El libre comercio nos beneficia a todos
Por Marian L. Tupy
Las discusiones sobre liberalización del comercio en Hong Kong terminaron con el acuerdo de dar mayor acceso a las exportaciones de países pobres en los mercados de las naciones ricas. Pero, mal aconsejados por organismos no gubernamentales, los países pobres desaprovecharon una excelente oportunidad de mejorar su situación, abriendo sus mercados a la competencia extranjera.
Por tal razón, los beneficios de la liberalización del comercio serán muy limitados y bien vale la pena aclarar las ventajas del libre comercio, ya que los países más abiertos al comercio tienden a ser mucho más prósperos que los países proteccionistas.
La gente ha estado intercambiando desde la antigüedad. Como los economistas James Gwartney y Richard Stroup explican en su libro “Lo que todos deben saber sobre economía y prosperidad” (“What Everyone Should Know about Economics and Prosperity”), la motivación al comercio se puede resumir con la frase “si haces algo bueno para mí, yo haré algo bueno para ti”.
El intercambio voluntario es ventajoso no solamente para quienes lo llevan a cabo, sino para el mundo entero, por tres razones:
1. El comercio internacional mejora la eficiencia en la utilización de recursos. Un vaso de agua puede ser de poco valor para alguien que vive junto a un río, pero no tiene precio para quien cruza el Sahara. El comercio aporta bienes y servicios a quienes le asignan mayor valor.
2. El intercambio comercial permite la especialización en aquellos productos y servicios que cada cual hace mejor. A esto lo llaman los economistas la ley de ventajas comparativas. Cuando la gente fabrica bienes en los que gozan de ventajas comparativas, como los alemanes haciendo cerveza y los franceses vino, tales productos aumentan en cantidad y calidad.
3. El comercio permite que los consumidores se beneficien de métodos de producción más eficientes. Por ejemplo, sin la existencia de un amplio mercado no es posible la producción masiva. Costos de producción más bajos conducen a bienes y servicios más baratos, lo cual mejora el nivel de vida.
Las naciones más abiertas al comercio son más prósperas que las más proteccionistas. El economista Arvind Panagariya escribió en su ensayo “Milagros y debacles” que “en cuanto a la pobreza, hay abrumadora evidencia que la apertura comercial es un amigo más confiable de los pobres que el proteccionismo. Muy pocos países han logrado crecer velozmente sin una rápida expansión simultánea de su comercio exterior. A su vez, el rápido crecimiento casi siempre reduce la pobreza”.
Según el “Informe de Libertad Económica en el Mundo” que mide la libertad económica de 123 países, el ingreso per cápita en la quinta parte del total de países que mantienen mayores barreras al comercio fue de apenas 1.183 dólares en el año 2002, mientras que el ingreso per cápita en la quinta parte de los países con mayor libertad de comercio alcanzó 23.938 dólares.
Hay que repetirles estas estadísticas a aquellos que exigen la liberalización por parte de los países ricos, pero quieren “proteger” las economías de los países pobres.
Debido al proteccionismo, los productores nacionales cuentan con mercados cautivos y no ven la necesidad de mejorar y abaratar sus productos. Por eso abundan los productos y servicios de mala calidad en el mundo en desarrollo. ¿Acaso es eso lo que buscan las ONG que insisten que los países pobres mantengan sus barreras a las importaciones?
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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