Peruano eminente: Pedro G. Beltrán (1894-1979)
Arturo Salazar Larraín reseña la vida de Pedro G. Beltrán, quien había refundado el diario La Prensa. Salarzar asevera que su vida fue "un abierto desafío a la dictadura".
Este ensayo es un capítulo del libro Veinte peruanos del siglo XX (2008, Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas) compilado por Pedro Cateriano Bellido. Aquí puede obtener el ensayo en formato PDF y aquí puede adquirir el libro completo.
La paradoja nacional
Pedro G. Beltrán murió a los ochenta y cinco años de edad. Su sepelio, como su propia vida, constituyó también un abierto desafío a las dictaduras gobernantes. En esa oportunidad no fue él, sino los trabajadores de La Prensa (que había refundado y revolucionado), quienes desafiaron al gobierno militar sacando el féretro de Beltrán de la iglesia donde se velaba para llevarlo, en hombros y por las calles de la ciudad, hasta el local del diario, entre aplausos de los sorprendidos transeúntes.
¿Cómo es que una persona, a la que en el Perú se había pintado con los peores colores que uno pueda imaginar (cavernario, golpista, decimonónico y hambreador, entre otros), merecía semejante homenaje de los peruanos? Para entender esa paradoja nacional solo cabe una explicación: a Beltrán lo conocían quienes lo trataban y escuchaban; lo desconocían, en cambio, quienes, con facilidad y hasta complacencia, recogían aquellas versiones que la pasión personal, o el antagonismo político, suelen fabricar febrilmente en nuestro país.
El propio Beltrán contribuyó a esa «leyenda negra» al negarse sistemáticamente a responder los ataques y las versiones antojadizas que sus antagonistas, de la izquierda y de la derecha, le achacaron constantemente, sin obtener de él respuesta alguna. Don Pedro justificaba esa conducta mediante el siguiente raciocinio: «Si yo me dedico a contestar las versiones caprichosas y los infundios de los que no me quieren, gasto mi tiempo en contestar lo que ellos quieren que conteste, dejando de lado lo que yo quiero y debo contestar y hacer».
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