Centros de Progreso, Parte 28: Nueva York (finanzas)

Chelsea Follett destaca la importancia de Nueva York como la capital global de las inversiones.

Por Chelsea Follett

Hoy presentamos la vigésima octava entrega de la serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde ocurre el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Esta serie de artículos brindará una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de grandes avances en la cultura, economía, política, tecnología, etc.

Mientras muchas grandes ciudades quedaron en ruinas después de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Nueva York asumió una nueva prominencia mundial e incluso superó la posición central de Londres en los mercados financieros internacionales. Pronto se convirtió en el hogar del mercado de valores más grande y prestigioso del mundo en Wall Street y cambió para siempre las finanzas. Wall Street a menudo se considera tanto un símbolo como un centro geográfico del capitalismo

Hoy, la ciudad de Nueva York es la ciudad más poblada de EE.UU., con más de 8 millones de personas. El área metropolitana de Nueva York, con más de 20 millones de personas, se encuentra entre las megaciudades más pobladas del mundo.

En la psique estadounidense, Nueva York representa una oportunidad. Ellis Island fue la puerta de entrada histórica a través de la cual muchos inmigrantes llegaron al país durante los siglos XIX y XX, y Nueva York sigue siendo un destino popular para los inmigrantes en EE.UU. De hecho, puede ser la ciudad más “lingüísticamente diversa” del mundo, con cientos de idiomas hablados dentro de sus límites. 

Nueva York también es el lugar donde los estadounidenses ambiciosos de todas las tendencias tradicionalmente van para hacerse un nombre en industrias tan diversas como la escritura, el teatro, el comercio, la moda, los medios de comunicación, la banca de inversión y más. Aquellos que “lo logran” a menudo se quedan. Nueva York es el hogar de más residentes multimillonarios que cualquier otra ciudad. Los apodos de la metrópolis incluyen “la ciudad que nunca duerme”, “la gran manzana”, “Gotham”, “la capital del mundo” (popularizada por el autor de Charlotte's Web, E.B. White), “la ciudad más grande del mundo” y, en la región circundante, simplemente “la ciudad”. 

Es difícil exagerar la importancia cultural y económica de Nueva York. La ciudad es un lugar turístico popular, hogar de la icónica Estatua de la Libertad, el imponente Empire State Building, el famoso distrito de teatros de Broadway y el bullicioso Times Square, que es el sitio del famoso lanzamiento de la bola de Año Nuevo. Como tal, Nueva York ha sido llamada la ciudad “más fotografiada” del mundo. Se ha estimado que si el área metropolitana de Nueva York fuera un país, contaría con la octava economía más grande del mundo (un rango que actualmente ocupa Italia). La ciudad también es un centro de investigación, hogar de más de cien facultades y universidades, incluidas la Universidad de Nueva York, la Universidad de Columbia y la Universidad Rockefeller. 

Quizás la geografía de la ciudad la destinaba a ser un centro de comercio. Ubicada en uno de los puertos naturales más grandes del mundo, el sitio donde ahora se encuentra Nueva York era un lugar lógico para el asentamiento humano. Originalmente, el área estaba habitada por el pueblo Lenape y otras tribus nativas americanas. Utilizaron los cursos de agua naturales para pescar, comerciar y fomentar la guerra con las tribus cercanas. El primer europeo en visitar el sitio fue un italiano, Giovanni da Verrazzano, que estaba explorando la región al servicio de los franceses en 1524. Llamó al área Nueva Angulema, en honor al rey francés Francisco I (conocido como Francisco de Angulema antes de asumir el trono francés) y luego partió.

Luego, en 1609, llegó el explorador inglés Henry Hudson (por eso se llama así la Bahía de Hudson). También se fue pronto, pero no sin antes notar la gran población local de castores. Las pieles de castor eran un bien valioso. La noticia del descubrimiento de Hudson se difundió rápidamente e inspiró a los holandeses a fundar varios puestos de comercio de pieles en la zona a principios del siglo XVII. Esos incluyeron un asentamiento de 1624 en lo que ahora es Manhattan, iniciado por la Dutch West India Company. Para 1626, los holandeses habían construido el Fuerte Ámsterdam, que serviría como núcleo de la ciudad hasta la demolición del fuerte en 1790. La ciudad recibió el nombre apropiado de Nueva Ámsterdam y sirvió como la capital de las colonias holandesas locales llamadas colectivamente Nueva Holanda. Hasta el día de hoy, varios nombres de lugares locales mantienen orígenes holandeses, incluidos Harlem y Brooklyn (llamado así por Breukelen). 

