¿Rediseñar el Medio Oriente?

Por Stanley Kober

La guerra en Irak rediseñará el mapa del Medio Oriente. La administración Bush ha proclamado su intención de establecer a Irak como un modelo para la transformación regional hacia la democracia. Dicho proceso está diseñado, en parte, para facilitar la resolución del conflicto en Israel. "Viejos patrones del conflicto en el Medio Oriente pueden ser rotos si todos los involucrados renuncian a la amargura, al odio y a la violencia y se enfocan en el serio trabajo del desarrollo económico, la reforma política y la reconciliación", declaró el presidente Bush el 26 de Febrero. "Estados Unidos aprovechará la oportunidad en búsqueda de la paz. Y el final del actual régimen en Irak creará dicha oportunidad."

Esta es una visión atrevida, e incluso sus proponentes la comparan con el rediseño del mundo después de la Segunda Guerra Mundial cuando Estados Unidos transformó a Alemania y a Japón. Al invocar dichos precedentes, la administración Bush y sus seguidores no sólo están demostrando la posibilidad de tal transformación, también están enfatizando su dificultad. Sin embargo, la historia no se repite de igual manera, y las diferencias entre las dos situaciones debe ser escudriñada.

Una diferencia en particular sobresale: el apego a la tierra. La reconciliación entre Estados Unidos y sus derrotados enemigos después de la Segunda Guerra Mundial fue posible gracias a que los norteamericanos no codiciaban sus tierras. Seguramente Estados Unidos no anda detrás del territorio de Irak o cualquier otro país árabe. Pero si va a haber reconciliación entre Israel y los palestinos, el factor emocional de la tierra tiene que ser resuelto, porque ambos bandos creen poseer derechos sobre el mismo territorio.

Para los israelitas, este derecho radica en el legado bíblico. Cuando se le preguntó sobre los territorios ocupados, Daniel Ayalon, antiguo asesor del Primer Ministro Ariel Sharon y ahora embajador en Estados Unidos, contestó que "Dios nos ha dado esta tierra. Los territorios a los que Usted se refiere son el lugar de nacimiento de la nación de Israel. Aquí fue donde nuestro país fue construido hace 4.000 años, por lo tanto, no somos ocupantes." Algunos seguidores prominentes de Israel han hecho eco de este punto de vista. "Nuestra reinvidicación sobre esta tierra—a la cual nos hemos aferrado por 2000 años—es legítima y noble", afirma un reporte preparado en 1996 por un equipo de estudio encabezado por Richard Perle, quien fuera el jefe de la Junta de Política de Defensa del Pentágono. "Sólo la aceptación incondicional de nuestros derechos por parte de los árabes, especialmente en su dimensión territorial, 'paz por paz', constituye una base sólida para el futuro."

Para los palestinos, su derecho a la tierra radica en el derecho a regresar, el cual ha sido prometido por sus líderes, y el cual se encuentra contenido en una resolución 194 de la ONU (Diciembre 1948). Hasta donde entendemos, la resolución de la ONU no es obligatoria y está abierta a ser interpretada, y los negociadores palestinos le han reasegurado a sus contrapartes israelitas que cualquier derecho a regresar tendría que estar limitado de tal manera que no altere el balance demográfico dentro de Israel. Sin embargo, el problema es que para el pueblo palestino el derecho a regresar es tan sólo eso—un derecho, no un privilegio—y por lo tanto no puede ser comprometido. Cuando el Dr. Sari Nusseibeh, representante de la Organización para la Liberación Palestina en Jerusalén (hasta Diciembre del 2002), visitó recientemente una universidad palestina para explicar la necesidad de comprometer el derecho al regreso, los estudiantes lo acusaron de traidor y lo obligaron a abandonar el lugar. Los sentimientos de los estudiantes parecen ser compartidos por los miembros de la diáspora palestina que se han integrado a las sociedades Occidentales. "Hombres como Nusseibeh ofrecen una solución sin justicia", escribe Jaffer Ali, un palestino-estadounidense, en el Jordan Times. "Los palestinos deben rechazar este mundo frío que premia la conveniencia sobre los derechos humanos."

Por lo tanto, al igual que los judíos que regresaron a Israel luego de siglos de dispersión sintieron que ellos tenían un derecho sobre la tierra, también los palestinos se sienten de igual forma. De hecho, el lenguaje de derechos, el cual apuntala nuestro entendimiento de la sociedad civil en una democracia, también es un lenguaje de guerra. Cuando los Fundadores de Estados Unidos declararon la independencia, lo hicieron para proteger los derechos fundamentales, los cuales creían que habían sido violados por los británicos. Una vez que la gente empieza a hablar de sus derechos, dejan de hablar sobre compromisos políticos. Un derecho debe ser garantizado en su totalidad, o no es verdaderamente un derecho. Incluso la disposición de recibir compensación a cambio de renunciar al lugar de nacimiento es condenada como deshonrosa en la historia bíblica de Esau.

Estados Unidos se topará con muchos problemas en las postrimerías de su guerra contra Irak. No debería existir ninguna ilusión de que traer democracia al Medio Oriente, por sí sola, cambiará la convicción de la gente en cuanto a la santidad de sus derechos fundamentales. Y siempre y cuando el conflicto involucre una confrontación de derechos irreconciliables, está destinado a perdurar.

En 1913, el Carnegie Endowment for International Peace preparó un reporte sobre las Guerras de los Balcanes que precedieron a la Primera Guerra Mundial. El reporte declaró que, en parte, "No sólo los ejércitos hacen la guerra sino las mismas naciones... [l]as poblaciones se masacran mutuamente y se persiguen con una ferocidad aumentada por el conocimiento mutuo y los viejos odios y resentimientos que comparten." La presencia de tropas estadounidenses para el mantenimiento de la paz en los Balcanes casi un siglo después provee una advertencia del grado de compromiso que Estados Unidos podría estar asumiendo mientras se prepara para rediseñar al Medio Oriente.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.