¿Se acerca la dictadura en Venezuela al "Día D"?
Hana Fischer considera comenta sucesos recientes como la gira de Rex Tillerson por Latinoamérica y el Caribe, el movimiento de tropas colombianas hacia la frontera con Venezuela y lo que eso podría implicar para la dictadura chavista.
Por Hana Fischer
En la jerga militar anglosajona, el “Día D” hace referencia a la fecha en que se debe iniciar un ataque o una operación bélica. En el imaginario popular, esa expresión está asociada al desembarco de las tropas aliadas en Normandía (Francia) en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, porque ese hecho marcó el principio del fin del nazismo.
Actualmente hay varios indicios de que el Día D estaría aproximándose para la dictadura chavista. Por consiguiente, Nicolás Maduro y cómplices están sumamente nerviosos. Porque, claro, no es lo mismo masacrar impunemente a pacíficos manifestantes en las calles o la mafiosa práctica de ejecutar con un tiro en la nunca a gente que se ha rendido –como hicieron con el capitán Óscar Pérez y sus compañeros– que enfrentarse al ejército norteamericano o al colombiano o al brasilero o a una coalición de tropas sudamericanas.
Maduro y Cía. están acostumbrados a manipular a los miembros de la oposición como si fueran marionetas y a observar impasiblemente cómo la población muere miserablemente de hambre y enfermedades curables.
Y, mientras eso sucede, lucran con la desgracia ajena y se llenan impúdicamente los bolsillos mediante negocios turbios. Su degeneración moral es tan brutal que incluso han perdido el sentido de supervivencia política. Por eso, ya ni siquiera cuidan las apariencias.
El totalitarismo chavista ha traspasado todos los límites tolerables. Ha provocado un grave problema humanitario y político –de alcance continental– que preocupa principalmente a Estados Unidos, Colombia y Brasil, pero también al resto de las naciones sudamericanas, que están recibiendo cientos de miles de refugiados venezolanos.
Frente a este estado de cosas, ni el papa Francisco ni el cuestionado expresidente español, José Luis Zapatero, podrán sacarlos del aprieto.
Dada la terrible situación en Venezuela, el presidente norteamericano Donald Trump declaró en agosto de 2017 que no descartaba solucionarla mediante una “opción militar”. Señaló que “tenemos tropas en todo el mundo, en lugares que están muy lejos. Venezuela no está muy lejos. Y la gente está sufriendo y están muriendo”. Recalcó que esa nación está sumida en un “lío muy peligroso”.
Por su parte, el Departamento de Estado norteamericano afirmó que “en línea con la Casa Blanca, usará todas las herramientas políticas, económicas y diplomáticas a su disposición para abordar la situación en Venezuela”. En ese marco hay que analizar la reciente gira del secretario de Estado, Rex Tillerson por México, Argentina, Perú, Colombia y Jamaica. La intención es aumentar la presión regional sobre la dictadura chavista.
Un alto funcionario de Exteriores declaró que “con nuestros socios, planeamos continuar presionando al régimen corrupto de Maduro para que vuelva al orden democrático”. Sotto voce se dice que el viaje de Tillerson tiene como objetivo principal sondear el apoyo a una eventual intervención militar en Venezuela, realizada por los ejércitos de una coalición continental. El fundamento es que dicho totalitarismo “ya no es un problema solo de los venezolanos, sino un problema regional”.
En la misma línea se situó el presidente de Colombia Juan Manuel Santos. Manifestó que la crisis venezolana afecta a toda Latinoamérica, no solo por el masivo éxodo de sus habitantes, sino también porque “el régimen de Maduro ha sido señalado por sus vínculos con el narcotráfico y el terrorismo mundial”.
En ese contexto hay que interpretar la movilización de tropas colombianas a la frontera con Venezuela. Santos ordenó que tres mil nuevas unidades de las Fuerzas Armadas se situaran allí, tanques de guerra inclusive. Brasil hizo algo parecido y duplicó su contingente en la frontera a 200 soldados. Además, el periodista Casto Ocando publicó que una fragata holandesa se posicionó en el Caribe para imponer una “tenaza” militar a Venezuela.
