¿Es una época terrorífica para los adolescentes? ¿Comparada con qué otra época?

David Boaz considera que crecer siempre ha involucrado retos, pero que una mirada corta y larga a la historia nos muestra que los retos de hoy no son mayores a aquellos del pasado.

Por David Boaz

Es un tiempo terrorífico para ser un adolescente, advierte el Washington Post. “51 por ciento de los adolescentes dijeron sentir que esta es una mala época para crecer . . . y 62 por ciento de los padres dijeron lo mismo”. ¿Por qué?

“Hay muchas razones por las que ambas generaciones podrían sentir que es un tiempo particularmente difícil para ser un joven en secundaria: la prevalencia de la violencia armada, la persistencia del racismo sistémico, el fantasma de la brutalidad policial, las presiones de las redes sociales, la volatilidad de la política contemporánea y, por supuesto, el stress duradero de la pandemia del coronavirus.  

Luego está la amenaza existencial del cambio climático, que sobresalía particularmente entre los padres y adolescentes entrevistados por el Washington Post”.

Washington Post article on teenagers

De acuerdo, hay algunas cosas malas aquí. Pero el artículo no parece siquiera mencionar una era pasada. Aún cuando claramente contiene el ángulo de que ahora “es una era difícil para los adolescentes . . . y una mala época para crecer . . . un tiempo particularmente difícil para ser un joven en secundaria”. Estoy tratando de pensar cuándo fue una mejor época para ser un adolescente. Consideremos algunas épocas pasadas. Dejaremos a un lado las decenas de miles de años antes de la Ilustración, el liberalismo, y el capitalismo, cuando la vida para la mayoría de las personas era difícil y corta, siempre vulnerables ante las hambrunas, enfermedades y accidentes. La reina Ana de Gran Bretaña e Irlanda (1665-1714) perdió 17 bebés —varios de ellos nacieron muertos, mientras que el niño que vivió más, William, murió en 1700 a los 11 años de edad. Edwarg Gibbon, nacido en 1737, tuvo seis hermanos, todos murieron en la infancia. Así que adelantémonos a tiempos más modernos.

Todos aprendemos en la escuela que la Revolución Industrial temprana involucró mucho trabajo infantil. El trabajo infantil se volvió visible en gran medida porque se mudó a las ciudades y fábricas en lugar de realizarse en haciendas y en pequeñas tiendas, herrerías y lugares similares.

Queda claro que la vida para los adolescentes afro-estadounidenses era mucho menos placentera en las eras de la esclavitud y las leyes Jim Crow que lo que es ahora. Luego pregúntele a cualquier individuo homosexual si preferirían crecer ahora que hace una o dos generaciones atrás.

Hasta tan tarde como 1940 menos de un 30 por ciento de los adultos blancos habían completado cuatro años de secundaria, así que presumiblemente muchos de ellos empezaron a trabajar antes de la edad en la que empiezan a trabajar los jóvenes ahora. Luego llegó la Gran Depresión

La Segunda Guerra Mundial fue un tiempo terrorífico para ser un adulto o un adolescente. Después de la guerra vinieron las preocupaciones acerca de la aniquilación nuclear. Puedo recordar tener nueve años durante la crisis de los misiles cubanos y escuchar que si estallase la guerra nuclear, deberíamos ir directamente a casa para estar con nuestras familias.

Los años de Vietnam tampoco fueron fáciles, con hermanos mayores y amigos siendo asesinados o heridos de gravedad, y con hombres jóvenes preguntándose si serían enviados a la guerra.

Consideremos la explicación del Washington Post de por qué hoy es un tiempo particularmente tenebroso [mis comentarios van entre corchetes]:

“Hay muchas razones por las que ambas generaciones [adolescentes y padres] podrían sentir que esta es una época particularmente difícil para ser un jóven en secundaria:

la prevalencia de violencia armada [la tasa de homicidio en EE.UU. aumentó desde la década de 1940 y ha caído significativamente desde ese entonces (a pesar de un alza el año pasado); a largo plazo, los homicidios se estiman que son mucho más bajos en el siglo pasado que en los dos siglos anteriores],

la persistencia del racismo sistémico [todavía presente, pero mucho menos que entre 1619-1964, y los ingresos de los negros han aumentado sustancialmente incluso desde la década de 1980],

el fantasma de la brutalidad policial [definitivamente un problema, pero desde las patrullas de esclavos hacia el cumplimiento de la Prohibición y Bull Connor y la policía de Nueva York y la Policía de Los Ángeles de los sesenta, no queda claro que el problema sea peor hoy],

las presiones de las redes sociales [el abuso en secundaria y las niñas malas datan desde hace mucho tiempo, pero las redes sociales probablemente lo intensifican],

la volatilidad de la política contemporánea [las décadas 1960 y 1970 presenciaron múltiples asesinatos, disturbios a gran escala y bombardeos]

y, por supuesto, el stress duradero de la pandemia del coronavirus [malo, pero mucho menos peligroso para los niños y adolescentes, y mucho menos aterrador para los padres, que la influenza de 1918 y el polio hasta la década de 1950].

Luego está la amenaza existencial del cambio climático, que sobresalió particularmente entre los entrevistados por el Washington Post [un riesgo a largo plazo, pero el miedo de guerra nuclear desde 1945 hasta la década de 1980 era más inmediata].

No pretendo menospreciar los retos que los adolescentes y sus padres sienten hoy. Pero mirando hacia atrás en la historia, tanto la reciente como aquella más antigua, nos recuerda que crecer —de hecho, simplemente mantenerse vivo hasta llegar a los 18 años— siempre ha involucrado retos. Además, no estoy convencido de que los retos de hoy son mayores que aquellos del pasado. El mismo hecho de que la mortalidad infantil y las muertes de adolescentes han caído dramáticamente es una mejora relativamente básica. De hecho, la presunción vaga de este artículo de un pasado mejor —sin cambio climático ni violencia armada— es muy similar a la visión color de rosa que tienen los conservadores de la década de 1950, antes del “declive moral”.

De hecho, diría que podría ayudar a los adolescentes comprender que —como lo expresó el subtítulo de un libro— estamos viviendo vidas más largas, sanas y cómodas en un planeta más limpio. Hemos logrado progreso tecnológico, médico y moral. Eso no significa que deberíamos dejar de empujar para lograr todavía más mejoras, pero si significa que deberíamos apreciar el progreso que hemos logrado y nuestra buena suerte de estar viviendo en esta época.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 21 de octubre de 2021.