Centros de Progreso, Parte 17: Paris (la Ilustración)
Chelsea Follett destaca la importancia de Paris como la base geográfica de la Ilustración Francesa.
Por Chelsea Follett
Hoy presentamos la edición No. 17 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Nuestra columna proveerá una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de importantes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.
Nuestro décimo séptimo Centro de Progreso es Paris, algunas veces llamada el “escenario central” o el “hogar” de la Ilustración. Los salones y cafeterías de Paris en el siglo 18 aportaron un lugar para las conversaciones intelectuales en las que los philosophes dieron nacimiento a la llamada Era de la Ilustración. La Ilustración era un movimiento que promovía los valores de la razón, el conocimiento basado en la evidencia, la exploración libre, la libertad individual, el humanismo, el gobierno limitado, y la separación de la iglesia y el estado. Mientras que una comunidad intelectual de larga distancia, conocida como la República de las Letras (Respublica literaria), fomentó la comunicación entre intelectuales a través de las fronteras y océanos, Paris sin embargo sirvió como un centro geográfico importante de la vida intelectual. Conforme Paris se convirtió en la capital global de la filosofía, conocida por sus intelectuales que cuestionaban las creencias tradicionales, se ganó el podo de “la Ciudad de la Luz” (“la Ville Lumière”). Es innegable que los pensadores de la ciudad y el mas amplio movimiento de la Ilustración alteraron la historia. Algunos académicos como el psicólogo de la Universidad de Harvard Steven Pinker le atribuyen a los valores de la Ilustración gran parte del progreso científico y moral que la humanidad ha logrado desde ese entonces.
Hoy, Paris sigue siendo la capital de Francia y su ciudad más poblada, con más de dos millones de residentes. La ciudad continúa sirviendo como un centro importante de diplomacia, comercio, alta moda, cocina, ciencias, y las artes, como lo ha hecho desde al menos el siglo 17. Paris es uno de los principales destinos turísticos del mundo, conocida por sus hitos arquitectónicos, museos, restaurantes, y su encantadora atmósfera. Por su reputación romántica, uno de los apodos de la ciudad es “la Ciudad del Amor”. Paris es por lo tanto un destino popular para realizar bodas y pasar la luna de miel. La mística que Paris sostiene sobre el imaginario público es difícil de describir, pero las palabras del físico teórico ganador del Premio Nobel Walter Kohn tal vez resumen de mejor forma el aspecto de la ciudad que nos concierne: “Paris de alguna forma se presta a las nuevas ideas conceptuales… Hay una cierta magia en esa ciudad”.
El sitio donde ahora se encuentra Paris ha sido habitado desde alrededor de 7600 AEC. Los museos de la ciudad contienen artefactos arqueológicos que datan desde la Edad de Piedra hasta el Imperio Romano, aunque esos no son periodos de la historia comúnmente asociados con Paris. Lo que empezó como un pequeño asentamiento a lo largo de los bancos del Río Sena, creció rápidamente en población e importancia política. Paris obtiene su nombre de una tribu celta de la Era de Hierro, los Parisii, quienes fortalecieron el área alrededor de 225 AEC. En 52 AEC, los romanos conquistaron el sitio y lo llamaron Lutetia Parisiorum, Pantano de los Parisii. Para el tercer siglo EC, las tribus germánicas locales retaron el gobierno romano de la ciudad. Para fines del quinto siglo EC, Paris cayó bajo el control total de los Francos, una confederación de tribus germánicas. En 508 EC, los Francos hicieron de Paris su capital. En 843 EC, el reino de Francia se dividió, con el Este de Francia convirtiéndose en el estado antecesor de Alemania y el Oeste de Francia convirtiéndose en la versión más temprano del Reino de Francia. Conforme la influencia política de Francia se expandía a lo largo de los siglos, Paris se volvió un importante centro económico y cultural.
