Mario Vargas Llosa: Una travesía intelectual
Julio H. Cole describe la peregrinación intelectual de Vargas Llosa desde el socialismo hacia el liberalismo y comenta las más importantes influencias intelectuales sobre el escritor.
Por Julio H. Cole
Este ensayo fue publicado originalmente en la Revista de Economía y Derecho, 6 (Primavera 2009): 7-15. Aquí puede obtener el ensayo en formato PDF.
Mario Vargas Llosa, además de ser un gran escritor narrativo, es un “intelectual público” en el pleno sentido de la expresión, y sus opiniones sobre temas de actualidad tienen gran influencia en el mundo hispano-parlante. Wellsprings, uno de sus libros más recientes, ofrece un compendio de su pensamiento actual sobre temas políticos y sociales. En este ensayo se intenta, en el contexto de una reseña de esta obra, una breve revisión de su trayectoria intelectual.
“Si uno lee todas sus obras, empezando con sus primeras novelas, uno puede ver que Vargas Llosa siempre ha preferido a los realistas brillantes y bromistas moderados frente a los utópicos y fanáticos”
(Pamuk, 2007, p. 172).1
Introducción
Mario Vargas Llosa, uno de los más grandes escritores vivientes, es también conocido, especialmente en España y América Latina, como un gran defensor de los ideales de una sociedad libre. En el mundo hispano, por tanto, es más que un gran escritor; es un “intelectual público” en el pleno sentido de esa gastada expresión, y sus opiniones sobre temas políticos (así como sobre literatura, cultura y arte) son un elemento fijo de la vida intelectual de esta parte del mundo. Sus escritos son siempre elegantes e inteligentes, y siempre reflejan un determinado punto de vista, que es el de un liberal clásico. En efecto, probablemente sea hoy en día el más prominente expositor de este punto de vista en la lengua española.2
Los primeros tres capítulos de este libro contienen las “Conferencias Richard Ellmann sobre Literatura Moderna", que el autor dictó en Emory University en el 2006. Estas conferencias versan sobre “Tres Maestros” de las letras hispanas: Miguel de Cervantes, Jorge Luis Borges, y José Ortega y Gasset. Los capítulos sobre Cervantes y Borges, como era de esperarse, tienen que ver mayormente con temas literarios, pero en el capítulo sobre Ortega se enfatiza el pensamiento político, y aquí Vargas Llosa agrega lo que a muchos podría parecer un giro inesperado, argumentando que el casi olvidado filósofo español debería ser considerado como una figura clave en el desarrollo de la tradición liberal. Sin duda es cierto que a Ortega poco le interesaban los asuntos económicos, y esta era una deficiencia de su análisis de la problemática social, pero el mismo Vargas Llosa ha señalado muchas veces que el liberalismo clásico no se reduce únicamente a una defensa de la economía de mercado:
El pensamiento liberal contemporáneo tiene mucho que aprovechar de las ideas de Ortega y Gasset. Ante todo, redescubrir que, contrariamente a lo que parecen suponer quienes se empeñan en reducir el liberalismo a una receta económica de mercados libres, reglas de juego equitativas, aranceles bajos, gastos públicos controlados y privatización de las empresas, aquél es, primero que nada, una actitud ante la vida y ante la sociedad, fundada en la tolerancia y el respeto, en el amor por la cultura, en una voluntad de coexistencia con el otro, con los otros, y en una defensa firme de la libertad …. La libertad económica es una pieza maestra, pero de ningún modo la única, de la doctrina liberal. Debemos lamentar, desde luego, que muchos liberales de la generación de Ortega lo ignoraran. Pero no es menos grave reducir el liberalismo a una política económica de funcionamiento del mercado con una mínima intervención estatal …. La doctrina liberal es una cultura en la más ancha acepción del término, y los ensayos de Ortega y Gasset la reflejan, de manera estimulante y lúcida, en cada una de sus páginas (pp. 68-69).3
Además de las Conferencias Ellmann, Wellsprings incluye cuatro capítulos adicionales —uno sobre el tema del nacionalismo, otro sobre diversos aspectos de la historia latinoamericana, y dos capítulos finales con comentarios sobre los escritos de dos pensadores que, según Vargas Llosa, tuvieron una influencia profunda y decisiva sobre su propio pensamiento político: Isaiah Berlin y Karl Popper.
