Ómicron viene: ¿podemos vivir con esta variante?
Ryan Bourne y Jeffrey A. Singer dicen que la variante ómicron del COVID-19 indica que este es un virus endémico y que las políticas públicas deben adaptarse a esa realidad.
Por Jeffrey A. Singer y Ryan Bourne
EE.UU. está a punto de ser azotado por una gigantesca ola de infecciones debido a la variante ómicron del COVID-19. Aunque no queda claro si ómicron es naturalmente menos severa que, por ejemplo, la variante delta, los datos de casos sudafricanos y británicos muestran qué tan rápido se esparce, evadiendo significativamente la vacunación y con reportes anecdóticos y generalizados de recaídas con COVID-19.
Los casos diarios registrados en el Reino Unido, por ejemplo, han aumentado rápidamente a su nivel más alto durante la pandemia, a pesar de que no se están contando las recaídas como casos nuevos. Estos números subestiman considerablemente las verdaderas infecciones diarias, esto debido a que no todos aquellos infectados se realizan pruebas y por ende no son procesados como casos.
En la segunda semana de diciembre el ministro de salud británico dijo que el gobierno allí creía que las nuevas infecciones de omicron estaban dándose a una velocidad de 200.000 por día (equivalente a casi un millón de infecciones al día para una población del tamaño de EE.UU.). Las cosas están empeorando: las infecciones específicas de omicron se están duplicando en Londres cada 1,5 días. Un epidemiólogo cree que Inglaterra está a cinco días de que se supere la capacidad máxima de los laboratorios que procesan las pruebas, haciendo que tales cálculos sean imposibles.
Desde ya, hay bolsillos de casos de COVID-19 que suben rápidamente en EE.UU. que sugieren que ómicron está despegando aquí junto a las infecciones de la variante delta. Los casos nuevos confirmados de COVID-19 alrededor de Nueva Inglaterra están disparándose. La Universidad de Cornell vio su número de casos explotar durante la última semana pesar de que su población está vacunada en un 97 por ciento. Según quienes están en el lugar de los hechos, la gran mayoría de estos son casos leves, con fiebre y dolor de cabeza. Esta semana la Liga Nacional de Football (NFL), que obliga a que los jugadores se vacunen (94,6 por ciento lo han hecho), la Liga Nacional de Hockey (NHL) (todos menos 4 jugadores se han vacunado), y la Liga Nacional de Basketball (99 por ciento vacunados) todos reportaron que números importantes de jugadores estaban obteniendo resultados positivos, aumentando la posibilidad de juegos cancelados. Nuevamente, la mayoría de las infecciones fueron asintomáticas y el resto solo tenían síntomas leves. Pero estas son poblaciones muy jóvenes. La velocidad de contagio de esta variante será mucho más problemática una vez que llegue a los segmentos menos vacunados o más vulnerables y mayores de la población.
Con una transmisión así de rápida del virus, incluso si esta variante realmente es menos severa, se desarrollarán importantes problemas económicos y de salud. Conforme los casos aumentan, los estadounidenses participarán en menos actividades presenciales. Con más personas aislándose debido a una enfermedad, a resultados positivos en pruebas, o por haberse expuesto a aquellos que están infectados, algunos negocios cerrarán voluntariamente, como lo han hecho en el Reino Unido. Se cancelarán importantes eventos deportivos, las escuelas se verán perturbadas, y la escasez y retrasos se acumularán nuevamente.
Aunque los datos sugieren que los casos en Sudáfrica hasta ahora han llegado a su pico, conforme los doctores reportan de manera anecdótica que los síntomas son más leves y las estadías en hospitales más cortas entre los afectados, no queda claro qué tan transferible o duraderas resultarán estas lecciones. Sudáfrica tiene una población más joven, está en verano, y recientemente tuvo una importante ola de la variante delta que perjudicó particularmente a las poblaciones vulnerables. El consenso creciente parece ser que la variante ómicron podría, en el mejor de los casos, solo ser moderadamente más leve que las variantes anteriores. Las hospitalizaciones siempre llegan detrás de las infecciones, mucho más si el contagio de la variante se da primero entre las poblaciones más jóvenes. Algunos datos tempranos sugieren que ómicron aumenta la probabilidad de que alguien que haya sido vacunado dos veces e infectado requiera hospitalización por un factor de seis.
