Lo que los 'millennials' deberían saber acerca de la Unión Soviética
Chelsea Follett indica que en la Rusia de Stalin el uso de las palabras "hambre", "hambruna" e "inanición" estaba prohibido y que fue Lenin quién estableció los primeros campos de concentración en la Unión Soviética.
Por Chelsea Follett
La admiración de personas jóvenes por líderes comunistas ha disminuido ligeramente desde el último año, según un reporte anual sobre actitudes en EE.UU. hacia el socialismo, que fue publicado por la Victims of Communism Memorial Foundation. Joseph Stalin sufrió la mayor caída en popularidad, desde 12 por ciento de los millennials que reportaban una impresión favorable de el hacia un 6 por ciento. Sin embargo, un espeluznante 23 por ciento de los estadounidenses entre las edades de 21 y 29 años de edad creen que Stalin fue un “héroe”. También, 32 por ciento de los millennials sostienen una visión favorable de Karl Marx, un poco menor al 34 por ciento del año pasado.
Esta caída en popularidad es esperanzadora, pero solo un poco. Es muy probable que usted tenga amigos que todavía idealizan al socialismo, al comunismo, y a los hombres que llevaron a la práctica estas ideologías con una mano de hierro. Pero lo que probablemente no saben es la tenebrosa verdad acerca de estas visiones utópicas de un mundo mejor. Revisemos rápidamente algo de historia que deberían considerar.
Sentado en el salón de lecturas del Museo Británico, Marx teorizó que la sociedad era una lucha entre trabajadores a salario y los propietarios de los medios de producción, y que estos últimos eran “enemigos de clase”. Temía que los dueños de las fábricas estaban explotando a los trabajadores, que los dueños de las haciendas estaban explotando a los obreros, y así sucesivamente. Muchos estudiantes universitarios de hoy comparten su miedo a la explotación, protestan contra “el uno por ciento” y los “privilegiados”, y añoran una sociedad libre de clases.
“Me pregunto que hubiera dicho Karl Marx [de los trabajadores de fábrica que conocí]”, dijo Leslie T. Chang en su TED talk, Las voces de los trabajadores de China. Continuó: “Su visión del mundo persiste, [así como también] nuestra tendencia de ver los trabajadores como masas sin rostro, de imaginar que podemos saber lo que realmente están pensando ellos...Ciertamente, las condiciones de fábrica son realmente duras, y esto no es nada que usted o yo quisiéramos hacer, pero desde su perspectiva, de donde ellos vienen las cosas son mucho peores”.
Chang señala que desde la liberalización económica de China, el trabajo de fábrica ha permitido a cientos de millones de trabajadores chinos escapar de la pobreza rural para volverse parte de la clase media, y que muchos de los trabajadores de fábricas luego empiezan sus propios pequeños negocios. Ellos trabajan en fábricas voluntariamente porque la alternativa es la demoledora pobreza rural.
Marx y sus seguidores, tristemente, no se dieron cuenta de que la industrialización liderada por el capitalismo últimamente crea una prosperidad ampliamente difundida, y acabaron perjudicando a los mismos trabajadores que ellos pretendían ayudar. Gracias en parte a las fábricas que Marx detestaba, el ingreso promedio del Reino Unido fue tres veces más alto cuando él murió que cuando nació.
Luego de que los comunistas tomaron el poder en Rusia hace un siglo, en nombre de la igualdad, cualquiera que era demasiado próspero debía ser identificado y castigado. Aquellos con conocimiento especializado, como los ingenieros, o aquellos que tenían un “ingreso no derivado de un salario” eran vistos con sospecha.
En el campo ruso, cualquier agricultor que producía suficiente comida como para vender un excedente, en lugar de cualquier agricultor que producía lo suficiente para su familia, era denominado como un “kulak” —un enemigo de clase, involucrado en el supuesto delito de enriquecimiento a través del comercio. Cualquier agricultor que contrataba ayuda, que era dueño de una fábrica de productos lácteos o cualquier otra máquina, o que alquilaba equipos agrícolas, también era denominado un “kulak”. Los vecinos más pobres de los kulaks eran alentados a quitarles sus casas y robar sus posesiones.
