Una pésima idea

Macario Schettino estima que los mexicanos le han transferido a Pemex 1,5 billones de pesos mexicanos en los últimos cuatro años.

Por Macario Schettino

En 2022, el petróleo mexicano se pudo colocar en el mercado, en promedio, en poco más de 89 dólares por barril. No había tenido un precio similar desde hace 10 años. Entre 2011 y 2013 se vendía en alrededor de 100 dólares, pero después vino una época de bajos precios que sólo se interrumpió por la invasión rusa a Ucrania.

En 2011-2013, Pemex producía 2,5 millones de barriles diarios, y ahora apenas alcanza 1,8 millones, considerando 200 mil barriles diarios de condensados, que sigo sin saber en qué se utilizan o a qué precio se venden. Con ese nivel de producción, los resultados de Pemex serían negativos, si no fuese porque el gobierno decidió reducir los derechos que le cobra a la empresa. Gracias a eso, Pemex publica una mínima utilidad para el año que terminó.

Esto significa que las pérdidas existen, pero no las paga Pemex, sino usted, a través de impuestos. De hecho, deberían ser mucho más elevadas, si no fuese porque Hacienda le traslada a Pemex un dinero adicional para compensar el IEPS que no se paga. Pemex lo registra en el rubro “otros”, que, de acuerdo con el seguimiento presupuestal, alcanzó 400 mil millones de pesos en 2022. Casi en su totalidad, dinero que sale de las arcas públicas para llenar las de la empresa, momentáneamente, porque ésta los incinera en sus operaciones de refinación, que pierden desde hace décadas. No he podido hacer la cuenta con el detalle necesario, pero a primera vista, parece que le hemos transferido a Pemex 750 mil millones de pesos por concepto de “otros”, y le hemos dejado de cobrar una cantidad similar por la reducción de los derechos a hidrocarburos.

En suma, le hemos transferido a Pemex 1,5 billones de pesos en estos cuatro años. Además, el patrimonio de Pemex ha pasado de -1,4 a -1,8 billones de pesos en ese mismo periodo. Redondeando, las pérdidas de la empresa representan 500 mil millones de pesos por año, sea que se paguen en transferencias a Pemex, derechos no cobrados o mayor deuda. Con ese dinero alcanza para pagar los presupuestos casi completos de las secretarías de Educación y Salud, o todas las becas y pensiones con las que el Presidente compra votos, como él mismo ha reconocido. Pero si estas becas al menos ayudan un poco a adultos mayores o estudiantes, el dinero tirado en Pemex no sirve absolutamente para nada.

Aunque la Comisión Federal de Electricidad no llega a esos niveles, la destrucción de valor que ha sufrido durante este gobierno es espectacular. En esta administración ha caído 20%, en términos reales. En los 25 años previos crecía 4% anual; en estos cuatro cae -5% cada año. Pero mientras Pemex ha tenido dificultades desde antes: refinación desde fines del siglo 20, producción desde 2004, CFE no tenía problemas, al contrario. Las reformas habían permitido a CFE concentrarse en transmisión y comercialización, y mantener la generación en niveles eficientes. Ahora ya no. Ahora pierde dinero por todas partes, mientras obstaculiza la inversión de privados que podrían generar, y abandona su obligación principal: garantizar transmisión.

Aunque la decisión de cancelar la construcción del aeropuerto provocó una caída importante de la inversión, que se ha calculado en una pérdida de un billón de pesos, la pésima idea de tener una política energética “nacionalista” nos ha costado ya cerca del triple, como puede usted ver. Las pérdidas continuarán mientras las políticas no se cambien, pero pueden ser aún mayores si finalmente se instala el panel arbitral del T-MEC.

No es muy difícil darle la vuelta a esta tragedia. Bastaría con respetar la Constitución, pero desafortunadamente eso es lo último que haría López Obrador. En este tema, y en cualquier otro.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 1 de marzo de 2023.