Un breve comentario acerca de la legalización de las drogas
Iván Cachanosky indica que la alternativa de legalizar las drogas no es perfecta "pero si más eficiente que prohibir el consumo de estupefacientes".
Por Iván Cachanosky
La postura a favor de legalizar los estupefacientes ha recibido los más potentes ataques y reproches. Las embestidas contra esta postura no son solo profundas sino también de los más variados; podemos observar argumentos basándose en una postura ética como por ejemplo: “no hay que legalizar la droga porque es malo para las personas mismas”.
O podemos ver otros argumentos con un tinte más económico como podría ser: “Si se legalizarán las drogas la sociedad tiende a degradarse; lo cual conlleva a una reducción del PBI”. Por supuesto también están quienes vinculan la prohibición de las drogas por el canal de la justicia, sugiriendo que los estupefacientes llevan al delito.
Como punto de partida, lo primero a cuestionarnos en este debate es el acto ético o no ético de la persona que se droga. El Dr. Alberto Benegas Lynch (h) en su libro La Tragedia de la drogadicción señala repetidas veces que no se puede “criminalizar lo que no es un crimen”. Este punto es la base del análisis. Una persona que comete el acto de drogarse y luego se encierra en su hogar y despierta al día siguiente no cometió ningún delito. Podemos observar, como muy bien marcó el Dr. Benegas Lynch (h), en este ejemplo hubo un acto pero no un crimen.
Desde luego que existe la posibilidad y el riesgo de que una persona al consumir un estupefaciente dañe derechos de terceros ya sea un robo, asesinato, violación y otros delitos graves. Hay que entender que la legalización de las drogas no es una solución perfecta, pero si más eficiente que prohibir el consumo de estupefacientes.
Entre las grandes ventajas de la legalización de los estupefacientes podemos observar que la corrupción bajaría, tanto a nivel individual como a nivel país. Al encontrarse prohibida el consumo y tenencia de drogas sus precios se elevan generando incentivos para manejarse en el mercado negro. El dinero que llegan a manejar las drogas es tan alto que los actos de corrupción están al alcance de los traficantes. No solo ha habido casos de individuos que se dejaron seducir por la corrupción, sino que también policías, es decir, individuos de la justicia y aún mas grave, los países pueden aprovechar la corrupción de las drogas. No debemos ignorar que al prohibir este producto, sus precios se disparan fuertemente, debido a poseer una demanda del tipo inelástica, que la corrupción entra fácilmente en juego.
Siguiendo un análisis similar, ¿son las drogas las que generan el delito? O, ¿es la prohibición, que al elevar tanto los precios y al tratarse de un bien del tipo adictivo, genera que los adictos salgan a robar para poder saciar su vicio? Es importante recordar, que las drogas generan adicción, de ahí que su demanda sea inelástica, por lo tanto el elevar el precio no conseguirá disminuir el consumo. Por lo tanto, si el precio de los estupefacientes en un mercado libre se encuentra en el punto “A” y en un mercado prohibido se encuentra en un punto “B” siendo “B” mayor a “A”, entonces los adictos que tienen acceso económico para poder comprar los estupefacientes al precio “A” pero no de “B”, no saldrían a robar como en el caso de encontrarse el precio en un punto “B”. Por supuesto que esto no se aplica para todos los individuos. Habrá adictos que a pesar de no poder saciar su vicio no saldrán a robar a la calle.
Desde un punto de vista más económico, no debemos olvidarnos que la eterna guerra contra las drogas requiere un fuerte gasto en recursos. El costo de oportunidad de los recursos se vuelve cada vez más alto al no obtener los resultados esperados. Año tras año se gastan cada vez mas dinero en combatir las drogas y sin embargo no se logra disminuir el consumo. ¿Será este el medio adecuado? Si esa cantidad de dinero se utilizará en educación para combatir las drogas tal vez el resultado sea otro. Los adictos poseen un problema, es mejor ayudarlos que ahuyentarlos. Además, en los países como Holanda y dentro de EE.UU. en estados como Alaska o incluso Oregón, que son los más cercanos a un mercado liberalizador son los países con menores índices de consumo. Cabe destacar la diferencia entre consumidor y adicto en el análisis estadístico sobre el consumo, ya que un consumidor pudo haber sido una persona que consumió una o dos veces o que consume una vez por mes y no ser un adicto ni generar algún tipo de delito. El enfoque o el segmento que preocupa tanto a la postura a favor de la legalización como a la de prohibir es el de los adictos.
Por último, otro punto a tener en cuenta es la relación de las drogas con las medicinas. Hoy en día se analiza en algunos estados de EE.UU. legalizar las drogas para fines medicinales. No es casualidad que antes las drogas y el alcohol eran vistos como medicina y no como “frutos prohibidos”. Tampoco es casualidad que varios médicos y psiquiatras reconocidos afirman que de usarse las drogas con fines medicinales se lograrían resultados muchos más efectivos y de los más variados. Además, al estar legalizadas, surgirían espontáneamente empresas privadas que se dedicarían a controlar la calidad de los estupefacientes para trabajar en conjunto con la medicina y brindarle un mejor servicio y mejor información al consumidor.
En conclusión, en un lado de la balanza tenemos a la guerra contra las drogas bajo la postura de prohibición pero sin lograr los resultados esperados. En el otro lado de la balanza podemos ver mejorías en la corrupción; en el delito; en el consumo; gasto en recursos que de ser correctamente utilizados de otra manera que brindarían una mayor productividad al país; en la medicina y sobre todo con el valor ético y moral a su favor. Citando nuevamente al Dr. Benegas Lynch (h) “No criminalizar lo que no es un crimen”.
Referencias:
- Benegas Lynch, Alberto (h). 2006. La Tragedia de la Drogadicción: Una propuesta. Ed. Lumiere.
- Sorman, Guy. 1993. The Immigrant and the Drug Addict. Ed. Vikas.
- Szasz, Thomas. 1992. Our Right to Drugs. 1996 ed. Syracuse.