Encuentros (y desencuentros) con la izquierda
Este libro ofrece por tanto un compendio de su pensamiento maduro sobre temas socio-políticos. El énfasis en la frase anterior debe ser sobre la palabra maduro, ya que, dado su prominente perfil actual como portavoz del liberalismo, es fácil olvidar hoy en día que Vargas Llosa fue una vez un típico “hombre de izquierda.” En efecto, como casi todos los intelectuales de su generación, en su juventud estuvo estrechamente vinculado con las causas izquierdistas, y fue un gran admirador de la revolución cubana.4 Esto se debía en parte al clima de opinión dominante en esa época, especialmente en Francia, donde pasó sus años formativos como joven escritor. Otro factor fue una personalidad que siempre exhibió una fuerte tendencia anti-autoritaria y el hecho de que, históricamente, el autoritarismo en América Latina por mucho tiempo estuvo asociado a regímenes de derecha.
Con el tiempo llegó a convencerse, sin embargo, de que la revolución armada no era una opción viable para el mejoramiento de las condiciones sociales en América Latina, y que la justicia social sólo podría alcanzarse mediante reformas graduales en el contexto de un régimen democrático.5 Por consiguiente, empezó a interesarse cada vez más por las condiciones para una democracia efectiva.6
En su obra narrativa, el cambio en su pensamiento político y social se refleja en dos importantes novelas de la primera mitad de los años ochenta: La guerra del fin del mundo (1981) e Historia de Mayta (1984).7 En ambas novelas el tema central es la miopía que impide que adversarios ideológicos puedan comprender los puntos de vista de sus oponentes. El propio Vargas Llosa posteriormente explicó (al comentar sobre Mayta) que llegó a darse cuenta de que todas las ideologías son ficciones, y que en lugar de proporcionar soluciones sólo estaban agravando los problemas:
Muchos jóvenes, muchos intelectuales, muchos políticos progresistas estaban usando la ideología, usaban estas ideas políticas que supuestamente describían la realidad, … , y de hecho sólo agregaban a la realidad un mundo puramente imaginario. Me parecía extraño que esta ficción, … , era una causa importante de violencia y brutalidad en América Latina; y que estas detalladas y complejas construcciones ideológicas, en las que se describía una sociedad, y luego se describía también otra sociedad ideal como meta que debería alcanzarse por medio de la revolución, … , eran, de hecho, un mecanismo que estaba destruyendo nuestras sociedades, creando mayores obstáculos al progreso real …. (Vargas Llosa, 1991, pp. 149-50).8
Caballero errante de la imaginación liberal
Vargas Llosa atribuye una buena parte de su cambio de enfoque a la influencia de Isaiah Berlin y Karl Popper, autores que empezó a leer y estudiar seriamente a fines de los años 70’s y comienzos de los 80’s. Como ya se mencionó, dos de los capítulos más largos de Wellsprings están dedicados a una discusión de estos filósofos y la influencia que tuvieron sobre su pensamiento. Una de las cosas que más admira de Berlin, nos dice, es su escepticismo respecto de respuestas finales para los problemas del mundo:
Una constante en el pensamiento occidental es creer que existe una sola respuesta verdadera para cada problema humano y que, una vez hallada esta respuesta, todas las otras deben ser rechazadas por erróneas. Creencia complementaria de la anterior y tan antigua como ella, es que los más nobles ideales que animan a los hombres —justicia, libertad, paz, placer, etc.— son compatibles unos con otros. Para Isaiah Berlin estas creencias son falsas y de ellas han derivado buena parte de las tragedias de la humanidad. De este escepticismo, el profesor Berlin extrae unos argumentos poderosos y originales en favor de la libertad de elección y del pluralismo ideológico (p. 139).9
