En memoria del doctor Patrick Michaels
Terence Kealy destaca el trabajo de Patrick J. Michaels (1950 - 2022), quien fundó y dirigió el Centro para el Estudio de la Ciencia en el Instituto Cato.
Por Terence Kealey
El elogio propio no es un elogio, y el elogio de amigos, familiares, colegas y aliados siempre debe verse con escepticismo. ¿Pero elogios de los oponentes? Ahora eso sí que es un elogio.
Pat Michaels murió el 15 de julio de 2022, y desde entonces han aparecido obituarios en esos dos bastiones de la doctrina convencional del cambio climático, E&E News (Environmental and Energy News) y el Washington Post. Ambos enfatizaron lo buen hombre que era. E&E News citó al destacado científico del clima James Hansen describiendo a Pat como un “buen hombre con quien tomar una cerveza”, mientras que el Post citó a Michael Mann, otro destacado científico del clima, diciendo: “Tenía desacuerdos vehementes con Pat… pero siempre lo consideré un colega amigable”.
Pat es generalmente reconocido como el investigador que, más que cualquier otro, puso en duda la historia alarmista del calentamiento global. En palabras de E&E News:
“Cuando [George H. W.] Bush fue elegido en 1988, la política climática era un tema bipartidista. … Durante su campaña, Bush dijo que abordar el cambio climático sería una prioridad [pero] Michaels y otros críticos de la ciencia del clima desempeñaron un papel fundamental en alejar a los republicanos de la política climática y llevarlos al escepticismo y la negación absoluta … La breve era de la política climática bipartidista había terminado– con la ayuda de Michaels”.
¡Vaya qué impacto atribuido a un solo pensador crítico!
Patrick Michaels nació en 1950 de Joseph y Cecelia Michaels en Berwyn, Illinois. Fue educado en biología y ecología vegetal en la Universidad de Chicago, y recibió su doctorado en Climatología Ecológica de la Universidad de Wisconsin en Madison. Después, Pat trabajó durante 30 años como profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Virginia, sirviendo simultáneamente como climatólogo del estado de Virginia. Durante su carrera académica, Pat fue elegido presidente de la Asociación Estadounidense de Climatólogos Estatales, escribió nueve libros y publicó una sucesión de artículos en revistas históricas, incluidas Science, Nature y Geophysical Research Letters.
En 2004, se facilitó una gran perspectiva de la forma de pensar de Pat cuando él y sus compañeros de trabajo (incluido su colega de mucho tiempo Chip Knappenberger) recibieron el premio Climate Paper of the Year de la Asociación de Geógrafos Estadounidenses por un estudio que publicaron en el International Journal of Biometeorology donde demostraron que, a lo largo de los años, habían muerto menos personas en las sucesivas olas de calor porque las poblaciones habían aprendido a adaptarse.
Pat, en resumen, no negó que el globo se estuviera calentando. De hecho, hizo un proselitismo del término “tibio” (“lukewarming”), un concepto que amplió en su libro de 2016 del mismo nombre. Pero argumentó que se perpetraría menos daño a la economía y, por lo tanto, a la felicidad humana, si aprendiéramos a adaptarnos al calor en lugar de intentar descarbonizarnos. También argumentó que los modelos climáticos convencionales exageraban el calentamiento que podíamos anticipar. Además, argumentó que el calentamiento global afectaba más a las latitudes más altas que a las ecuatoriales, por lo que el efecto sería benigno en muchos sentidos. Y finalmente, argumentó que niveles más altos de CO2 estimularían el crecimiento de las plantas y, por lo tanto, ayudarían tanto a la agricultura como a la ecologización del planeta.
Estos puntos de vista fueron controvertidos, por lo que, en busca de una mayor libertad de expresión, Pat finalmente dejó la Universidad de Virginia para unirse a Cato, donde –con la ayuda de Joe Verruni– creó y dirigió el Centro para el Estudio de la Ciencia. En el Centro, Pat buscó extender su mandato a toda la ciencia: un liberal de toda la vida, Pat vio su campo de la ciencia del clima como parte de un ecosistema más grande en el que la financiación del gobierno conduce a incentivos perversos y, por lo tanto, a investigaciones y resultados sesgados; Pat podía ver lo que la financiación monopólica estaba haciendo a la ciencia del clima, y temía que le estuviera haciendo lo mismo a la ciencia en general. Entonces, el Centro reclutó a varios académicos para hacer una crónica de los incentivos perversos en campos como la nutrición, la radiación, las drogas y más –lo que eventualmente llevó a la compilación del último libro de Pat (coeditado conmigo), Scientocracy. Como ha demostrado la llamada “crisis de la reproducibilidad”, la “cientocracia” que describió Pat es perfectamente capaz de impedir los avances científicos.
Pat fue, en resumen, su propio pensador, y nunca tuvo miedo de burlarse de la sabiduría convencional. Pero el problema para sus oponentes es que sus argumentos siempre fueron cuidadosamente fundados. Entonces, en su obituario, E&E News se quejó de que Pat seleccionaba los datos a su conveniencia, pero Pat era un buen filósofo de la ciencia y sabía que solo se necesita un cisne negro para refutar la afirmación de que todos los cisnes son blancos: Pat sabía que los científicos son demasiado inclinados a la verificación y demasiado poco inclinado a falsificar. Pat, además, era un buen historiador de la ciencia y sabía que demasiadas creencias pasadas habían sido finalmente desacreditadas: por ejemplo, la creencia en la eugenesia fue durante las décadas antes de 1945 simplemente el consenso científico convencional.
Patrick emigró últimamente a nuestros amigos en el Competitive Enterprise Institute, y también estuvo asociado con CO2 Coalition, pero nunca dejó de trabajar. Para él el trabajo era una misión: sintió la urgencia de acertar en nuestras respuestas al cambio climático, y se sintió satisfecho con su tarea.
Patrick deja atrás a su esposa Rachel, su exesposa Erika y sus dos hijos Erika y Rob, y es bueno dejar constancia de que amaba desmesuradamente a su familia y a su perro salchicha Anthony: era feliz en casa. Pero Pat también deja atrás una reputación como científico que siempre antepone los datos a las ilusiones: eso es más raro de lo que debería ser.
Publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 22 de julio de 2022.