Arte y mercado corruptor
Carlos Rodríguez Braun dice que la idea de que el artista no solo debe tener como único objetivo la creación artística sino que además no debe aspirar a ganar mucho dinero, puede que consuele a algunos, pero nunca ha sido verdad.
Leí hace un tiempo en El País una entrevista de Sergio Fanjul con el galerista mexicano Hilario Galguera, quien, consultado sobre si España debe pedir perdón a México por la Conquista, respondió con brillante contundencia: "Me parece una estulticia. Si digo que es una ocurrencia de un niño de primaria, sería como insultar a los niños. ¿Tienen que pedir los sapiens perdón a los neandertales? ¿Roma a Grecia?".
Después de un comienzo tan esperanzador, sin embargo, don Hilario incurrió en el topicazo del mercado perverso: "El galerista es el intermediario entre el creador y el público. Lamentablemente, en los últimos años este concepto se ha corrompido por el empuje del mercado. O hablamos de arte, o hablamos de mercado. Son dos cosas totalmente diferentes". Según el señor Galguera, no se trata simplemente de que el mercado tenga más peso, sino que lo abarca todo: "Y eso ha corrompido no solo la producción artística, sino a los propios artistas. Hay artistas que mientras toman el café por la mañana ya están revisando el catálogo de los Bentleys. No estoy en contra del dinero, todos lo necesitamos, pero el objetivo final debe ser la producción del arte".
La idea de que el arte no solo debe ser el objetivo final del artista, sino que no puede tener otros al mismo tiempo, y sobre todo no puede aspirar a ganar mucho dinero, puede que consuele a los biempensantes, pero tiene un pequeño problema: nunca ha sido verdad. En efecto, los artistas son muy capaces de declamar con la máxima solemnidad y soberbia su independencia del vil metal y el sucio comercio, pero les interesan las cosas del comer como a cualquier hijo de vecino (me ocupé del asunto hace muchos años a propósito de "Pricing the priceless", el libro de William Grampp: "Auri sacra fames", Claves de Razón Práctica, Nº 22, 1992, pág. 69).
También cabe apuntar otro matiz sobre el malvado mercado corruptor, aunque no fue tratado por el señor Galguera. Con frecuencia sucede que los chamanes del mundo de la cultura le hacen ascos al dinero, pero solo cuando es privado. En cambio, las subvenciones y demás prebendas que pagan a la fuerza las trabajadoras con sus impuestos, ese dinero les parece virtuoso. Porque, como cualquiera sabe, lo que corrompe es el mercado, es decir, la libertad.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 11 de octubre de 2023.