Los servicios públicos

Manuel Hinds dice que un error común en los gobiernos es que tratan de abarcar mucho más de lo que pueden apretar: particularmente porque hay cosas básicas como los servicios públicos que no funcionan bien.

Por Manuel Hinds

El nuevo gobierno sube al poder hoy. Tendrá un período corto para ordenar la casa y comenzar a trabajar en lo que quiere lograr en los próximos cinco años. En este tema, el nuevo gobierno debe cuidarse de no cometer un error que es muy común en gobiernos que se inauguran: tratar de abarcar mucho más de lo que puede apretar —especialmente porque hay muchas cosas del funcionamiento normal de un gobierno que están funcionando muy mal, si es que funcionan. Entre todas estas cosas están unos temas que a muy pocos políticos parece importarles por ser poco sexy: la provisión efectiva y eficiente de los servicios públicos y la reducción de la burocracia para impulsar la inversión.

La tendencia de los políticos, especialmente durante las elecciones, es a ofrecer cosas más cosas y más extraordinarias, cuando en gran parte lo que nos define como subdesarrollados es la pobrísima calidad de la educación pública, la pésima atención en los servicios de salud, la triste situación de la seguridad ciudadana, el horrible estado del transporte público, la extraordinaria incapacidad del manejo del tráfico vehicular, la ineficiencia que llena todo lo que el gobierno debería de proporcionarle a los ciudadanos.

¿De qué sirve ofrecer el oro y el moro si todo lo esencial está mal?

El desarrollo de la clase media en los países desarrollados estuvo ligado al desarrollo de los servicios públicos. La ciudadanía puede progresar realmente cuando puede mandar a sus hijos a escuela públicas que son buenas, e ir a unidades de salud y a hospitales también públicos que son buenos, y usar un transporte público que también es bueno y seguro. En la situación actual, la ciudadanía paga por las unidades de salud y los hospitales públicos y del Seguro Social, pero va a ellos sólo cuando no tiene ninguna otra opción porque ellos no tienen suficientes médicos y enfermeras, ni el suficiente equipo, ni el requerido mantenimiento, para dar un buen servicio de salud.

Lo mismo pasa con las escuelas, lo cual es una tristeza porque hubo una época en que las escuelas públicas de primaria y secundaria eran de muy buena calidad. Los institutos nacionales de ambos sexos eran muy competitivos en deportes y en la educación que impartían, de tal modo que muy frecuentemente producían los mejores bachilleres de la República. La Escuela de Medicina de la Universidad de El Salvador era reconocida como una de las mejores de América Latina. La decadencia de esto no comenzó con los gobiernos del FMLN pero si se volvió más acelerada con ellos. Todavía hace unos veinte años, la entonces ministro de Educación de El Salvador, Cecilia Gallardo, recibió del Banco Mundial el premio del mejor proyecto social en el mundo, Educo, que ella fundó y desarrolló en medio de la guerra. Todo esto que se ha perdido se puede recuperar. Lo que se necesita es un empuje de todos y pensar en mejores maneras de hacer las cosas, y no en estar culpando a los anteriores por todo lo que dejaron mal. Pero requiere de una idea muy clara de lo que se quiere lograr y una capacidad ejecutiva muy buena para lograrlo.

Dar razonablemente buenos servicios públicos está dentro de las capacidades de nuestra sociedad.

Hay otro tema que debería ser de rutina pero que no lo es, y que requerirá de muchos recursos para manejarse exitosamente —la seguridad ciudadana— que tiene que ver con la policía y con la provisión adecuada de servicios públicos en las comunidades.

Y hay otro tema que requerirá de un impulso muy fuerte en esfuerzos y dinero, pero que es esencial para lograr superar las tasas bajas de crecimiento en el largo plazo que nos aquejan: una inversión adicional, muy por encima de lo que hacemos ahora, en el capital humano.

Si el gobierno nuevo logra hacer estas cosas —mejorar sustancialmente el volumen y la calidad de los servicios públicos, reducir la burocracia para mejorar los incentivos para la inversión privada y pública, mejorar la seguridad y dar un gran impulso a la inversión en capital humano— habrá dado un paso enorme en convertirnos en un país de clase media.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 30 de mayo de 2019.