La Segunda Guerra Anglo-Holandesa (1665–1667), a pesar de terminar con una victoria holandesa, resultó en que los británicos obtuvieran el control de la ciudad como parte de un tratado. A cambio, los británicos cedieron a los holandeses lo que ahora es Surinam, así como Run, una pequeña isla productora de nuez moscada, en lo que hoy es Indonesia. En ese momento, parecía que los holandeses habían obtenido un trato mucho mejor que los británicos, la nuez moscada era extremadamente valiosa y el complejo de islas que incluye a Run era famoso en Europa, mientras que Nueva Ámsterdam era un puesto de avanzada relativamente oscuro. “Pocos habrían creído que un pequeño pueblo comercial en la isla de Manhattan estaba destinado a convertirse en la metrópolis moderna de Nueva York”, según el historiador australiano Ian Burnet

Después del intercambio, Nueva Ámsterdam pasó a llamarse Nueva York en honor a James, hermano del rey inglés Carlos. James tenía el título de Duque de York, y fue el almirante que dirigió la campaña para conquistar la ciudad durante la guerra. La ciudad creció rápidamente. Para 1700, Nueva York tenía una población de casi 5.000 personas. En el momento de la independencia de EE.UU. en 1776, la población de Nueva York era de unos 25.000 habitantes. En 1800, la ciudad de Nueva York tenía aproximadamente 60.000 habitantes. Impulsado por la inmigración, tenía más de 3 millones en 1900.

La ciudad de Nueva York adquirió su importancia central en el período de posguerra. Los alemanes nunca actuaron sobre los planes para bombardear Nueva York, considerando que la operación era demasiado costosa. Por lo tanto, debido a la amplitud protectora del Océano Atlántico, Nueva York salió de la segunda Guerra Mundial no solo ilesa, sino próspera y lista para dominar los negocios y la cultura global. 

A fines de la década de 1940, Nueva York se había convertido en el centro de fabricación más grande del mundo, con 40.000 fábricas, un millón de trabajadores de fábrica y el puerto más activo del mundo, que manejaba 150 millones de toneladas de mercancías transportadas por agua al año. De repente, Nueva York se convirtió en la ciudad elegida por muchas de las principales corporaciones que tenían negocios a nivel internacional, incluidas Standard Oil, General Electric e IBM. El apodo “ciudad sede” se agregó a la colección de apodos de la metrópolis. Incluso las Naciones Unidas recién formadas tenían su sede en Nueva York (construida entre 1947 y 1952). “La Nueva York [de] hace 40 años era una ciudad estadounidense”, recordaba el escritor británico J.B. Priestley en 1947, “pero la resplandeciente Cosmópolis de hoy pertenece al mundo, si es que el mundo no le pertenece a ella”. 

La ciudad heredó el papel de París como centro del arte y la moda del mundo. Nueva York fue un refugio para artistas extranjeros que huían de una Europa azotada por la guerra, como el pintor holandés Piet Mondrian (1872–1944), y un invernadero de creatividad que cultivó a artistas estadounidenses innovadores como Jackson Pollock (1912–1956). La influencia musical de la ciudad también se expandió rápidamente, desde las influyentes interpretaciones de música clásica de la Filarmónica de Nueva York en el Carnegie Hall hasta el bebop, la nueva forma de música pionera en los clubes nocturnos de Harlem que conquistaría al mundo. 

Sobre todo, la ciudad estuvo en el centro de la globalización de la posguerra. La escritora británica Beverly Nichols describió el estado de la megalópolis en 1948:

“Estaba la sensación de Nueva York como una gran ciudad internacional a la que habían llegado todos los confines del mundo. Londres solía ser así, pero de alguna manera uno lo había olvidado, hacía tanto tiempo que los Hispanos e Isottas [coches de lujo de España e Italia, respectivamente] se deslizaban por Piccadilly, tantos eones desde que la fruta tropical brillaba en las ventanas de la calle Bond. Viniendo de ese Londres a EE.UU., en los viejos tiempos, Nueva York parecía simplemente estadounidense; no típico del continente, tal vez, sino estadounidense ante todo. Ahora era el centro del mundo”. 

