La economía china se frena
Juan Ramón Rallo sostiene que aún así haya superado las expectativas, el crecimiento de 3,9% en términos interanuales de China es señal de un cambio de tendencia en su trayectoria de crecimiento a largo plazo y de una crisis coyuntural por el pinchazo de su burbuja inmobiliaria.
Por Juan Ramón Rallo
El crecimiento económico chino durante el tercer trimestre de 2022 –convenientemente retrasado para que no eclipsara la entronización de Xi Jiping como nuevo emperador del país– batió las expectativas de los analistas –creció un 3,9% en términos interanuales frente al 3,4% esperado–, pero no nos engañemos: se trata de un mal dato. Ahora mismo, incluso la posibilidad de alcanzar un crecimiento del 5,5%, aquél pronosticado por el gobierno chino para el conjunto de este ejercicio, se antoja complicada. Y eso que el 5,5% supondría uno de los crecimientos más lentos del país durante las últimas décadas.
¿Qué está pasando en China? Probablemente se estén entremezclando dos fenómenos: un cambio de tendencia en su trayectoria de crecimiento a largo plazo y una crisis coyuntural por el pinchazo de su burbuja inmobiliaria. Conforme las economías se van desarrollando, van perdiendo su capacidad continuar seguir creciendo a altas tasas: el crecimiento alto se debe inicialmente al traslado de factores productivos desde la agricultura a la industria (la segunda es mucho más productiva que la primera) y a la incorporación de tecnología extranjera. Pero, claro, cuando un país ya ha trasladado a gran parte de su población a la industria (o incluso ya ha alcanzado su pico industrial y comienza a desindustrializarse) y se ubica cerca de la frontera tecnológica global, la única forma de crecer es con incrementos internos de la productividad, y eso ya no es tan sencillo ni tan rápido.
China ha cebado durante mucho tiempo una burbuja inmobiliaria interna como forma de mantener un crecimiento artificialmente alto: hasta la crisis del Covid les funcionó –mantuvieron ritmos superiores al 7%– pero, tras la caída de Evergrande y del resto de sus promotores inmobiliarios, lo que en su momento constituyó un dopaje transitorio se ha convertido en un lastre doloroso que empeora los ya de por sí malos datos del cambio tendencial de crecimiento. La única gran duda es si, conforme China se frene más, acabará “rompiéndose” algo más dentro de su economía real o de su economía financiera. No existen muchos casos, por no decir ninguno, de un país que haya pasado de crecer el 7%-10% a hacerlo al 3% sin que haya atravesado una crisis de identidad propia.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 25 de octubre de 2022.