El fraude de la "justicia social"

Por Carlos A. Ball

Bajo el manto de "justicia social" los políticos disfrazan el reparto de privilegios a los grupos que los apoyan: sindicatos, maestros, campesinos, industriales, abogados litigantes, burócratas, ancianos, indígenas, etc. La popularidad de la "justicia social" en parte se debe a que no tiene una definición clara y precisa. Cada político la define según conviene para lograr apoyo a su proyecto de ley o la regulación de alguna actividad.

La expresión "justicia social" fue por vez primera utilizada por un sacerdote siciliano, Luigi Taparelli, en 1840 y pronto se la apropiaron las elites intelectuales que aspiraban conducir el mundo a la utopía del "socialismo científico", donde la razón y mentes privilegiadas regirían el universo. Ellos sabían mejor lo que realmente le convenía a la plebe ignorante. Así, la "justicia social" desde temprano estuvo ligada a la economía dirigida y planificada. Según los políticos en ejercicio, el individuo importa poco vis-a-vis el bien común. Al comienzo había mucho de buenas intenciones en el concepto de "justicia social", como por ejemplo que la gente acomodada ayudara a través de fundaciones caritativas privadas la adaptación de campesinos a los nuevos centros industriales. Pero el profesor Friedrich Hayek fue uno de los primeros en denunciar la "justicia social" cuando ésta dejó de ser una virtuosa y bondadosa decisión espontánea y personal de ayudar al prójimo para convertirse en imposiciones—desde las alturas del poder—de un ideal abstracto y manipulable.

Se creó una falsa imagen de la gente común como víctimas, ya que al haber víctimas tiene que existir un victimario. Así, el filósofo polaco Leszek Kolakowski, en su historia del comunismo escribió que el paradigma fundamental de esa ideología estaría para siempre garantizado porque el sufrimiento de uno es causado por opresores y las cosas malas que le suceden no son culpa de uno sino de los ricos de su país, o peor aún, de los ricos de ultramar. Claro, el remedio comunista, nazi y fascista para acabar con la injusticia social condujo a hambrunas y campos de concentración, infinitamente peores que el mal fantasmagórico inventado por intelectuales como excusa para detentar el poder.

En el tercer volumen de su obra Principales Corrientes del Marxismo (1978), Kolakowski escribe que "el marxismo actualmente ni interpreta ni cambia al mundo: es meramente un repertorio de consignas que sirven para organizar intereses variados".

Según Hayek: "Una de las grandes debilidades de nuestro tiempo es que no tenemos la paciencia ni la fe para crear organizaciones voluntarias con los fines que valoramos, sino que de inmediato le pedimos al gobierno que utilice la coerción (o fondos sustraídos coactivamente) para cualquier cosa que parezca deseable para muchos. Sin embargo, nada tiene peor efecto sobre la participación ciudadana que cuando el gobierno, en lugar de ofrecer meramente la estructura esencial para el crecimiento espontáneo, se vuelve monolítico y se encarga de todas las necesidades, las cuales en realidad pueden sólo ser satisfechas por el esfuerzo común de muchos".

Para Hayek, la justicia es siempre individual y "nada ha destruido más nuestras garantías constitucionales de libertad individual que el intento de alcanzar el espejismo de la justicia social". El mercado premia a quienes mejor satisfacen los requerimientos y necesidades de los consumidores y manipular los premios significa fomentar la ineficiencia y la pobreza misma. Ya vimos los logros de Stalin, Mao y Castro bajo el lema marxista "de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad".

La Constitución de Estados Unidos no autoriza al gobierno a confiscar la propiedad de un ciudadano para distribuir ayuda y beneficios a otros menos afortunados. Sin embargo, el concepto de "justicia social" se utiliza a diario en Washington para gastar la mayor parte del presupuesto federal. Entre los ancianos se concentra gran parte de la riqueza en Estados Unidos, pero los dos grandes partidos políticos se pelean en estos días para ver cuál logra concederles mayores beneficios en servicios médicos y en la adquisición de medicinas. Ese dinero, claro está, saldrá del bolsillo de la población joven y trabajadora, sector que participa proporcionalmente menos en los procesos electorales y que, por lo tanto, termina siendo menos merecedora de la "justicia social" distribuida por los políticos.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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