En el siglo 18, el centro del debate intelectual de vanguardia se desplazó desde las universidades hacia las cafeterías y salones, donde los pensadores controversiales podían encontrar respaldo financiero. La adopción del café en Europa sustituyó el consumo continuo en el continente de alcohol, un depresivo, con cafeína, un estimulante, y las cafeterías se convirtieron centros de debate de política y filosofía. Las mujeres jugaron un papel importante, aunque desigual, en la Ilustración. Las mujeres ricas o bien conectadas conocidas como las salonnières —como Marie Thérèse Rodet Geoffrin (1699-1777), que algunas veces es llamada la inventora del salón de la Ilustración— fueron anfitrionas de las reuniones intelectuales exclusivas de la era. Incluso a las mujeres de clase alta en ese entonces se les negaba oportunidades educativas formales, pero los salones sirvieron como una manera socialmente aceptada de que las mujeres se involucren en la vida intelectual. Otras salonnières importantes incluyeron a Jeanne Julie Eléonore de Lespinasse (1732-1776) y Suzanne Necker (1739-1794), la esposa suiza del ministro de finanzas del Rey Luis XVI.
En los salones de la era de la Ilustración, los nobles y otros financistas ricos se mezclaban con artistas, escritores, y filósofos que buscaban el patrocinio y oportunidades para discutir y diseminar su trabajo. Las reuniones le dieron a filósofos controversiales, a los que se les hubiera negado la libertad intelectual de explorar sus ideas en la academia, la libertad para desarrollar agua críticas a las normas e instituciones existentes. Entre los pensadores influyentes parisinos y basados en Paris del periodo se encuentran el Barón de Montesquieu (1689-1755); François-Marie Arouet, mejor conocido por su nombre de pluma Voltaire (1694-1778); el expatriado ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778); y el escritor Denis Diderot (1713-1784).
Mientras que los salones eran famosos por las conversaciones sofisticadas y los debates intensos, fue la escritura de cartas lo que le dio a las ideas de los philosophes un amplio alcance. Una comunidad de intelectuales que abarcaba gran parte del mundo occidental —conocido como la República de las Letras— cada vez más se involucró en el intercambio de ideas que empezó en los salones de Paris. Por lo tanto, el movimiento de la Ilustración basado en Paris ayudó a estimular experimentos radicales de pensamiento similares en otras partes (como la Ilustración Escocesa que es el objeto de nuestro próximo Centro de Progreso).
Gracias en parte al financiamiento y la retroalimentación provista por los clientes de los salones, los philosophes de Paris pusieron muchas de sus ideas en papel. En 1748, Montesquieu publicó El espíritu de las leyes, obra que defendía la separación de los poderes del estado. Él sostenía que ninguna rama o parte del gobierno debería tener demasiado poder en relación a cualquier otra, lo cual en ese entonces fue una propuesta innovadora.
En 1751, Diderot ayudó a crear la Encyclopédie, entre las primeras enciclopedias modernas para propósitos generales. Durante más de 27 años, sirvió como su editor principal y ayudó a producir 28 volúmenes distintos de la Encyclopédie. Esta serie controversial de libros fue prohibida tanto por la Iglesia Católica como por el gobierno francés, así que él tuvo que esconderse para completar los últimos volúmenes. La producción de la Encyclopédie ha sido llamada el logro intelectual transcendental de la Ilustración Francesa.
En 1759, Voltaire publicó su obra más conocida, Candide, una novela sarcástica que fue ampliamente prohibida por sus críticas de las instituciones religiosas y políticas. Mientras que era parisino de nacimiento, Voltaire pasó relativamente poco tiempo en París debido a frecuentes exilios provocados por la ira de las autoridades francesas. El tiempo de Voltaire escondido en Londres, por ejemplo, le permitió traducir los trabajos del filósofo político y “padre del liberalismo” John Locke, así como también los trabajos del matemático y físico inglés Isaac Newton.
En 1762, Rousseau publicó El contrato social, obra que argumentaba, entre otras cosas, que las leyes deberían reflejar “la voluntad del pueblo” y que los monarcas no deben tener el “derecho divino” a gobernar. Esta obra también fue censurada. Sus ideas demostraron ser influyentes entre los líderes de la Revolución Francesa una generación después (1789-99). Dicho esto, algunos académicos consideran que Rousseau fue una figura contraria a la Ilustración debido a su escepticismo frente a la moderna sociedad comercial y a una visión sumamente romántica de la existencia primitiva.
La Ilustración floreció en el siglo 18 en Paris en gran medida debido a los esfuerzos y la generosidad de individuos privados. Hubo muchos intentos por parte de las autoridades de ahogar las nuevas ideas que cuestionaban el orden existente. El gobierno francés muchas veces censuró o prohibió las obras y exilió a los intelectuales. Pero el financiamiento privado, canalizado hacia pensadores innovadores mediante los salones, permitió que las nuevas ideas asienten raíces y prosperen.
