Venezuela confirma lo que Hayek decía sobre los controles cambiarios
Steve H. Hanke indica que "el presidente Nicolás Maduro no es el primer autócrata en imponer controles cambiarios, y no será el último en imponer estas políticas confiscatorias. De hecho, la historia de los controles cambiarios puede rastrearse hasta Platón, el padre del estatismo".
Por Steve H. Hanke
Las aerolíneas extranjeras han empezado a restringir las ventas de pasajes en Venezuela. Conforme el valor de los bolívares fuertes empieza a evaporarse, y dados los controles cambiarios vigentes, las aerolíneas temen que los fondos que tienen en Caracas también desaparecerán. Al restringir la venta de pasajes, las aerolíneas limitarán la cantidad de dinero nuevo que está atrapado detrás del muro de controles cambiarios impuesto por el gobierno.
Por supuesto, el presidente Nicolás Maduro no es el primer autócrata en imponer controles cambiarios, y no será el último en imponer estas políticas confiscatorias. De hecho, la historia de los controles cambiarios puede rastrearse hasta Platón, el padre del estatismo. Inspirado en Lycurgus de Esparta, Platón sostenía la idea de una moneda inconvertible como un medio para preservar la autonomía del estado frente a la interferencia extranjera.
De manera que la tentación de recurrir a los controles cambiarios frente a las disrupciones causadas por los flujos de dinero caliente difícilmente es algo nuevo. El Zar Nicolás II fue el primero en estrenar las limitaciones a la convertibilidad en tiempos modernos, ordenando al Banco Estatal de Rusia introducir, en 1905-06, una versión limitada del control cambiario para desalentar las compras especulativas de divisas. El banco lo hizo negándose a vender divisas, excepto cuando se podía demostrar que estas se requerían para comprar bienes importados. En otros casos, las divisas estaban limitadas a 50.000 marcos alemanes por persona. La justificación del Zar a favor de los controles cambiarios era que así se limitarían los flujos de dinero caliente, para de esta manera poder sostener las reservas y el tipo de cambio. Mientras las cosas cambian más, más se mantienen iguales.
Esto me recuerda la obra clásica de 1944 del Premio Nobel Friedrich Hayek, El camino a la servidumbre. Muchos pensaron que el profesor Hayek le hizo un flaco favor a su argumento porque fue radical. Pero esto no tiene sentido. Solamente considere la cobertura del Wall Street Journal desde Caracas acerca de las verdaderas preocupaciones de las aerolíneas extranjeras que tienen fondos atrapados en Venezuela. Luego tenga en cuenta el revelador análisis presente en El camino a la servidumbre:
El grado de control sobre todos los aspectos de la vida que el control económico confiere nunca es mejor ilustrado que en el ámbito del tipo de cambio. Nada parecería a primera vista afectar la vida privada menos que el control estatal de las transacciones con divisas extranjeras, y la mayoría de las personas recibirán su introducción con total indiferencia. Aún así la experiencia de la mayoría de los países continentales ha enseñado a personas cautelosas a considerar esta medida como el avance decisivo en el camino hacia el totalitarismo y la supresión de la libertad individual. Es, de hecho, la entrega total del individuo a la tiranía del estado, la supresión final de todos los medios de escape —no solamente para los ricos sino para todos.
El mensaje de Hayek acerca de la convertibilidad lamentablemente ha sido ignorado, o considerado como muy extremo. Los controles cambiarios no son nada más que las jaulas dentro de las cuales los gobiernos pueden expropiar la propiedad de sus sujetos. Los mercados abiertos de tipo de cambio y de capitales, de hecho, protegen al individuo de expoliaciones, porque los gobiernos deben enfrentarse a la posibilidad de una fuga de capitales.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 17 de febrero de 2014.