Petróleo, historia y populismo
Anderson Riverol relata cómo Rómulo Betancourt, importante líder del partido Acción Democrática, fue llevando a Venezuela hacia el monopolio estatal del sector petrolero, que luego fuera utilizado como una herramienta efectiva para implementar una dictadura populista.
Por Anderson Riverol
La situación socialista que hoy sufre Venezuela está sostenida en gran medida por los recursos que vienen de la renta petrolera, puesto posee el control (con algunas pocas excepciones), de toda la cadena de valor del petróleo. Para comprender parte de lo que sucede en el país es importante estudiar el comportamiento de las élites políticas en los años que comprenden 1941-1945.
Desde la óptica de uno de sus protagonistas como lo fue Rómulo Betancourt, habla del año 1941, fecha en la cual es legalizado su partido partido Acción Democrática, bajo el gobierno del presidente Isaías Media Angarita.
Betancourt relata ese proceso de la siguiente manera:
“Debíamos demostrar, para merecer que nos permitieran realizar actividades políticas lícitas, que éramos defensores ardientes de la propiedad privada, concebida en términos de derecho quiritario; y celosos cancerberos del concepto medieval de familia, y San Jorges de adarga al brazo para enfrentarnos a las modernas normas del derecho social, viejas con vejez de décadas en otros países, pero estimadas por la Venezuela oficial de 1941 como repudiables factores de subversión y anarquía”.[1]
Podemos identificar gran recelo de Rómulo en dos elementos importantes, el primero es cuando se expresa de forma despectiva de la propiedad privada y el segundo cuando lo hace contra el concepto de familia. Este personaje y expresidente de Venezuela, quién es un referente de los partidos socialdemócratas en el país (los cuales son mayoría en la oferta política), demuestra dos cosas que vale la pena destacar: una es que la propiedad privada era muy importante antes de que llegara la “democracia” y la segunda es que había una fuerte predisposición con respecto a la propiedad y a la familia como núcleo de la sociedad.
Con respecto al sector petrolero, en estos años que estamos estudiando podemos afirmar que efectivamente la república tenía la posibilidad de obtener más ganancias de la explotación petrolera e incluso en periódicos como el South América Journal en su edición del 5 de septiembre de 1942 se publicó:
“…Aun cuando Venezuela no es formalmente aliada de las Naciones Unidas, en el sentido que no se encuentra en guerra con el Eje, la cooperación que está ofreciendo a las fuerzas combatientes libres es la más grande de todas. Por lo menos un 80% - quizás el 100% - del petróleo que se importa a Gran Bretaña es de origen venezolano”.[2]
Teniendo tanta importancia nuestro petróleo para el mundo en ese momento, el gobierno del Presidente Medina Angarita aprovechó la oportunidad para llevar adelante una reforma petrolera, la cual, fue poderosamente criticada por los sectores de la izquierda del país y por supuesto por el político Rómulo Betancourt quien expresaba:
“Un régimen que se empecinaba en conservar sus perfiles autocráticos estaba históricamente incapacitado para hacer frente a ese problema. Le faltaba la audacia, y la autoridad moral que sólo nacen de un respaldo mayoritario de la opinión pública. Los gobernantes sabían que los consorcios del petróleo, apreciaban la debilidad intrínseca de un régimen que no realizaba consulta electorales sinceras, ni manejaba con probidad el erario, ni atendía las necesidades colectivas”.[3]
Ante esta dura afirmación de Betancourt, resulta curioso que el proyecto que se convirtió en la ley de hidrocarburos el 12 de marzo de 1943 haya sido tan útil por los gobiernos de la democracia, aprovechando estos así todos los beneficios que la ley ofrecía.
Para 1945 el presidente Isaías Medina Angarita, decide poner de embajador de Venezuela en Washington, el Sr. Diógenes Escalante, quien contaba con el apoyo del partido de Betancourt, Acción Democrática. Las características predominantes del Sr. Escalante eran dos: era oriundo del Estado Táchira por lo cual veía con buenos ojos la fuerza armada y, segundo, era civil, lo que para muchos políticos en la oposición simbolizaba apertura. Sin embargo, esto no pudo concretarse por la pérdida de las facultades mentales del Sr. Diógenes Escalante.
Este triste acontecimiento con Escalante fue uno de los factores que desencadenó el golpe de estado que llevó a cabo en este mismo año Rómulo Betancourt con su partido Acción Democrática, en alianza con la logia militar llamada Unión Militar Patriótica y que tenía como líder al oficial Marcos Pérez Jiménez.