Otros desarrollos culturales también estaban dándose en Paris en ese entonces. La ciudad es el lugar de nacimiento de la alta cocina y los restaurantes sofisticados. Durante la década de 1760 y 1770, los primeros restaurantes modernos surgieron en Francia. En 1782, el chef de pastelería del futuro Louis XVIII, Antoine Beauvilliers (1754-1817) abrió el primer establecimiento de alta cocina en Paris. Conforme la monarquía se debilitó y más chefs de la corte abandonaron su posición para abrir nuevos restaurantes, los nuevos ricos ayudaron a mantener los nuevos establecimientos y financiar el desarrollo de las artes culinarias. La cocina francesa sigue siendo un logro cultural importante que continúa siendo una fuente de orgullo para los parisinos.
Durante el siglo 18, Paris también fue un centro para la música y la ópera, la pintura (particularmente dentro de los movimientos artísticos barroco, rocallo y neoclásico) y la moda (conforme la ciudad lo había sido gracias a las vestimentas elaboradas de la corte del Rey Sol). Pero fueron las nuevas ideas de la Ilustración las que definieron a la ciudad en esa era y últimamente transformaron al mundo. Los ideales de la Ilustración ayudaron a producir la Revolución Francesa, la cual causó un terrible derrame de sangre y caos, pero también mostró que era posible repensar instituciones que datan de siglos atrás.
En otras palabras, al proveer un punto de base para la Ilustración y la amplia República de las Letras, Paris ayudó a esparcir nuevas ideas que últimamente darían paso a nuevas formas de gobierno. Los ideales de la Ilustración del republicanismo, la separación de poderes estatales, la separación de iglesia y estado, y el respeto por las libertades civiles, ayudaron a animar las revoluciones francesa y americana. El énfasis de la Ilustración en la razón y la evidencia ayudaron a sentar las bases para las innovaciones que cambiaron las vidas de todos tanto en la ciencia como en la tecnología. La Ilustración, de algunas maneras, ayudó a construir el camino hacia la posterior Revolución Industrial, un punto de inflexión que creó una riqueza sin precedente y eventualmente aumentó la calidad de vida hasta niveles anteriormente inconcebibles.
Gracias a las nuevas tecnologías, el apodo de la ciudad, la Ciudad de la Luz, desarrolló un doble significado, conforme Paris se volvió una de las primeras ciudades en instalar luces de gas a lo largo de sus avenidas y monumentos en el siglo 19. Entre 1853 y 1870, Paris instaló alrededor de 15.000 luces de gas en las calles. El siglo 19 también vio los logros artísticos parisinos alcanzar nuevas alturas con la construcción de maravillas arquitectónicas como la icónica Torre Eiffel y la producción de obras maestras del movimiento impresionista y post-impresionista. Hubo demasiados pintores innovadores franceses en la era como para nombrarlos todos. Aún así, algunos de los mas influyentes incluyen a Monet, Paul Cézanne, Edgar Degas, Édouard Manet, Pierre-Auguste Renoir, Georges-Pierre Seurat, Henri Rousseau, y Vincent Van Gogh. Esa era también vio la literatura francesa alcanzar nuevas alturas con escritores bien conocidos como Victor Hugo, Honoré de Balzac, y Alexandre Dumas.
Hoy, Paris continúa siendo conocida alrededor del mundo como el centro de la alta cultura. Sin embargo, ya no tiene la misma reputación que tuvo en el siglo 18 como la capital intelectual del mundo.
Mediante un florecimiento del financiamiento privado de ideas nuevas, incluyendo las controversiales, Paris del siglo 18 se convirtió en la cuna de la Ilustración y la base geográfica de la República de las Letras de amplio alcance. La ciudad ha realizado muchas otras contribuciones notables, particularmente en las áreas de la alta cultura, incluyendo la pintura, la música, el diseño de moda, y las artes culinarias. Pero las principales contribuciones de la ciudad al progreso humano fueron las ideas que alteraron al mundo que surgieron entre los pensadores parisinos en la era de la Ilustración. Paris por lo tanto merece ser nuestro decimoséptimo Centro de Progreso.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 1 de septiembre de 2021.