El capítulo sobre Popper empieza con una afirmación categórica: “Para Karl Popper la verdad no se descubre: se inventa” (p. 160), lo que podría parecer una formulación extrema de una teoría que de hecho es bastante compleja y matizada, aunque Vargas Llosa argumenta su tesis con su elegancia acostumbrada. Lo que este ensayo dice acerca de Popper, sin embargo, no es tan interesante como lo que dice acerca del propio Vargas Llosa. El énfasis popperiano sobre “falseabilidad”, el papel de la crítica, y la aceptación provisional (pero nunca incondicional) de las hipótesis científicas claramente tuvo un importante impacto sobre la manera en que Vargas Llosa entiende el mundo:
La teoría de Popper sobre el conocimiento es la mejor justificación filosófica del valor ético que caracteriza, más que ningún otro, a la cultura democrática: la tolerancia. Si no hay verdades absolutas y eternas, si la única manera de progresar en el campo del saber es equivocándose y rectificando, todos debemos reconocer que nuestras verdades pudieran no serlo y que lo que nos parecen errores de nuestros adversarios pudieran ser verdades (pp. 165-66).10
De este modo, tanto el pluralismo berlineano como la incertidumbre popperiana sirven como antídotos para el dogmatismo y el fanatismo, los grandes enemigos de la libertad en la cosmovisión vargasllosiana. Estos son ensayos interesantes y perspicaces sobre dos importantes pensadores liberales, escritos por un maestro de la prosa moderna. No obstante, es interesante notar que en este libro escrito por un novelista, la defensa más apasionada de la libertad como valor intrínseco no proviene de un filósofo sino, muy apropiadamente, de otro novelista: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” (Cervantes, Don Quixote, citado en pp. 23-24).
Mario Vargas Llosa fue una vez descrito como “el caballero errante de la imaginación liberal” (Martin, 1987). Es bueno saber que la tradición liberal en las letras españolas —tradición que se remonta a los tiempos de Cervantes— aún se mantiene viva.
Notas
1. Hemos editado el ensayo original, colocando la cita de Pamuk en español. Aquí está la cita en inglés: “If one reads all his work, beginning with his first novels, one can see that Vargas Llosa has always preferred brilliant realists and mocking moderates to utopians and fanatics” (Pamuk, 2007, p. 172).
2. La obra ensayística de Vargas Llosa es enorme. La mayor parte de ella está recogida en los tres volúmenes de Contra viento y marea (1986, 1990), y en Desafíos a la libertad (1994), El lenguaje de la pasión (2000) y La verdad de las mentiras (2002). Su más reciente colección, Sables y utopías (2009), reproduce algunos ensayos publicados previamente en las colecciones anteriores, pero también incluye varios textos nuevos.
3. La versión en español del texto citado proviene del ensayo original, publicado en la revista Letras libres (Vargas Llosa, 2006, p. 24).
4. La distancia entre sus antiguas y actuales convicciones ideológicas es muy evidente en las contrastantes evaluaciones de un texto “canónico” de la izquierda revolucionaria —el “Diario” del Che Guevara—, la una escrita en 1968, la otra 25 años después: “Si la revolución latinoamericana se lleva a cabo por el método concebido por el Che y pasando por las etapas que él previó, el Diario será un documento extraordinario, la relación histórica del momento más difícil y heroico de la liberación continental. Si la revolución no se realiza, … , el Diario perdurará como testimonio de la más generosa y osada aventura individual intentada en América Latina” (Contra viento y marea, vol. 1, p. 214). Eso fue entonces. Ahora, Vargas Llosa piensa que la teoría del “foco” del Che “no funcionó en ninguna parte”, y sólo sirvió para que “millares de jóvenes que la adoptaron y pretendieron materializarla se sacrificaran trágicamente y abrieran la puerta de sus países a despiadadas tiranías militares”. El ejemplo y las ideas del Che “contribuyeron más que nada a desprestigiar la cultura democrática y a arraigar en universidades, sindicatos y partidos políticos del Tercer Mundo el desprecio de las elecciones, del pluralismo, de las libertades formales, de la tolerancia, de los derechos humanos, como incompatibles con la auténtica justicia social. Ello retrasó por lo menos dos decenios la modernización política de los países latinoamericanos” (Desafíos a la libertad, p. 158).