Frente a estos hechos, Maduro y acólitos se pusieron nerviosos. Sebastiana Barrárez –experta en temas de seguridad, periodista de investigación– escribió en Twitter: “Activación de la FANB [Fuerza Armada Nacional Bolivariana] en los cuarteles, y no precisamente por las actividades de carnaval. Hay alerta ante una intervención militar”.
Según Barrárez, una intervención militar o humanitaria en Venezuela genera pánico en el alto mando militar de la FANB y en los principales funcionarios del régimen.
¡Cómo no va a provocar pavor si se han acostumbrado a la “buena vida”! ¡Tener que abandonar sus lujos y comodidades, su existencia fácil y sin grandes preocupaciones, los debe tener muy angustiados!
Además, como suele suceder, la mayoría de los que integran una dictadura son unos cobardes. Y a esta jerarquía castrense, de formación militar, le debe quedar muy poco…
Estados Unidos y sus verdaderas intenciones
Ante lo mencionado, nos preguntamos: ¿realmente Estados Unidos querrá una intervención militar?
Veamos: las menciones a Venezuela primordialmente hacen referencia a lo humanitario. Es obvio que una acción bélica tendría consecuencias negativas no deseadas sobre la población; lo que en la jerga militar se denomina “daños colaterales”.
No creemos que ni Estados Unidos ni Colombia ni Brasil se arriesguen a ser los responsables de la muerte de venezolanos inocentes. Menos aun cuando el argumento para actuar es ayudarlos.
Entonces, ¿qué busca?
Creemos que la respuesta está en lo que expresó Tillerson en la Universidad de Texas. Allí afirmó que “en la historia de Venezuela y otros países sudamericanos, muchas veces el ejército es el agente del cambio cuando las cosas están tan mal y el liderazgo ya no puede servir a la gente”. O sea, que considera que la fuerza impulsora del reemplazo de régimen político –obligando a Maduro a dimitir– podría surgir desde el propio ejército venezolano.
Es obvio que Tillerson expresa eso porque conoce la información obtenida por los servicios de inteligencia: en los cuarteles y cuerpos policiales hay mucho malestar por la situación imperante en el país.
Asimismo, el Nuevo Herald informa que en la Fuerza Armada de Venezuela existe gran preocupación, por la “acelerada desmoralización” de las tropas y el “alarmante aumento de insubordinación y deserción”. Por eso, se les exige a los comandantes de las diferentes unidades que mejoren “las relaciones con el personal subalterno” y los motiven “a mantener la lealtad al Ejército”.
La explicación de tanto descontento es que los soldados, policías y sus respectivas familias también son “pueblo”. En consecuencia, están sufriendo en carne propia la tragedia venezolana.
Por lo tanto, a nuestro entender, la estrategia de Estados Unidos sería la de infundirles valor para que se atrevan a derrocar al totalitarismo chavista. Es muy diferente participar de una insurrección cuando se cuenta con apoyo militar de fuerzas internacionales, que hacerlo en forma solitaria como lo hizo Óscar Pérez.
La reacción de la dictadura
La reacción del chavismo ha sido la típica de toda dictadura cuando quiere sobrevivir: inventar un enemigo externo para unificar a la nación en torno a sí misma. Por ejemplo, el fiscal general Tarek William Saab declaró que “desde Colombia se está planeando nada más y nada menos que un bombardeo militar, la invasión militar, la ocupación a sangre y fuego de un país pacífico como Venezuela”.
Estos dichos son otra muestra del cinismo de la crápula gobernante y que alejados están del sentir popular. Si estuvieran un poco más atentos, sabrían que el 70% de los venezolanos quiere que abandonen el poder. ¡Cuánto antes mejor!
Por tanto, difícil que dicha estratagema les resulte.
Este artículo fue publicado originalmente en el Panam Post (EE.UU.) el 16 de febrero de 2018.