¿Por qué Paul Ehrlich es tan difícil de ignorar?

Marian L. Tupy dice que el éxito y popularidad de Paul Ehrlich se debe en no poca medida a que los humanos han evolucionado para priorizar las malas noticias.

Por Marian L. Tupy

Las memorias de Paul Ehrlich, Life: A Journey through Science and Politics, se publicó este mes. Probablemente no venderá tantas copias como The Population Bomb (1968). Pero tampoco fracasará –y debería. El señor Ehrlich, de 90 años, a quien los medios tratan con una deferencia obsequiosa –vea el reciente segmento vergonzoso en “60 Minutos” de CBS –nuevamente se beneficiará del consumo capitalista que se ha pasado denunciando toda una vida. 

El Sr. Ehrlich es un proveedor de “pornografía fatal” en un momento en que el mundo nunca ha sido más próspero. Los países desarrollados son asombrosamente ricos, e incluso en los países en desarrollo la proporción de la población en pobreza absoluta se ha reducido a un solo digito. El señor Ehrlich en 1968 predijo una hambruna masiva; en cambio, la obesidad está aumentando, incluso en África. Entonces, ¿por qué la gente no lo ignora? La ignorancia no es excusa cuando llevamos la totalidad del conocimiento humano en el bolsillo.

La respuesta es que los humanos han evolucionado para priorizar las malas noticias. “Los organismos que tratan las amenazas como más urgentes que las oportunidades”, escribió el psicólogo del comportamiento ganador del Premio Nobel Daniel Kahneman, “tienen más posibilidades de sobrevivir y reproducirse”.

Como explican Peter H. Diamandis y Steven Kotler en Abundance: The Future Is Better Than You Think, nuestros cerebros tienen un ancho de banda limitado y necesitan concentrarse cuando surge una amenaza. La mayor parte de la información se filtra primero a través de la amígdala, una parte del cerebro que es “responsable de las emociones primarias como la ira, el odio y el miedo”, escriben Diamandis y Kotler. “La amígdala siempre está buscando algo que temer”.

Ese es un impulso muy poderoso que puede engañar incluso a los observadores más desapasionados y racionales. Un estudio realizado por Marc Trussler y Stuart Soroka encontró que incluso cuando las personas dicen expresamente que están interesadas en más buenas noticias, los experimentos de seguimiento ocular muestran que, de hecho, están mucho más interesadas en las malas noticias. 

Ehrlich construyó una carrera complaciendo estas inclinaciones, comenzando con The Population Bomb. En 1970 dijo que “si yo fuera un apostador, aceptaría incluso dinero de que Inglaterra no existirá en el año 2000”. Eso llamó la atención de Julian Simon, economista de la Universidad de Maryland, quien una década más tarde desafió a Ehrlich a una apuesta.

Estaba estructurada como un contrato de futuros de productos básicos. Simon acordó vender a Ehrlich, cromo, cobre, níquel, estaño y tungsteno por el valor de $200 cada uno en 1990 con precios de 1980. La apuesta valdría la pena para Ehrlich si los metales se volvieran más escasos y, por lo tanto, más costosos. En la fecha de liquidación, el precio total había disminuido de $1000 a $423,93. El señor Ehrlich le envió a Simon un cheque por el saldo, $576,07.

Mientras emitía un pronóstico fallido tras otro, el señor Ehrlich ganó una serie de prestigiosos premios. Cuando la Fundación MacArthur le otorgó una “beca para genios” en 1990, Simon bromeó: “¡MacArthur! ¡Ni siquiera puedo conseguir un McDonald’s!”

¿Qué dicen las memorias de Ehrlich sobre la apuesta? El libro no ha salido, pero su índice ya está disponible en Amazon. El nombre de Simon no aparece.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 12 de enero de 2023.