5. Sobre los eventos y circunstancias que explican su gradual desencanto con el socialismo “real", y sus tirantes relaciones con la izquierda latinoamericana durante esta etapa de su vida (finales de los años 60’s y comienzos de los 70’s), véase Kristal (2001).
6. Este interés no fue meramente intelectual o académico. Durante los años 80’s se involucró personalmente en la militancia política, al grado de presentarse como candidato a la presidencia del Perú en las elecciones de 1990. Fue derrotado por Alberto Fujimori, quien posteriormente impuso una de las dictaduras más brutales y corruptas de la historia de ese país. La pérdida para los peruanos fue un beneficio para el mundo, sin embargo, ya que al parecer Vargas Llosa quedó “curado” del bicho del activismo político, y su producción literaria desde entonces ha continuado imparable. Los libros y ensayos han brotado de su pluma en un flujo constante, y su bibliografía incluye una notable memoria política, El pez en el agua (1993), que relata con lujo de detalles las venturas y desventuras de su campaña electoral.
7. Algunos críticos sostienen que el cambio se nota mucho antes, en la diferencia entre el tono sombrío de las novelas de los años 60’s que establecieron su reputación como literato —La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966) y Conversación en la catedral (1969)— y el tono humorístico de las novelas de los 70’s —Pantaleón y las visitadoras (1973) y La Tía Julia y el escribidor (1977). Omaña (1987), por ejemplo, señala que “los mundos narrados en sus tres primeras novelas son diferentes de los de sus últimas obras. En ello se nota también el cambio sufrido por el escritor debido a las nuevas posiciones ideológicas que ha asumido …. En la etapa inicial predominan mundos caóticos, corrompidos, inmorales, falsos, aniquilantes; mundos que no ofrecen solución ni esperanza” (pp. 141-42). Tía Julia y Pantaleón, en cambio, corresponden “a una concepción del mundo en el que ya no es importante el cuestionamiento frontal de los valores o desvalores de la sociedad, que sigue siendo tan corrompida y corruptora como antes; ni hay denuncia de las clases dominantes, ni críticas a las formas de funcionamiento de las instituciones sociales. Ahora lo que prevalece es una concepción del mundo en el que hay cierta complacencia con el estado de cosas actual, que sigue siendo tan caótico como antes” (p. 150). Es innegable que las novelas post-Catedral son menos pesimistas y mucho más “risueñas” que las anteriores, y esto podría haber reflejado el “aburguesamiento” del autor, como sostienen los críticos de izquierda, aunque no hay evidencia de esto en sus pronunciamientos sobre temas políticos en esta época —véase, por ejemplo, Contra viento y marea, vol. 1, pp. 298-99 y Vargas Llosa (1978). Kristal (1997) probablemente tiene razón cuando argumenta que estas novelas reflejan la transición en la ideología política de Vargas Llosa, de una postura abiertamente pro-socialista en los años 60’s, a una posición mucho más matizada, que si bien era crítica de muchos aspectos de la opción de izquierda, no implicaba aún un rechazo frontal: “ … los años setentas fueron para Vargas Llosa una época de ambivalencia política: le incomodaba el socialismo, pero todavía no lo quería abandonar …. [En] Pantaleón y las visitadoras al igual que en La Tía Julia y el escribidor, dejó que los temas políticos en sus novelas permanecieran vagos y graciosos. Vargas Llosa se sentía inseguro acerca de sus propias convicciones políticas y por tanto aún no estaba preparado para establecer una relación directa entre el fanatismo y las utopías, o para explorar temas que hubieran chocado con su menguante convicción de que la sociedad capitalista debería ser erradicada a fin de establecer el socialismo” (pp. 52, 57). Cuando le tocó escribir sus siguientes dos novelas, en cambio, ya estaba plenamente dispuesto a establecer la “relación directa” a la que alude Kristal.