Si juntamos todo esto al mero número de casos de infecciones al que nos podríamos enfrentar aquí, esto probablemente podría derivar en una presión significativamente mayor sobre los hospitales estadounidenses, particularmente cuando el virus llegue a los bolsillos no vacunados de la sociedad. Dejando a un lado la muerte y el sufrimiento que esto producirá, los altos números de casos podrían perturbar la operación de las industrias “esenciales” debido a la escasez de trabajadores conforme las personas se aíslan.
¿Cuáles son las implicaciones para la política frente al COVID-19? Una vez que las infecciones empiecen a subir, hay un riesgo de que los gobernadores simplemente recurran a su viejo manual. Pero la experiencia del Reino Unido sugiere que los mandatos de usar mascarilla son poco más que una curita, debido a la facilidad con que se transmite la variante. La experiencia de Cornell, y aquella de las ligas deportivas profesionales, sugieren que el caso a favor de los pasaportes de vacuna nunca ha sido más débil. Además, el caso para obligar a las personas a vacunarse, que ya estaba montado sobre fundamentos ligeros por razones morales y prácticas, se vuelve cada vez más frágil. Mientras que la vacunación fortalecida con una tercera o segunda dosis siguen siendo la mejor defensa personal en contra de una infección grave o la muerte, la evidente capacidad de contagio de omicron entre los vacunados debilita el argumento comunitario para obligar a quienes titubean para vacunarse.
La ‘supresión’ al estilo de la primavera de 2020 con las ordenes de quedarse en casa, de cerrar los negocios no esenciales, y las escuelas es poco probable que sea eficaz, incluso en teoría. Considerando cuán fácilmente aparentemente se esparce esta variante, ‘aplanar la curva’ hoy simplemente llevará a un rebote de infecciones luego de la reapertura, incluso más que lo ha sucedido en el pasado. Los cierres prolongados sin un objetivo final para evitar esto crearía un daño social incalculable.
Los expertos de salud pública piensan que las dosis adicionales de vacunas mRNA funcionarán bien para proteger a la mayoría de las personas de una infección severa de ómicron. Eso, más un fenómeno llamado “el pecado original antagénico” o la huella inmunológica, hacen que el desarrollo de una vacuna específica para la variante ómicron sea actualmente innecesario y posiblemente inútil. No queda claro por lo tanto qué se lograría controlando esta ola con medidas de supresión para toda la sociedad. Con una creciente evidencia de reservorios animales de COVID-19, es absurdo imponer políticas que, durante los últimos dos años, asumían que el virus desaparecería una vez que casi todos estuviésemos vacunados. El virus es endémico. Las políticas públicas deben confrontar esa realidad.
Entonces, ¿qué se puede hacer? A nivel personal y de los negocios muchas personas han cambiado su comportamiento y lo harán para evitar una infección o esparcir el virus. Cerca de las fiestas, los individuos puede que empiecen a priorizar las reuniones sociales a las que asisten, para evitar que una infección en una reunión que implique no poder asistir a eventos más importantes después. Dadas las presiones sobre el sistema de salud, las personas puede que eviten los viajes innecesarios a los hospitales, o las actividades que podrían incrementar esa posibilidad, como los deportes extremos u otras actividades riesgosas.
En el ámbito de las políticas públicas, hay algunos frutos fáciles de cosechar. Las dosis adicionales de vacunas reducen el riesgo frente a la variante ómicron. Aún así al día de hoy solo 42,2 por ciento de los estadounidenses mayores de 50 han recibido tres dosis. La comunicación de salud pública debería urgir que la reciban más personas y reiterar los riesgos asociados con la no-vacunación, especialmente entre los mayores de edad y obesos. Donde sea posible, las vacunaciones deben ser administradas al aire libre o en espacios bien ventilados, para evitar que los sitios de vacunación se conviertan en inadvertidos focos de infección.
También debería haber más urgencia para proveer antivirales a la gente. La FDA debería aprobar inmediatamente la pastilla anti-COVID-19 de Pfizer, Paxlovid, y la molnupiravir de Merck, y considerar acuerdos de compra para asegurar una producción masiva.