Oportunamente, la recién internacionalizada Nueva York asumió el papel de la capital financiera mundial y el sitio de las dos bolsas de valores más grandes del mundo: la Bolsa de Valores de Nueva York y, posteriormente, la Asociación Nacional de Cotizaciones Automatizadas de Distribuidores de Valores (NASDAQ).

Desde sus humildes orígenes en 1792, cuando 24 corredores firmaron el Acuerdo de Buttonwood, estableciendo así una operación de negociación de valores en la ciudad, la Bolsa de Valores de Nueva York ha prosperado frente a la adversidad. La Guerra Civil de EE.UU. (1861–1865) ayudó a que el distrito financiero se expandiera al impulsar una mayor negociación de valores y la bolsa de valores se trasladó a su ubicación actual en 11 Wall Street en 1865. Pero fue la Segunda Guerra Mundial la que permitió que la bolsa de valores ganara una prominencia mundial sin precedentes. 

Las tarjetas de crédito también se encontraban entre las innovaciones financieras de Nueva York durante la posguerra. En 1946, un banquero llamado John Biggins pensó en crear tarjetas de crédito que pudieran usarse en varias tiendas del vecindario de Brooklyn en Nueva York. Los comerciantes podían depositar los comprobantes de venta en el Flatbush National Bank de Biggins, que luego facturaba a los titulares de las tarjetas. 

En 1989, se erigió una icónica estatua de bronce conocida como el Toro de Carga o Toro de Wall Street en el distrito financiero de Manhattan para representar el capitalismo y la prosperidad (Un juego con el término “bull market” que denota tendencias positivas del mercado).

Como símbolo del capitalismo, Wall Street se convirtió en el objetivo del movimiento de protesta anticapitalista “Occupy Wall Street” en 2011. Los manifestantes estaban preocupados por la desigualdad económica y temían que la prosperidad creada por el sistema de mercado no fuera ampliamente compartida. En realidad, los tipos como Gordon Gekko no son los únicos beneficiarios de los mercados financieros. Wall Street juega un papel invaluable en todo, desde facilitar la jubilación de los estadounidenses comunes a través de sus 401k hasta financiar innovaciones prometedoras, lo que en última instancia expande el pastel económico y eleva el nivel de vida. Como dijo mi ex-colega y abogada de valores Thaya Brook Knight:

“En esencia, esto es lo que hace Wall Street: se asegura de que las empresas que hacen cosas útiles obtengan el dinero que necesitan para seguir haciendo esas cosas. ¿Te gusta tu teléfono inteligente? ¿Te hace la vida más fácil? La compañía que fabricó ese teléfono obtuvo el dinero para desarrollar el producto y llevarlo a la tienda donde lo compraste con la ayuda de Wall Street. Cuando una empresa quiere expandirse, fabricar un nuevo producto o mejorar sus productos antiguos, necesita dinero y, a menudo, obtiene ese dinero vendiendo acciones o bonos. Eso ayuda a esas empresas, ampliamente a la economía y a los consumidores en general”. 

La ciudad de Nueva York sigue siendo el principal centro financiero del mundo y el corazón de la industria financiera de EE.UU., hasta el punto de que “Wall Street” se ha convertido en la abreviatura del capitalismo financiero en sí. Si bien muchos todavía consideran a Wall Street el centro financiero del mundo, las nuevas tecnologías han permitido que la inversión se descentralice cada vez más. Hoy en día, cualquiera puede comprar y vender acciones usando un teléfono inteligente mientras disfruta de la comodidad del hogar, y los foros de Internet con nombres como “Wall Street Bets” pueden literalmente competir con los comerciantes ubicados en Wall Street. Aun así, cualquiera que comparta los beneficios económicos del sector financiero debería agradecer a la Ciudad de Nueva York por llevar la banca a nuevas alturas. Es por esto que, Nueva York es apropiadamente nuestro vigésimo octavo Centro de Progreso.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 13 de mayo de 2022.