Ecuador, de la retórica a la realidad
Franklin López Buenaño comenta cómo le sigue yendo bien en las encuestas a Rafael Correa, a pesar de evidencias de que su proyecto político fracasa en desarrollar al país.
Tuve ocasión de conversar con un amigo, quien me sorprendió por su apoyo a Rafael Correa. Según mi amigo, el presidente del Ecuador está haciendo un buen gobierno y era hora de ponerle fin al “imperialismo yanqui” y a su lacayo Álvaro Uribe. Ve con muy buenos ojos que los “ricos” están ahora pagando impuestos y los pobres mejoran su condición. Dice que la imposición de aranceles es necesaria para reducir importaciones de bienes suntuarios. Que la democracia participativa, impulsada por la Constitución de Montecristi, es un paso al frente para corregir los males de la democracia representativa. Aunque deplora el estilo agresivo y autoritario de Correa, cree que debe serlo para gobernar un país fundamentalmente ingobernable. No me deberían sorprender sus afirmaciones porque ser “socialista” es ser “bueno” y la ideología se impone a la razón.
Decidí entonces confrontar a mi amigo con la realidad y ver si cambiaba de opinión. Le pregunté, ¿crees que ahora renace el nuevo Ecuador, pues antes estaban los malos y ahora están los buenos, los de corazones ardientes, los de manos limpias, los de mentes lúcidas? Me respondió que sí, que se está llevando a cabo un “proyecto político” que impulsará un sistema equilibrado, sin los defectos del capitalismo salvaje o del comunismo soviético. En otras palabras, la larga noche neoliberal está quedando atrás para dar paso a una sociedad justa, progresiva y realmente democrática. Creo que ningún ministro ecuatoriano se hubiera expresado con tanto fervor sobre la “revolución ciudadana”. Esa es la retórica que el diccionario define como el arte y la técnica de hablar y escribir con eficacia y corrección para deleitar al público y convencerlo. Pero en Ecuador la retórica está muy lejos de la realidad y asusta ver que gente inteligente, como mi amigo, no lo entiende.
La realidad es diferente. El ataque de Angostura no fue un asalto al Ecuador sino a las FARC que estaban operando en territorio ecuatoriano. No hubo “invasión” pues no fueron los ecuatorianos los agredidos. Por supuesto que afirmar eso nos convierte en “traidores”, pero si un ladrón se refugia en la casa de mi vecino y amenaza seguir con sus agresiones, ¿no es legítimo violar la propiedad de mi vecino para defenderme?
No hay ejemplos recientes del muy mentado “imperialismo”, a pesar de la exhibición del Libro Blanco que hizo Hugo Chávez. En el Ecuador casi no operan las multinacionales estadounidenses. No hay banca extranjera. Las operadoras de telefonía celular son intensamente reguladas. Durante años se denunció la deuda externa como lastre para el desarrollo e instrumento de dominio extranjero, entonces, ¿cómo se explica que el actual gobierno se haya endeudado en más de 2 mil millones de dólares en los últimos dos años?
Los impuestos, aranceles, aumento del sueldo mínimo y la obligación de afiliar a empleadas domésticas al seguro social sólo han logrado aumentar el desempleo y la informalidad. La fuga de capitales continúa. Hay muy poca inversión. Es verdad que el bono de la pobreza se ha incrementado, pero eso es una afrenta a la dignidad. Igual sucede con los subsidios. El desempleo aumenta la delincuencia. El ciudadano común se siente amenazado. Cunde el miedo y la desconfianza. Así no se construye una sociedad solidaria.
Si el gobierno ecuatoriano fuera tan bueno como mantiene su retórica, ¿por que defenderlo? Los comités de defensa, las manifestaciones frente al diario El Universo y las amenazas de clausura a Teleamazonas son intentos oficiales de encubrir su ineficiencia, despilfarros y corrupción. Este socialismo del siglo XXI se asemeja cada día más al fracasado socialismo del siglo pasado.
Pero no convencí a mi amigo. La propaganda pudo más. La fantasía de un mundo mejor, orquestada por los “buenos”, desafía a la razón. Los cantos de sirenas son más tentadores que las sirenas de bomberos y ambulancias que día tras día denuncian el descalabro de la revolución ciudadana. ¿Será por eso que las encuestas todavía favorecen con más del 50% a Rafael Correa?
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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