John Galt en Caracas
Anderson Riverol describe las similitudes entre la Caracas actual y el mundo distópico descrito por Ayn Rand en La rebelión de Atlas.
Por Anderson Riverol
Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo probadas en el mundo, con 309.000 millones de barriles de petróleo, cuenta con un gran potencial turístico ya que cuenta con regiones donde podemos encontrar desierto (Médanos de coro), nieve (Mérida), islas (Margarita y Coche) y Tepúes (la gran sabana). Sin embargo, es un país donde la amplia mayoría de las personas son inmensamente miserables y pobres, esto a causa primero de una socialdemocracia corrupta que sedimento las instituciones de la república y posteriormente del socialismo que gracias a la democracia se hizo tan fuerte que hoy tiene la capacidad de someter a toda la sociedad venezolana. Esto, por supuesto, contando con la ayuda de un sector político que dice oponerse al régimen pero que comparte la misma ética del saqueo de los socialistas.
Como ejercicio de reflexión, imaginemos que en este 2019 nos visitara John Galt[1] en Caracas y, según las premisas que este increíble personaje expresó en La rebelión de Atlas (Editorial Grito Sagrado, 2009), lo comparamos con la situación en la que millones de venezolanos viven todos los días.
Seguramente llegaría en avión al Aeropuerto Internacional de Maiquetía y se encontraría con las imágenes y frases del difunto Hugo Chávez, donde pide el sacrificio del pueblo. Además, se toparía con personas en el aeropuerto con cara muy seria, tristes, sin comer, puesto que lo que se estipula como sueldo mínimo en Venezuela en la moneda nacional equivale a $6 por mes. John Galt tendría calor, en vista de que el aire acondicionado del aeropuerto no estaría funcionando, pero sería recibido por taxistas que al ver que viene de EE.UU. tratarían de cobrar en dólares, para llevarlo a su destino. Galt se percataría como las madres se despiden de sus hijos en el aeropuerto, los hermanos se abrazan y lloran y hay una sensación de desolación típica de los países socialistas, seguramente nuestro visitante pensaría en su mente:
“Has oído decir que ésta es una época de crisis moral. Tú mismo lo has dicho, con temor y a la vez con esperanza de que esas palabras no tuvieran un significado real. Te has quejado de que los pecados del hombre están destruyendo al mundo y has llegado a maldecir la naturaleza humana por negarse a practicar la virtud que le exigías. Como para tí la virtud consiste en el sacrificio, has exigido más sacrificios ante cada sucesivo desastre. En el nombre de la vuelta a la moralidad, has sacrificado todo aquello que creías era la causa de tus sufrimientos. Has sacrificado la justicia por misericordia, Has sacrificado la independencia por la unidad. Has sacrificado a la razón por la fe. Has sacrificado a la riqueza por la necesidad. Has sacrificado a la autoestima por la negación de ti mismo. Has sacrificado a la felicidad por el deber”.[2]
Nuestro visitante abordaría con premura algún taxi y pediría que lo llevaran a Altamira, una de las zonas menos inseguras de la capital. Seguramente recibiría el concejo del conductor de no bajar el vidrio del automóvil por seguridad y que si tiene dólares los guarde bien, puesto que algunas alcabalas de la guardia nacional, al ver que es extranjero intentarían pedirle dinero, ya que su sueldo no alcanza para mantenerse y algunos deshonestos de los cuerpos de seguridad se aprovechan de su uniforme para saquear. El conductor del taxi continuaría conversando amablemente. Le diría a Galt que su familia se separó, ya que algunos tuvieron que huir del país por la situación económica, que él confiaba en Chávez y en Maduro, ya que los empresarios eran unos especuladores. Además, que celebró el control de cambio porque él no usaba dólares, y que estuvo de acuerdo con el control de precios para que los dueños de los medios de producción no se aprovecharan del pueblo, pero que ahora estaba arrepentido.