Cabe destacar que incluso el gran estatista y renombrado personaje de la política venezolana Juan Pablo Pérez Alfonso expreso con respecto a la ley de Hidrocarburos de 1943:
“Desde que asumió el poder el gobierno revolucionario garantizó el cumplimiento de la Ley de 1943, porque esa ley combatida en su oportunidad por el Partido que comparte responsabilidades de gobierno, en definitiva llegó a ser Ley de la República, y la continuidad del Estado reclamaba que en general se respetasen los compromisos legalmente adquiridos. Pero además la Ley de 1943 es por muchos aspectos aceptable y conveniente como ya se anotara cuando y combatía en el Congreso la engañosa reforma petrolera (Pensamiento Político Venezolano, tomo 53:107)”.[4]
Entre golpes de estado y contradicciones por parte de la élite política e intelectual de Venezuela se llevó a cabo una lucha por el control del país. Rómulo Betancourt quien en su libro Venezuela, política y petróleo expresaba que su fin era entre otras cosas: no más concesiones en el sector petrolero y precios bajos de los combustibles de consumo generalizado. Parece que hoy, luego de muchos años, en Venezuela se ha logrado su sueño dado que el Estado posee el monopolio del sector petrolero y llenar un tanque de un carro promedio con gasolina es más económico que comprar una botella de agua mineral. Sin embargo, la realidad social es mucho peor que la que vivió Betancourt, ya que el Estado siendo dueño y señor del petróleo se ha convertido en un problema para los venezolanos, puesto que quien está ahora en el poder posee una visión comunista y conducido por el populismo, mantiene a los individuos es una miseria terrible.
La principal bandera de Betancourt era la de la “justicia social”. Este término tramposo que se traduce como: el pueblo se merece todo, pero sin esfuerzo alguno. Tenía como fin la apropiación sistemática de la renta petrolera.
Actualmente esta búsqueda de la “justicia social”, potenciada con el petróleo venezolano, ha resultado en dos cosas:
- La destrucción sistemática de la verdadera justicia, a una donde pueden hasta violarse los derechos individuales con tal de satisfacer a “la mayoría”.
- El impulso en el poder de una tiranía comunista escondida en el populismo.
Los esfuerzos por hacer que el petróleo sea de todos han terminado en una de las más difíciles lecciones que hemos vivido en nuestra historia. El comunismo populista se niega a respetar la libertad de los ciudadanos, casi de la misma forma que Ricardo M. Rojas expresa en el libro El amanecer:
“Las dictaduras populistas aventajan a otras porque mantienen escondidas las armas. Jamás hablan de imposición o violencia; por el contrario, afirman que las decisiones las toma el Pueblo, a través de la aprobación de la mayoría. El número es el justificativo moral para cometer cualquier crimen. Asesinar, esclavizar o robar es legítimo cuando los victimarios son más que las víctimas. Los que no aceptan las reglas son enemigos del pueblo. Pero inevitablemente un día la gente descubrirá que esos “Enemigos del Pueblo” son quienes en realidad producen su bienestar, y que su lucha es una resistencia a ser esclavizados”.[5]
Podemos concluir que el petróleo en Venezuela siempre ha sido un instrumento de los populistas y de aquellos que solo quieren sostenerse en el poder. Los cazadores de la renta petrolera se esconden detrás del populismo ya que esto les permite aumentar el gasto público y de esta manera comprar a la población.
El petróleo en nuestro país debe ser un instrumento para nuestro desarrollo, para la diversificación de la economía y no para el clientelismo. De no aprender esta lección Venezuela seguirá usando la democracia para escoger a sus nuevos opresores, que solo buscan poner sus manos sobre la renta petrolera. Sin embargo el sector petrolero más temprano que tarde deberá ser abierto al capital privado tanto nacional como extranjero para bien de todos los venezolanos.
Referencias:
Arráiz Lucca, Rafael. El Petróleo en Venezuela. Caracas, Editorial ALFA, 2016.
Betancourt, Rómulo. Venezuela, Política y Petróleo. Caracas, Editorial Senderos, 1967
Rojas, Ricardo M. El amanecer. Madrid, Unión Editorial. 2013
Notas:
[1] Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. Caracas, Editorial Senderos, 1967, p. 162.
[2] Rómulo Betancourt, Venezuela, política y petróleo. Caracas, Editorial Senderos, 1967, p. 176.
[3] Rómulo Betancourt. Venezuela, política y petróleo. Caracas, Editorial Senderos, 1967, p. 177.
[4] Rafael Arráiz Lucca. El petróleo en Venezuela. Caracas, Editorial ALFA, 2016, p. 171.
[5] Ricardo M.Rojas. El amanecer. Madrid, Unión Editorial, 2013, p. 127.