El declive en la densidad de los sindicatos no debería preocuparnos

Daniel Griswold dice que el declive de la proporción de trabajadores del sector privado que pertenecen a sindicatos ha caído constantemente, sin importar cual haya sido el partido del presidente en la Casa Blanca.

Por Daniel T. Griswold

Los organizadores sindicales han ido ganando algunas batallas para organizar a los trabajadores de cafeterías y almacenes de distribución, pero siguen perdiendo la guerra sobre la importancia relativa de los sindicatos en el mercado laboral del sector privado.

Esta semana, la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. (BLS, por sus siglas en inglés) informó de que la proporción de trabajadores del sector privado que pertenecen a sindicatos, la llamada "densidad sindical", cayó a otro mínimo de posguerra del 6,0% en 2022. El número de trabajadores sindicados en el sector privado creció el año pasado, pero no lo suficiente como para seguir el ritmo del crecimiento general del empleo en el sector privado.

El descenso de la afiliación sindical no se debe principalmente a los empresarios "rompesindicatos" o a los republicanos favorables a las empresas, sino a la naturaleza cambiante de la economía estadounidense. En las últimas décadas, los mercados de productos y servicios han tendido a ser más competitivos, tanto por la mayor apertura al comercio y la inversión mundiales como por el mayor dinamismo interno estimulado por la desregulación del transporte por carretera, la energía y otros sectores. Para seguir siendo competitivas, las empresas nacionales han tendido a emigrar a estados más favorables a las empresas y con "derecho al trabajo", sobre todo en el sudeste.

El gráfico 1 muestra los datos del BLS sobre la densidad sindical en el sector privado desde 1983. Un patrón sorprendente es que el declive ha sido imparable, y en realidad se remonta al pico de sindicalización de principios de los años cincuenta. El declive comenzó mucho antes de que EE.UU. firmara acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o la Ronda Uruguay que creó la Organización Mundial del Comercio, o de la aparición de China como exportador mundial. Y el declive ha persistido tanto si los republicanos como los demócratas controlaban el poder ejecutivo y organismos como el Consejo Nacional de Relaciones Laborales.

La mejor noticia para los defensores de los sindicatos es que el ritmo de descenso de la densidad se ha ralentizado. Con los republicanos Reagan y Bush I (1983-1992), la tasa de afiliación sindical en el sector privado disminuyó en promedio un 4,1% anual. Con Clinton (1993-2000) su descenso anual promedio fue del 3,0 por ciento, y tanto con Bush II (2001-2008) como con Obama (2009-2016), el descenso promedio anual fue del 2,1 por ciento.

Irónicamente, durante la administración Trump (2017-2020), el declive anual se ralentizó hasta un mínimo del 0,4 por ciento, mientras que bajo los dos primeros años de la administración Biden (2021-2022), la tasa de declive se ha acelerado de nuevo hasta el 2,4 por ciento. Los líderes sindicales que apuestan su éxito futuro a la elección de políticos favorables a los sindicatos para los altos cargos probablemente seguirán decepcionados.

A largo plazo, los sindicatos del sector privado son cómplices de su propio declive. Como expliqué en un artículo para el número de invierno de 2010 de The Cato Journal, titulado "Los sindicatos, el proteccionismo y la competitividad en EE.UU.":

El peso de la evidencia indica que, para la mayoría de las empresas en la mayoría de los sectores, la sindicalización hace que las empresas sean menos capaces de competir con éxito. El principal problema es que los sindicatos hacen que la remuneración aumente más rápidamente que la productividad, erosionando los beneficios y reduciendo al mismo tiempo la capacidad de las empresas para seguir siendo competitivas en precios. El resultado a lo largo del tiempo es que las empresas sindicadas han tendido a perder cuota de mercado en favor de las empresas no sindicadas, tanto en los mercados nacionales como en los internacionales.

El último descenso de la densidad sindical en el sector privado no es el resultado de una política pública antisindical, sino de una economía privada más abierta y competitiva, y eso no es algo que deba preocuparnos.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 20 de enero de 2023.