8. “[Raymond] Williams: ¿Qué pasó con ese joven intelectual peruano que recuerdo de 1966, ese Mario Vargas Llosa que públicamente apoyaba a los movimientos guerrilleros como la posibilidad de cambio en el Perú? ¿Cómo ve ahora a ese Vargas Llosa?
Vargas Llosa: Bueno, yo estaba totalmente inmerso en ese entusiasmo colectivo que la revolución cubana había generado entre nosotros. Esa era la situación. Y sí, reconozco que soy también responsable. El problema es que en el Perú en ese momento era imposible imaginar que este concepto de violencia como instrumento de cambio social podría llevar, veinte años después, a un fenómeno como Sendero Luminoso. Esto es violencia abstracta, terror ciego. Por consiguiente, si aún crees que la violencia es la solución, debes aceptar el terror ciego. Existen intelectuales y artistas en el Perú que apoyan a la violencia” (Williams, 1987, pp. 205-06).
9. La versión en español del texto citado proviene del ensayo original, publicado en Contra viento y marea, vol. 2, p. 264. Sobre Berlin véase también Desafíos a la libertad (pp. 49-54) y Vargas Llosa (2000a).
10. La versión en español del texto citado proviene del ensayo original, publicado en la revista Vuelta (Vargas Llosa, 1992, p. 25). Sobre Popper véase también Vargas Llosa (1993a).
Referencias:
Kristal, Efraín. 1997. “Captain Pantoja and the Special Service: A Transitional Novel", Review of Contemporary Fiction, 17 (Spring): 52-57.
Kristal, Efraín. 2001. “La política y la crítica literaria: El caso Vargas Llosa”, Perspectivas, 4: 339-51.
Martin, Gerald. 1987. “Mario Vargas Llosa: Errant Knight of the Liberal Imagination”, en John King, ed., On Modern Latin American Fiction, pp. 205-33. New York: Farrar, Strauss and Giroux.
Omaña, Balmiro. 1987. “Ideología y texto en Vargas Llosa: Sus diferentes etapas”, Revista de crítica literaria latinoamericana, 26: 137-54.
Pamuk, Orhan. 2007. “Mario Vargas Llosa and Third World Literature”, en Other Colors: Essays and a Story, pp. 168-73. New York: Alfred A. Knopf.
Vargas Llosa, Mario. 1963. La ciudad y los perros. Barcelona: Seix Barral.
Vargas Llosa, Mario. 1966. La casa verde. Barcelona: Seix Barral.
Vargas Llosa, Mario. 1969. Conversación en la catedral, 2 vols. Barcelona: Seix Barral.
Vargas Llosa, Mario. 1973. Pantaleón y las visitadoras. Barcelona: Seix Barral.
Vargas Llosa, Mario. 1977. La tía Julia y el escribidor. Barcelona: Seix Barral.
Vargas Llosa, Mario. 1978. “Social Commitment and the Latin American Writer”, World Literature Today, 52 (Winter): 6-14.
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Vargas Llosa, Mario. 1986a. Contra viento y marea, I (1962-1972). Barcelona: Seix Barral.
Vargas Llosa, Mario. 1986b. Contra viento y marea, II (1972-1983). Barcelona: Seix Barral.
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