Un comunista devoto calmando a su esposa, que estaba preocupada porque la familia de su conocida Marusia habían sido encarcelado como kulaks, dijo lo siguiente:
“Verás, no pueden hacer una revolución con guantes blancos. Aniquilar los kulaks es un proceso sangriento y difícil, pero debe realizarse. La tragedia de Marusia no es tan simple como parece serlo para ti. ¿Por qué lo enviaron a su esposo a los campos? Es difícil creer que él no era culpable de nada. No se termina en un campo por nada”.
El hombre citado arriba eventualmente fue arrestado y fusilado. Ningún cargo específico fue presentado alguna vez. Su esposa fue enviada a los campos de concentración poco después.
Esa anécdota es representativa de la locura de esa era. Millones de “enemigos de clase”, disidentes políticos, y otras víctimas desafortunadas fueron enviados a trabajar en el Gulag, el sistema de campos de trabajo forzado creado por Lenin y considerablemente expandido por Stalin. Cualquiera que trataba de escapar era sumariamente ejecutado. Aquellos cercanos a Stalin no se salvaban, más de un tercio de los principales verdugos de los campos acabaron como prisioneros de los mismos.
En algunos campos, los prisioneros extrajeron materiales radioactivos sin la protección adecuada y murieron de envenenamiento de radiación. En otros, los prisioneros congelados cortaban madera y arrastraban los troncos de vuelta al campo descalzos en el invierno. En otros, los prisioneros trabajaban para producir alimentos en haciendas colectivas mientras que a ellos mismos solo se les permitían raciones escasas. Según la Encyclopedia Brittanica, “Se estima que la combinación de horas de trabajo muy largas, las condiciones climáticas duras y otras condiciones de trabajo, alimento inadecuado, y ejecuciones sumarias mataron al menos un 10 por ciento de la población total de prisioneros en el Gulag al año”.
Los campos de trabajo esclavizado ayudaron a mantener a la clase gobernante del régimen soviético que supuestamente estaba libre de clases y conforme la economía colapsaba. La productividad agrícola cayó luego de que se eliminaron los kulaks y la colectivización de las haciendas. Conforme millones se morían de hambre, algunos recurriendo al canibalismo para sobrevivir, Stalin prohibió el uso de las palabras hambruna, hambre o inanición. Incluso los doctores no se atrevían a diagnosticar con precisión la condición de un paciente que se estaba muriendo de hambre. Stalin culpaba de los fallos evidentes de su sistema centralmente planificado en el sabotaje premeditado y en el perjuicio de la economía causado por elementos desleales. Decía que enemigos ocultos estaban en todas partes y utilizó eso como una excusa para mandar a cada vez más personas a la muerte y a los campos de trabajo.
En resumen, para lograr la igualdad, el sistema comunista encarceló o asesinó a aquellos que habían logrado un conocimiento especializado y el éxito —ya sea en agricultura o en una ocupación técnica como la ingeniería. Inicialmente redistribuyeron la riqueza, pero muchos de los campesinos que al principio se beneficiaron de robarle a los kulaks acabaron muriéndose de hambre. Al encarcelar o matar muchas de las personas más productivas, mientras que al mismo tiempo se eliminaban los incentivos de mercado para la productividad al colectivizar las industrias y prohibir la competencia, los comunistas produjeron una pobreza mucho más extrema y amplia que cualquier pobreza que se ha visto bajo el capitalismo (El capitalismo, de hecho, ha ayudado a bajar la pobreza a un nivel históricamente bajo).
Las investigaciones sugieren que el número de muertes no naturales causadas por el comunismo podría estar por encima de los ochenta millones —un número tan alto que la violencia de la Rusia Tsarista, de la Inquisición Española, y de la contrarreforma Inglesa de María la “Sangrienta” palidecen en comparación. Hoy, siete de cada diez estadounidenses subestiman el número de vidas que cobró el comunismo. Quizás eso explica parcialmente el continuo atractivo del comunismo. Pero si sus amigos podrían viajar en el tiempo hacia la era de Stalin, verían que la lucha de clases literalmente beneficia a nadie excepto a los tiranos oportunistas como Stalin.
Y verían que el no fue un héroe.
Este artículo fue publicado originalmente en Intercollegiate Review (EE.UU.) el 15 de noviembre de 2017.