La vida se ha vuelto más dulce

Marian L. Tupy y Gale Pooley explican que producto de la innovación y el incremento en la productividad en la producción del azúcar, este pasó de ser una especie lujosa a ser una disponible en abundancia alrededor del mundo.

Por Marian L. Tupy y Gale L. Pooley

El “innovismo”, es un término que la historiadora económica estadounidense Deirdre McCloskey prefiere por sobre el confuso y un tanto peyorativo término de “capitalismo”, se refiere a un proceso de enriquecimiento material basado en la innovación y el comercio o “una mejora puesta a prueba con el comercio” (otro término que ella acuñó). El comercio beneficia a la humanidad de varias formas. Nos permite descubrir el verdadero valor de los productos y servicios. Promueve la cooperación al desarrollar la confianza entre las partes contratantes. Y, de manera más obvia, nos permite comprar productos y servicios que no seríamos capaces de producir nosotros mismos. 

Pero el comercio por sí solo no derivó en la magnitud del enriquecimiento que vio al PIB por persona subir desde menos de $3 en 1800 a más de $40 en 2016 (en dólares de 2011). Para explicar nuestros estándares de vida altos y sin precedente, necesitamos considerar otro aspecto del innovismo: la innovación.

Para dar solo un ejemplo, la producción agrícola puede aumentar cuando más campesinos con más arados siembran más tierra. Pero luego de la introducción de los tractores, los cultivos OMGs (organismos genéticamente modificados), y de los fertilizadores sintéticos, la productividad agrícola se disparó. La humanidad ahora puede producir más alimentos usando menos trabajadores y menos tierra. Al aumentar la productividad por trabajador, el innovismo puede hacer de algo que antes era imposible o prohibitivamente costoso algo común y asequible. 

Consideremos el azúcar. Las personas han estado chupando la caña de azúcar durante ocho milenios. El azúcar refinado o granulado, que los indios aprendieron a elaborar entre el primero y cuarto siglo DC, llegó a Europa Occidental mediante las Cruzadas en Tierra Santa en el siglo 11. En 1319, el azúcar se vendía por “un chelín por libra” en el Londres medieval. Eso equivale a diez días de trabajo de un artesano calificado. Asumiendo un día laboral de ocho horas, el artesano tuvo que trabajar 80 horas para costear una libra de azúcar. Hoy, la cadena de supermercados británica Tesco vende una libra de azúcar granulado por 30 centavos o 1,89 minutos de trabajo con lo que es considerado un “sueldo para vivir” en Gran Bretaña de 9,50 libras (esto es, 0,30 ÷ 9,50 = 0,0315 horas o 1,89 minutos).

La “nueva especie” o la “especie fina”, como denominaban los europeos al azúcar, era similar a la pimienta, que era más cara que el oro. El azúcar siguió siendo sumamente costoso incluso después de que los europeos aprendieran a extraerlo de la caña de azúcar (Venecia se convirtió en el principal centro de refinación y distribución en el continente) y empezó a importar azúcar granulado de las colonias (Cristóbal Colón introdujo la caña de azúcar al Nuevo Mundo en 1492, y los europeos empezaron a importar esclavos africanos para cultivar caña de azúcar en las Américas en el siglo 16). 

Por lo tanto, muchos Europeos continuaron endulzando sus alimentos y bebidas con miel. Incluso hasta el siglo 16, William Shakespeare implicaba que las “especies” eran tan valiosas que había que guardarlas bajo candado y llave en su obra Romeo y Julieta.

Dama Capuleto: Espere. Tome estas llaves y consiga más especies, Enfermera.

Enfermera: Están pidiendo dátiles y membrillos en la cocina de pastelería. 

Capuleto: Vamos, ¡levántense, levántense, levántense! El segundo gallo gritó. La campana del toque de queda sonó. Son las tres de la tarde. Vaya por las carnes horneadas, buena Angélica. No se preocupe acerca del costo. 

El gran avance en el costo del azúcar se dio en 1747 cuando el químico alemán Andreas Sigismund Marggraf (1709-1782) usó alcohol para extraer los jugos de una serie de plantas distintas, incluyendo la Beta vulgaris, que originó en Silesia (ahora parte de Polonia). Hoy, la planta es popularmente conocida como la “remolacha azucarera”. Utilizando un microscopio, Marggraf notó que el jugo cristalizado de la remolacha azucarera era idéntico al azúcar de caña. El descubrimiento de Marggraf no fue totalmente apreciado hasta que murió, abriendo la primera refinería de remolacha azucarera en 1802. 

La producción de azúcar de la remolacha azucarera obtuvo un gran impulso durante las Guerras Napoleónicas cuando la Marina Real bloqueó al continente europeo —gran parte de este estado bajo control francés— y aisló a los franceses del azúcar de caña siendo cultivado en las colonias en el Caribe. “Para reemplazar la fuente de dulce”, notó una fuente, “Napoleón dirigió la creación de una industria doméstica de azúcar de remolacha…Para fines de las Guerras Napoleónicas, 300 fábricas francesas estaban produciendo casi ocho millones de libras de azúcar de remolacha”. Además de permitir que los franceses evadan el bloqueo británico, el azúcar de remolacha no era producido con el trabajo de esclavos, lo cual agradaba a los abolicionistas del siglo 19 como los cuáqueros. 

Para 1850, las ganancias en productividad permitieron que el azúcar esté al alcance de más personas, vendiéndose por 17 centavos la libra en EE.UU. Dado que un trabajador de fábrica ganaba seis centavos por hora, él (y en esa época era en gran medida un hombre) tenía que trabajar dos horas y 50 minutos para ganar suficiente dinero para comprar una libra de la sustancia dulce. Hoy, hasta 60 por ciento del azúcar estadounidense proviene de la remolacha (el resto proviene de la caña de azúcar) y se vende por alrededor de 32 centavos por libra (los aranceles y subsidios estadounidenses, que protegen a los productores domésticos de azúcar de la competencia global, mantienen los precios estadounidenses del azúcar muy por encima del precio mundial de 17 centavos por libra). 

La tasa de compensación por hora para un trabajador de fábrica en EE.UU., mientras tanto, aumentó a $32,54. De manera que una libra de azúcar ahora “cuesta” 35 segundos de trabajo. Dicho de otra manera, con las dos horas y 50 minutos de trabajo requeridas para comprar una libra de azúcar en 1850, un trabajador de fábrica puede comprar hoy 288 libras de azúcar. Desde 1850, la vida se endulzó en un 28.700%. La próxima vez que disfrute de una taza de café y de un donut, agradezca la innovación humana por nuestra sorprendente abundancia. 

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 25 de julio de 2021.