Estado de Derecho

Por Tibor R. Machan

Los liberales y libertarios, especialmente aquellos que admiran la obra del famoso economista F. A. Hayek, insisten que la sociedad libre requiere el estado de derecho. Otros, críticos de esa tradición política, responden que las leyes guían a casi todas las sociedades, inclusive a dictaduras, razón por la cual la ley no tiene relación alguna con la libertad.

La íntima relación entre las sociedades libres y el estado de derecho es que sólo las leyes que pueden ser aplicadas universalmente y uniformemente en la sociedad son aquellas pocas cuyo objetivo es mantenernos libres. Las otras, aunque también llamadas leyes, son en realidad decretos y edictos de los gobernantes, no leyes legítimas, que son aplicadas selectivamente y no de igual manera a todos nosotros.

Esto se fundamenta, en parte, en la teoría de la ley natural y el papel de las leyes en el mundo natural. Las leyes del movimiento se aplican a todo lo que se mueve; las leyes de la fotosíntesis se aplican a todo lo que es sometido a ese proceso orgánico y químico, etc.

La diferencia es que las leyes naturales aplicadas a los seres humanos no se aplican automáticamente sino que sirven de guías en la selección de acciones e instituciones exitosas. Esto se debe a que los humanos disfrutamos de libre albedrío y podemos tratar de evitar leyes que debiéramos respetar para vivir mejor y correctamente como seres humanos. Pero estas siguen siendo leyes, sólo que son leyes morales, éticas o políticas y no biológicas ni químicas ni físicas.

Además de ese aspecto de las leyes que guían la conducta humana y regulan la acción voluntaria, esas leyes tienen que aplicarse universalmente y no sólo a algunos, según las peculiaridades o preferencias de los gobernantes o de aquellos que vivirán bajo tales leyes.

Pero en realidad, hay pocas leyes que se aplican a todos nosotros y esas son principalmente las que se ocupan de proteger nuestros derechos básicos. El estado de derecho entonces existe donde esas leyes se hacen cumplir, es decir, donde el gobierno se limita a sustentarlas. Esa es la conexión del estado de derecho y la sociedad libre.

Por ejemplo, nadie debe asesinar, robar, secuestrar o asaltar a otra persona. Esos son principios universales de la conducta humana. Usando la terminología de Kant, son categóricamente verdaderas guiando la interacción humana, todo el tiempo y en cualquier sitio. Sin embargo, que los cinturones de seguridad en los automóviles deban ser siempre utilizados no es una verdad universal. O que 30 por ciento de nuestros ingresos deban ir a manos de las autoridades tampoco es un concepto universal ni verdadero.

Entonces, cuando tales decretos y edictos son promulgados y añadidos a las leyes no forman parte de las leyes genuinas y legítimas. Son leyes falsas y serán ampliamente resistidas por aquellos que así lo ven y consideran que no se aplica a ellos. Tales edictos violan el principio del estado de derecho.

El resultado de la proliferación de pseudo leyes es que las leyes genuinas que realmente deben respetarse por todos tienden a perder credibilidad ante una inflación de leyes. Cuando el orden legal le da un tratamiento similar a la prohibición de las drogas que a las violaciones y asesinatos (llamándolas a ambas “leyes”) es de esperarse que la gente pierda el respeto a las leyes, pensando que son simples convenciones que aquellos hoy en el poder nos imponen, en lugar de algo que en realidad se debe cumplir hoy y siempre.

La gran virtud de la idea liberal o libertaria de la ley es que preserva su significado coherente y hasta reverencial del concepto de la “ley” y no lo diluye, ensuciando su reputación y socavando su obligatoriedad.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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