Futbol y ética

Alejandro Tagliavini considera que la intromisión del estado en el popular deporte genera incentivos para un comportamiento poco ético en la cancha.

Por Alejandro A. Tagliavini

"Ningún argentino nos dio tantas alegrías como él" dijo la presidente argentina refiriéndose al Director Técnico de la selección, Diego Armando Maradona, después de su sonado fracaso. Ahora, ¿sus hijos no son argentinos? o ¿esta frase es pura demagogia, para enardecer a las masas? Sea como sea, al fútbol le falta ética.

De paso, digamos que el equipo argentino, que tiene excelentes individualidades, fracasó como organización. Todo el fútbol en el país está en decadencia debido a la intervención estatal. Por caso, el programa "Fútbol gratis para todos" que estatizó la difusión por televisión, en los primeros diez meses lleva perdidos $140 millones y solo 250.000 hogares han visto los juegos, es decir, que el costo mensual por hogar llega a cerca de $56 cuando los operadores de cable privado cobraban unos $6. Por el contrario, el fútbol de Europa, mucho más privatizado, siguió aumentando sus ingresos, según Deloitte, llegando a los €15.700 millones en la temporada 2008-2009.

Recordaba Peter Singer, de la Universidad de Princeton, que finalizando el primer tiempo del partido de octavos de final entre Inglaterra y Alemania, el inglés Frank Lampard hizo un remate que pegó en el horizontal rebotando dentro del arco, pero el árbitro no lo vio. Finalizado el juego, el arquero alemán, reconoció que el gol había ocurrido y que él, en lugar de ser honesto, intentó disimularlo.

Aquel famoso gol de Maradona, en el partido contra Inglaterra en el Mundial de México de 1986, fue anotado "un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios" reconoció Diego Armando y admitió haber actuado para engañar al árbitro. En noviembre pasado, en el partido clasificatorio para el Mundial entre Francia e Irlanda, el francés Thierry Henry usó la mano para controlar la pelota y pasarla a un compañero, que anotó el gol decisivo.

Suele decirse que esta falta de ética se origina en la feroz competitividad a raíz de las grandes sumas de dinero que se manejan, pero esta, en todo caso, es una explicación parcial. En cricket por ejemplo, continúa Singer, si un bateador golpea la bola y uno de los jugadores de campo la atrapa, ese bateador queda fuera. Pero puede ocurrir que la bola apenas roce el bate y el árbitro no lo advierta. El bateador sabe y, tradicionalmente, "caminaba" (salía del campo) si sabía que estaba fuera.

Algunos todavía lo hacen. El australiano Adam Gilchrist "caminó" en la semifinal de la Copa Mundo del 2003 contra Sri Lanka, aunque el árbitro había dicho que no quedaba fuera. Su decisión sorprendió, pero ganó el aplauso de muchos aficionados, con lo que se hizo más popular y, por tanto, con posibilidades de ganar más dinero.

En el fútbol, los Estados suelen entrometerse mucho con regulaciones y dinero, con tal de usar su popularidad para ganar votos. Y en política importa ganar elecciones sin importar como. La actitud ética de un jugador, si lo lleva a la derrota, merecerá la condena de los políticos que lo que necesitan es un equipo campeón, sí o sí, para sacarse la foto con ellos.

Por dar un ejemplo de los fondos oficiales en juego, mil millones de dólares le destinó Chávez a la Copa América de fútbol, en el 2007, mucho menos importante que el Mundial y en un país donde éste no es el deporte más popular. Maracaibo estaba saturada por publicidad de la Copa, con la imagen del alcalde chavista, muchas veces acompañado por el presidente de Venezuela. Y, por cierto, la estatal TVES fue la televisora oficial.

Ahora se discute el uso de tecnología para revisar las decisiones arbitrales. Pero, ese no es el punto. Mientras el deporte esté en manos del mercado, de las personas, tiene grandes oportunidades de ser ético. Pero en la medida en que esté manejado y financiado por los políticos, que no manejan sus propios fondos sino los que coactivamente le quitan a las personas por vía impositiva, difícilmente prospere otra cultura que no sea la de ganar o ganar.