y regulaciones ambientales. Los tratados de libre comercio de hoy impactan la regulación doméstica —como la seguridad de los alimentos, el control del tabaco y los servicios financieros, entre otros— y lo hacen de manera importante.

Estos asuntos inicialmente fueron incluidos en los acuerdos comerciales para lograr conseguir nuevos partidarios. Eso puede haber funcionado en un principio. Sin embargo, estas adiciones a la agenda comercial también dieron a otros razones para oponerse. Por cada persona que se convenció al agregar un asunto, otra persona ahora está determinada a oponerse a la agenda comercial. Las normas de propiedad intelectual logran el respaldo de la industria afectada, pero ofenden a muchos grupos de consumidores; las nuevas normas laborales confortan a los social-demócratas, pero enfurecen a los grupos conservadores que se preocupan acerca de la soberanía. Mientras que una agenda expandida puede haber ayudado en un principio, ahora puede estar siendo contraproducente.

Para tener una mejor idea de estos nuevos temas, consideremos uno en mayor detalle. Como parte de las negociaciones para el comercio en el Pacífico (Acuerdo de Asociación Transpacífico o TPP por sus siglas en inglés), hay una controversia acerca de la práctica de cercenar las aletas de los tiburones, mediante la cual los tiburones son abandonados a morir luego de que se les cortan sus aletas (las aletas son utilizadas para preparar sopa de aletas de tiburón).

A los ambientalistas les preocupa que el último borrador del texto del TPP no contenga un compromiso vinculante para desalentar esta práctica. El Sierra Club se ha quejado de que “hemos estado haciendo un llamado a la prohibición del cercenamiento de las aletas de los tiburones, lo que debería estar en este capítulo”, pero “todo lo que logramos insertar en el texto fue una sugerencia de que los países deberían formular planes de administración de pesca que podrían incluir, como sea adecuado, medidas para abordar el cercenamiento de las aletas de los tiburones”.

Sin duda, el trato de los animales como parte del proceso de producción de alimentos es un asunto importante, y debería haber un debate público y vigoroso al respecto, tanto en foros nacionales como internacionales. Sin embargo, tratar de encajar estos asuntos en los tratados comerciales podría ser un error. Es cierto que las aletas de los tiburones son comercializadas a nivel internacional, lo que implica que hay una relación con el comercio. Pero prácticamente todos los productos son comercializados a nivel internacional, entonces si ese es el criterio para incluir algo en los tratados comerciales, entonces toda la regulación de productos podría convertirse parte de las negociaciones comerciales. Según este razonamiento, los acuerdos comerciales podrían detallar específicamente regulaciones para los empaques de los cigarrillos, los exámenes que evalúan la seguridad de los autos y el plomo en los juguetes, entre otras cosas, que los gobiernos nacionales tendrían que respetar. Esto cambiaría fundamentalmente la naturaleza de los acuerdos comerciales.

Con todo esto en mente, la pregunta para los partidarios del libre comercio es la siguiente: si queremos abrir los mercados en el ambiente político actual, ¿adónde nos dirigimos en el futuro con los tratados comerciales? ¿Continuamos con lo que podría denominarse el modelo de “gobierno global”, donde ítems nuevos son continuamente agregados a la agenda y los acuerdos comerciales desempeñan la función de instrumentos regulatorios? O, ¿damos un paso atrás y nos enfocamos en la esencia del libre comercio? Reducir los aranceles e identificar leyes y regulaciones proteccionistas no es necesariamente glamuroso, pero en términos de mejorar tanto la economía y las relaciones internacionales, funciona relativamente bien. Al reducir la mayor parte de las porciones más controversiales, podríamos facilitar considerablemente que estos transiten exitosamente el proceso político doméstico.

Esto no es para sugerir que la propiedad intelectual, las normas laborales y otras políticas no sean importantes. Pero, ¿pueden los acuerdos comerciales en realidad gobernarlo todo? Hay otras organizaciones internacionales, algunas de las cuales ya abordan estos asuntos. Podría ser que establecer una agenda comercial más sencilla sería una mejor forma de lograr cosas importantes en lo que concierne al comercio y que estos otros asuntos sean abordados de manera efectiva en otros foros.

El establishment comercial continúa presionando por utilizar la misma estrategia que ha venido usando exitosamente en el pasado reciente. Pero si el progreso sigue siendo elusivo, podría valer la pena reconsiderar el modelo actual.

Este artículo fue publicado originalmente en The National Interest (EE.UU.) el 18 de febrero de 2014.