Con la sinceridad que caracteriza a John Galt seguro su respuesta hubiese sido:
“A lo largo de siglos de calamidades y desastres, causado por tu código moral, te has quejado de que ese código había sido violado, de que las calamidades eran castigos por haberlo transgredido, de que los hombres eran demasiado débiles y egoístas para derramar toda la sangre necesaria. Maldijiste al hombre, maldijiste la existencia, maldijiste a esta tierra, pero nunca te atreviste a cuestionar tu código”.[3]
Posteriormente hubiese llegado a Altamira, hubiese preguntado en un hotel aledaño a la Plaza Francia y se hubiese encontrado con la sorpresa de que no hay toallas y hay razonamiento de agua, por el cual esta solo está disponible treinta minutos en la mañana y treinta minutos en la noche. Adicionalmente, el ascensor no sirve. Galt se hubiese retirado a otro de la zona aledaña, donde pagaría quince veces más, pero cuenta con agua, ascensor y toalla. Al fin en la habitación de este hotel encendería el televisor y se toparía con una cadena televisiva donde Nicolás Maduro aparecería diciendo que no debemos ser egoístas con nuestros hermanos, que debemos dar a otros lo que tenemos, que nuestros hijos son de la patria y que debemos defenderla, por el bien de todos. Maduro agregaría que Chávez desde el más allá nos cuida y que debemos hacer todo lo que quiere que hagamos. Quizás Galt muy molesto apagaría el televisor y sin remedio pensaría en lo que acaba de oír y reflexionaría:
“Durante siglos, la batalla moral fue librada entre quienes sostenían que sus vidas les pertenece a Dios y quienes sostenían que les pertenece a sus vecinos; entre aquellos que predicaban que el bien en el autosacrificio en beneficio de fantasmas en el paraíso, y aquellos que predicaban que el bien es el autosacrificio en provecho de los incompetentes de la tierra. Y nadie te había dicho que tu vida te pertenece y que el bien reside en vivirla plenamente”.[4]
Luego John Galt tomaría su celular y abriría la aplicación Twitter para ver las noticias, ya que en Venezuela se sufre una gran cesura a los medios de comunicación y observaría los comentarios sobre el país. Buscando en esa red social se encontraría con personajes tan desagradables como el mismo Mr. Thompson. Por ejemplo, un historiador muy respetado que hace años firmó una bienvenida calurosa a Fidel Castro cuando este dictador visitó al país y ahora se queja de que la democracia no funciona. También se encontraría a una profesora de una prestigiosa universidad venezolana que sirvió de asesora en un diálogo entre el régimen de Maduro y la oposición, diálogo que solo logró darle más tiempo a la miseria socialista y fuerza al régimen comunista. John Galt se decepcionaría más y seguro pensara:
“Barre a un lado, a esos parásitos de la academia subsidiados, que viven de la ganancia de la mente de otros y proclaman que el hombre no necesita moral, ni valores, ni código de conducta. Esos, que se consideran científicos y aseguran que el hombre es solo un animal, a que no conceden en el mapa de la existencia el lugar que le han concedido al más insignificante insecto.
Barre a un lado a esos místicos corrompidos por el odio, que se presentan como amigos de la humanidad y predican que la más alta virtud que un hombre puede practicar es considerar que su propia vida carece de valor”.[5]
Sin embargo, como sabemos, John Galt no se rendiría ante lo que ve, seguramente agarraría fuerzas de lo profundo de su existencia y comenzaría una búsqueda por aquellos que saben que la existencia existe, que rechazan completamente la ética del saqueo y que defienden la vida con integridad e independencia, la propiedad privada y luchan por encontrar la libertad. John Galt, seguramente buscaría estos referentes en CEDICE libertad y en el Campus Libertad, porque sabe que mientras más almas liberales y mentes creadoras de riqueza pueda sumar, su lucha por la libertad será victoriosa.
Sin duda, en Venezuela debemos aprender mucho de este personaje de Ayn Rand. Su visión, sus reflexiones y abordaje de situaciones donde siempre coloca por delante valores como la integridad, la justicia y la producción. Por mucho tiempo esa ética del saqueo que tanto daño nos ha hecho ha estado impregnada en los políticos, intelectuales y en las personas en general, por lo que debemos usar la fuerza de nuestra mente e inteligencia para que los principios adecuados reinen y los de oprobio desaparezcan de la república.
Bibliografía
[2] John Galt es uno de los personales principales de la novela de la filósofa del objetivismo Ayn Rand, este personaje, tiene un famoso discurso filosófico (El discurso de John Galt), en donde están las premisas más importantes de la filosofía objetivista están impresas. Para este discurso su escritora Ayn Rand se tardó 3 años en redactarlo y 13 años para culminar la obra donde esta que es La Rebelión de Atlas.
[3] Ayn Rand, La rebelión de Atlas, Buenas Aires – Argentina, Grito Sagrado Editorial. 2009, P 1084.
[4] Ayn Rand, La rebelión de Atlas, Buenas Aires – Argentina, Grito Sagrado Editorial. 2009, P 1085.
[5] Ayn Rand, La rebelión de Atlas, Buenas Aires – Argentina, Grito Sagrado Editorial. 2009, P 1086
[6] Ayn Rand, La rebelión de Atlas, Buenas Aires – Argentina, Grito Sagrado Editorial. 2009, P 1089