Perjuicios del subsidio para los semiconductores

Clark Packard considera que la política industrial del siglo 21 para la alta tecnología todavía es la simple y llana política industrial.

Por Clark Packard

Durante las próximas semanas, el Congreso podría aprobar una ley haciendo que lluevan subsidios masivos sobre la industria de semiconductores. El supuesto propósito del plan es inducir a las empresas a producir más semiconductores a nivel doméstico con miras a superar a China como proveedor. Mi colega en Cato, Scott Lincicome, señaló que la política, no la economía, es el factor que que impulsa este esquema de beneficios para corporaciones. Mientras tanto, Bryan Riley del National Taxpayers Union resaltó los enormes costos asociados con esta ley. El American Action Forum ha señalado que el sector privado ya está trabajando para abordar la escasez global de chips —anunciando más de $830.000 millones de inversiones privadas durante la próxima década. En gran medida ausente del actual debate es el potencial importante de futuras fricciones comerciales conforme los países intentan proteger sus industrias domésticas de semiconductores de las importaciones subsidiadas de la competencia.

Los subsidios bajo consideración —subvenciones y créditos tributarios para la producción doméstica— son ejemplos clásicos de subsidios específicos bajo definiciones aceptadas a nivel global: “contribuciones financieras” por parte de un “estado” o una “entidad estatal” confiriendo “beneficios” a los recipientes. De hecho, el Acuerdo acerca de Subsidios y Medidas Compensatorias (SCM, por sus siglas en inglés) de la Organización Mundial del Comercio (OMC) menciona de manera explícita las subvenciones en el Artículo1.1 (a)(1)(i) y los créditos tributarios en el Artículo 1.1 (a)(1)(ii) como subsidios que distorsionan el comercio.

De igual forma, EE.UU. ya es un exportador importante de semiconductores. Como Bryan Riley señaló, en 2021, EE.UU. exportó cerca de $11.000 millones de semiconductores a China; $4.000 millones a Taiwán; $3.000 millones a Corea del Sur y $2.000 millones a Alemania. Mientras tanto, según la Asociación de la Industria de Semiconductores, EE.UU. concentraba un 47% del mercado global de chips en 2020. Corea tenía un 20%; Taiwán un 7% y China un 5%. Con la excepción de China, estas otras naciones son importantes aliados de EE.UU. En otras palabras, los formuladores de políticas en EE.UU. van a subsidiar fuertemente a la industria doméstica de semiconductores —probablemente conduciendo a una abundancia de chips— y luego los productos subsidiados serán exportados a las naciones estrechamente aliadas que producen de manera importante semiconductores —muchas de estas siendo los mismos países con los que EE.UU. debería estarse asociando para ejercer presión sobre Beijing para que mejore sus estándares de comercio e inversiones internacionales.

Dada la importancia estratégica concedida a la producción de semiconductores por parte de los políticos alrededor del mundo, los subsidios estadounidenses están listos para librar una larga batalla comercial con aliados antiguos. Incluso los observadores no comerciales probablemente están familiarizados con la batalla desde hace décadas entre EE.UU. y Canadá en torno a la madera blanda y con la disputa entre EE.UU. y la Unión Europea en torno a los subsidios para Boeing y Airbus. Los subsidios para los semiconductores tiene el potencial de que esas peleas parezcan algo pintoresco.

En pocas palabras, hay mejores maneras de fomentar la industria de semiconductores que los subsidios cuantiosos, las cuales Scott Lincicome recientemente expuso en un post en el blog de Cato, incluyendo expandir la inmigración, mejorar el tratamiento fiscal de las inversiones de capital, eliminar los aranceles existentes, buscar más acuerdos comerciales, y reformar las leyes de control de exportaciones. La política industrial del siglo 21 para la alta tecnología todavía es la simple y llana política industrial, que tiene una historia ignominiosa. Los subsidios para los semiconductores que están siendo considerados son costosos, crearán incentivos para que las empresas busquen capturar rentas, distorsiona los flujos comerciales y genera fricciones entre aliados. Los políticos pueden proponer algo mejor.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 25 de julio de 2022.