La razón de la sinrazón
Gabriela Calderón de Burgos dice que como es difícil explicar la violencia en Chile acudiendo a los indicadores tradicionales, podemos tratar de entenderlo a través de la psicología.
Por Gabriela Calderón de Burgos
La violencia en Chile es difícil de explicar acudiendo a la razón. Los seres humanos somos animales complejos y usualmente no somos racionales. Así que para intentar comprender lo que sucede en Chile y en otros lugares, conviene buscar explicaciones en la psicología y en esa parte irracional de la naturaleza humana.
El psicólogo Daniel Kahneman en su Pensando rápido, pensando despacio nos advierte en contra de sesgos cognitivos que plagan nuestro razonamiento. Por ejemplo, las personas solemos creer en algo que se repite constantemente, así la evidencia demuestre todo lo contrario. Si escuchamos todo el día que cada vez hay más desigualdad, probablemente lleguemos a creer que es así aún cuando los datos demuestren lo contrario, como es el caso de Chile, donde ésta se ha venido reduciendo. Otro sesgo es que las personas somos muy proclives a inferir lo general de lo particular y muy contrarias a deducir lo particular de lo general. Además, nuestro cerebro suele darle prioridad a las malas noticias y los noticieros lo saben.
Por otro lado, la psicóloga Leda Cosmides y el antropólogo John Tooby sostienen que nuestras mentes siguen siendo aquellas de los cazadores-recolectores, acostumbradas a vivir en sociedades de 25-50 miembros, mientras que nuestro mundo ha evolucionado velozmente hacia las sociedades modernas con ciudades de varios millones de personas. En el entorno paleolítico tenía sentido estar en alerta e imponer una rígida planificación central dado que había una aguda escasez y múltiples amenazas de la naturaleza que los seres humanos no habían logrado dominar todavía. La centralización en la toma de decisiones tenía sentido en ese mundo de juegos de suma cero y aportaba beneficios, pero en la modernidad eso resulta contraproducente.
Por esta razón apreciamos más los actos de “moralidad magnánima”, que implican un sacrificio personal, y menospreciamos aquellos de “moralidad mundana”, que en lugar de requerir un sacrificio aportan un beneficio personal. Muchos han lucrado beneficiando a millones de personas, incluso más que lo que lo han hecho a través de su filantropía. Considere a Bill Gates.
Finalmente, no podemos ignorar un componente esencial de la naturaleza humana: la envidia. Toda revolución tecnológica genera ganadores y perdedores, a largo plazo la humanidad por lo general avanza hacia niveles superiores de bienestar. Pero el progreso no es lineal ni inevitable. En la historia han habido retrocesos, incluso en aquellas sociedades que más habían progresado.
El desplazamiento temporal genera desigualdades frente a las cuales algunos se radicalizan y favorecen opciones autoritarias. En la película “Joker” vemos como se justifica ser “antisistema” porque la violencia “real” no sería la del loco homicida sino aquella de “los ricos”. Aquí nos dijo el líder de la CONAIE Leonidas Iza que la violencia verdadera no era la que lideraron ellos alrededor del país, sino liberar el precio de los combustibles.
El progreso es algo que se da de manera gradual, casi imperceptible. No todos progresamos a la misma velocidad, por eso la existencia de una desigualdad de resultados no es evidencia de una injusticia, puede ser también el resultado de un proceso justo y evidencia de progreso. Todo esto no vende en tiempos en que las masas quieren que se acabe la discusión.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 14 de noviembre de 2019.