Los antivirales eficaces son difíciles de desarrollar. Similar a los antibióticos que matan a las bacterias, los antivirales matan a los virus. La pastilla de Merck, si se toma temprano, reduce en un 30 por ciento de los casos al causar mutaciones letales en el virus que se replica. Fue enviada para recibir una aprobación de la FDA el 11 de octubre. El Reino Unido aprobó su uso el 4 de noviembre. Incluso después de que un panel de asesores recomendara su aprobación, los reguladores de la FDA todavía no han tomado una decisión. Paxlovid inhibe una encima que el virus necesita para replicarse dentro de la célula anfitriona. Su eficacia de 89 por ciento —en contra de la variante omicron también— está en pruebas clínicas; resultó tan eficaz que la prueba supervisada por la FDA fue interrumpida porque se volvió poco ético negarle la droga a los participantes en el brazo placebo. Pfizer pidió una aprobación el 20 de noviembre. Desde ese entonces hasta ahora, de parte de la FDA: “silencio”. Estando claramente establecido que las vacunas no proveen una protección de 100 por ciento y que el virus ómicron se esparce a una velocidad impresionante, la FDA debería moverse apresuradamente para lograr que estos asesinos de COVID lleguen a la población.
Para cuando ómicron se disemine ampliamente a lo largo de la población puede que no haga mucha diferencia, pero la FDA debería aprobar más pruebas rápidas para reducir su costo y ampliar su disponibilidad, con mejores explicaciones acerca de cómo utilizarlas en casa y en los ámbitos de negocios. Para aquellos que tienen síntomas muy leves, las pruebas en casa son una clara mejora frente a “ver cómo te sientes” o tomarse uno mismo la temperatura para evitar transmitírselo a otros. A aquellos en ocupaciones que requieren atender en persona al cliente y que se topan con grandes números de personas se les debería aconsejar utilizar pruebas rápidas de manera regular. Obviamente, aquellos que trabajan o viven entre personas vulnerables, particularmente el personal en los hogares de ancianos, deberían realizarse pruebas con frecuencia también.
Más allá de eso, hasta que tengamos mucha más confianza acerca de que esta variante sea mucho menos letal o a que tengamos antivirales ampliamente disponibles para los vulnerables, las poblaciones mayores, puede que valga la pena proveer consejos de que estos grupos consideren protegerse —esto es, el distanciamiento social— durante un periodo breve. Considerando lo fácil que se contagia esta variante, una ola marcada entre la población no vulnerable podría rápidamente mitigar los riesgos para estos grupos luego de que los infectados en las poblaciones menos vulnerables se hayan recuperado.
Este tipo de “protección focalizada” es obviamente muy difícil de lograr en los hospitales y tenía menos sentido en 2020 cuando las vacunas pronto estarían disponibles. Pero con el prospecto de una ola fuerte de cualquier manera y con las vacunas ya estando disponibles, la protección focalizada de aquellos que todavía son vulnerables tiene más sentido hoy. Los autores del plan de “protección focalizada” tenían razón de que se podía hacer más para proteger particularmente a los hogares de ancianos. La entrega de mascarillas N-95 y pruebas rápidas, así como también los fondos para facilitar los cuidados en casa o reducir el número de personal trabajando en múltiples hogares, todavía son ideas sensatas.
Finalmente, los gobernadores de los estados deberían evitar evitar usar leyes para prohibir medidas que los negocios podrían adoptar voluntariamente para mitigar el riesgo o para calmar a sus clientes. Conforme más información se vuelva disponibles acerca de esta variante, los empresarios, las empresas, y los hospitales experimentarán con nuevas formas de ajustarse al nuevo contexto. Lo pueden hacer de manera más eficaz si los político evitan inmiscuirse en su conducta.
En pocas palabras, las políticas y consejos anteriormente mencionados equivalen a encontrar nuevas formas de vivir con un virus adaptado. Vivir con el virus implica ser inteligente, actuar rápidamente frente a esta amenaza alterada, y tomar medidas sensatas para mitigar los riesgos que no tengan costos que obviamente exceden sus beneficios. Vivir con el virus no significa pretender que no hay una pandemia o que la variante ómicron no ha cambiado la situación. Vivir con el virus require redescubrir como buscar la libertad en un mundo lleno de riesgos siempre cambiantes.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 17 de diciembre de 2021.