Chile: Los obispos contra la Iglesia
Axel Kaiser asevera que "existe una vasta tradición liberal en el seno mismo de la iglesia católica que entendió, tanto el funcionamiento y utilidad del mercado libre para el bienestar social, como su necesaria compatibilidad con la moral cristiana".
Por Axel Kaiser
Usted lo leyó. Según la última carta pastoral dada a conocer por la Conferencia Episcopal de Chile, la excesiva libertad del mercado está corrompiendo nuestra sociedad. Como Marx y Engels, los obispos sienten que todo lo sólido se desvanece en el aire, que ya nada es sagrado. La solución que proponen es conocida: menos libertad y más Estado.
Lo más preocupante de la posición de los obispos no es su irresponsable desprecio por la realidad. Lo peor no es que les sean totalmente irrelevantes hechos como que en los países con mayor libertad económica en el mundo el ingreso de los más pobres sea en promedio diez veces mayor al de los pobres en los países con menor libertad económica. Tampoco es tan terrible su sospechosa impermeabilidad frente a la evidencia histórica que muestra una y otra vez el fracaso de la fórmula estatista. Peor que ambas cosas es la total ignorancia que los obispos muestran sobre la tradición de la propia iglesia que representan. Pues si conocieran la historia intelectual católica, los obispos chilenos sabrían que hombres de su fe fueron los primeros en entender el rol constructivo y dignificador de las fuerzas del mercado.
Ya los pensadores de la escolástica tardía proveyeron la justificación moral y económica para la propiedad privada y el libre mercado. Mucho antes que Milton Friedman y Friedrich von Hayek, Domingo de Soto, Juan de Mariana y Tomas de Mercado, entre otros, atacarían la propiedad colectiva afirmando que esta no permitía la creación de riqueza al impedir la persecución del interés individual. La misma tradición escolástica haría una defensa decidida del Estado limitado. “Después de reducir todo gasto superfluo, el príncipe debe imponer "impuestos moderados" escribió el teólogo de Mariana en su obra Del rey y la institución real. Al mismo tenor, Pedro Navarrete advertía que aquel que “impone impuestos altos a la producción se comporta como el agricultor que cosecha el grano junto con la raíz” (1619). Más aun, Navarrete agregaría que los burócratas “con su gasto excesivo conducen a la pobreza” mientras el mercado permite la creación de riqueza.
Adicionalmente, los escolásticos defendieron el libre comercio por reducir los costos de producción y favorecer la subsistencia de la república. Como los liberales clásicos, estos católicos consideraron además que la única objeción moral a una relación de intercambio en el mercado podía ser el hecho de que esta no haya sido voluntaria o libre de fraude. Como consecuencia, la desigualdad en la distribución de riqueza, si tenía su origen en actos de transacción libres e informados, no era moralmente reprochable. Esto porque, como planteara el fraile Francisco García en su Tratado Utilísimo dos siglos antes que Adam Smith, en las relaciones de mercado todas las partes se benefician.
En cuanto a los salarios, escolásticos como Luis de Molina fueron consistentes con la teoría de precios libre rechazando que este debiera ser fijado de acuerdo a las necesidades del trabajador o cualquier otro criterio que no sea el libre acuerdo de las partes (1614). Incluso más, para el fraile de Soto “si el trabajador ha aceptado voluntariamente un salario por su trabajo, este debe ser justo” (1557). El mismo de Soto añadiría que si un trabajador no quería servir a cambio de cierto salario tenía la libertad de buscar otro trabajo.
En cuanto al lucro, San Bernardino de Sienna no solo defendió su moralidad sino la imposibilidad de fijarle un límite legal. La razón, explicaría el santo, es que está en la naturaleza de un negocio ganar o perder (1591). Antonio de Escobar y Mendoza sintetizó el principio de legitimidad del lucro en los siguientes términos: “nadie está obligado a restituir ganancias que fueron obtenidas sin fraude, mentiras o extorsión” (1662).
En suma, existe una vasta tradición liberal en el seno mismo de la iglesia católica que entendió, tanto el funcionamiento y utilidad del mercado libre para el bienestar social, como su necesaria compatibilidad con la moral cristiana. Por el bien del país y de la misma iglesia católica, sería bueno que nuestros obispos y sus feligreses estatistas la revisaran.
Este artículo fue publicado originalmente en El Mercurio (Chile) el 16 de octubre de 2012.