La reinvención de la economía

Carlos Rodríguez Braun reseña el libro La reinvención de la economía de Viktor Mayer Schönberger y Thomas Ramge acerca de cómo el "big data" cambiará al capitalismo.

Por Carlos Rodríguez Braun

Este libro anuncia que los datos van a cambiar la economía como sucedió con la Revolución industrial, lo que “reinventará el capitalismo tal y como lo conocemos”. Cabe recelar de los empeños en reinventar el capitalismo, como si el socialismo no requiriese de examen alguno, pero contengamos la desconfianza, porque este libro está muy bien hasta poco antes del final. 

Está bien porque permite intuir lo que está pasando en el mundo del llamado “big data”: no es una simple innovación sino un salto cualitativo, desde el mercado y para el mercado. La proliferación de datos mejorará la coordinación, misión clásica de los mercados, hasta extremos chocantes. Por ejemplo, los profesores Viktor Mayer-Schönberger (Salzburgo, 1966) y Thomas Ramge (Hesse, 1971) sostienen que los datos sustituirán al dinero, y pasaremos “desde el capitalismo financiero hasta el capitalismo de datos”. Como “los datos son el nuevo lubricante con el que engrasar las ruedas del mercado”, llegamos a otra realidad, en donde el centro de los mercados de toda la vida, es decir, el precio, queda difuminado. Sabemos, al menos desde F.A. Hayek, que los precios concentran las preferencias, aunque esto deja mucha información fuera, que antes no se podía utilizar, pero que ahora sí se puede, gracias a la inteligencia artificial, que enriquece las posibilidades de los mercados a través de las interacciones de los agentes y el flujo de sus datos.

Seguimos hablando de mercados y de empresas, pero en realidad se trata de otra cosa. Amazon es, y a la vez no es, una empresa como las demás. La forma con la que trata la información es la clave, porque puede organizarse mucho mejor, aunque esto no significa que la historia tenga fin: “con el tiempo, puede que incluso Jeff Bezos tenga que volver a pensar cuál es la mejor forma de administrar Amazon”. Spotify también es un “mercado”, pero no es como los demás: “el precio ha perdido su función informativa de manera casi total; lo sustituye una serie de distintas señales, tales como la información sobre qué música se busca, qué canción se salta cada uno y qué es lo que se comparte con amigos… Los pagos directos solo tienen un papel informativo muy menor”.

Por lo tanto, “en los mercados ricos en datos, los participantes ya no utilizan el precio como principal transmisor de información” y el dinero deja de cumplir esa función tradicional: “su papel seguirá siendo cada vez menor a medida que prosiga la transformación en mercados ricos en datos”. Las personas podremos comparar muchas dimensiones de todo lo que se nos ofrezca: “cambiaremos nuestra manera de otorgar peso a esa información. Esto llevará a transacciones de mercado muchísimo más eficientes, y el precio pasará a no ser más que un dato entre muchos en vez de una boya con baliza en un océano de ruido”.

El problema es que hay muchos bancos por todas partes, y mucho dinero por todas partes. Eso se va a terminar, y de ahí que los autores hablen del final del capitalismo financiero. Es un lío considerable para la banca, pero también para ahorradores e inversores, pese a que se abrirán nuevas oportunidades (es interesante en especial el capítulo VII: “El declive del capital”). Parece que incluso se dejará de hablar de capitalista en el sentido de quien concentra dinero y poder: “A medida que los mercados basados en datos van reduciendo la importancia del dinero, van demostrando que el que estaba equivocado era Karl Marx, no Adam Smith”.

Y de pronto, casi al final, los autores dejan atrás toda osadía y se precipitan a la corrección política. Hablan del paro tecnológico, la desigualdad, el impuesto a los robotsThomas Piketty, la renta básica universal, y hasta elogian el régimen de Salvador Allende como una tercera vía entre liberalismo y comunismo. Casi sin referencias a los peligros de la intervención de unos Estados que van a forzar a las empresas a compartir datos, y a pagar impuestos en datos, el libro termina con un suspiro de esperanza en la sociedad.

Este artículo fue publicado originalmente en el suplemento El Cultural de El Mundo (España) el 8 de octubre de 2019.