La falacia de la ventana rota

Robert Bottome y Norka Parra consideran que la expropiación de unos terrenos en la zona industrial de Barquisimeto (Venezuela) obedece a la creencia de que destruir riqueza, de alguna manera, es bueno para la economía.

Por Robert Bottome y Norka Parra

Norka Parra es analista de VenEconomía.

El mes pasado, el presidente Hugo Chávez se encaprichó en unos terrenos de la zona industrial de Barquisimeto, ordenando su inmediata expropiación y desalojo. Para "facilitar" ese mandado presidencial, el Concejo Municipal de la localidad, dominado por el oficialismo, aprobó el cambio de zonificación de unos 213.000 metros cuadrados de terrenos, donde funcionan los depósitos y el parque recreacional de Empresas Polar, además de otras industrias, oficinas y depósitos.

Ese capricho presidencial esconde una especie de guerra de guerrillas en contra del sector productivo venezolano y, en este caso, directamente contra la Empresas Polar, por los "pecados" de generar empleos productivos y satisfacer a cabalidad la demanda de sus clientes, ofreciendo productos de primera calidad.

Así Chávez hará que en el estado Lara se pierdan unos 3 mil puestos de trabajo y más de diez industrias quedarán a la deriva, teniendo que cerrar o mudar sus fábricas.

Esa situación nos recuerda la "Parábola del cristal roto", descrita en 1850 por el economista francés Claude Frédéric Bastiat. En "Lo que vemos y lo que no vemos" Bastiat narra que cuando un niño rompió la ventana de un comercio, quienes lo vieron —en vez de repudiar la acción del muchacho— consideraron que se beneficiaba la comunidad porque cuando el comerciante cambie el vidrio roto se beneficia el cristalero y también el panadero, porque entonces el cristalero tendrá dinero para comprar pan. También se beneficia el zapatero, pues aquellos dos podrán entonces comprar zapatos. Así, un cristal roto beneficia a toda la sociedad.

Sin embargo, Bastiat desmorona esos supuestos beneficios al explicar que el cristal roto tiene un costo escondido y que la falacia se origina al considerar sólo los beneficios de vender una nueva ventana, mientras se ignora el costo para el comerciante. Sostiene Bastiat que si el comerciante no se hubiera visto obligado a gastar su dinero en la ventana nueva, podría haber comprado pan, zapatos e incluso un libro. Es decir, habrían resultado beneficiados no sólo el panadero y el zapatero sino varios otros miembros de la comunidad. La ventana rota, en realidad, no produjo ningún beneficio neto a la comunidad.

Algo similar sucederá en Lara: los empresarios tendrán que invertir para poder levantar sus industrias en otros lugares, donde actualmente no hay servicios ni infraestructura, en vez de invertir ese dinero en producir más, crear nuevos productos y generar más empleo.

Y al no aceptar el gobierno la oferta de Polar de venderle un terreno más grande en una zona residencial de Barquisimeto, no sólo está retrasando el supuesto proyecto gubernamental de construir nuevas viviendas, sino que tendrá que invertir en servicios e infraestructura para hacer habitable la zona expropiada.

A fin de cuentas privó de nuevo el capricho de uno, sin aportarle beneficio neto a nadie.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
© Todos los derechos reservados. Para mayor información dirigirse a: AIPEnet