Bolivia: Ganar, a toda costa

Emilio J. Cárdenas describe el "traslado" de habitantes de Potosí hacia Pando dentro de Bolivia que está realizando el gobierno de Evo Morales para asegurarse el dominio político de Pando en las urnas.

Por Emilio J. Cárdenas

Evo Morales está dispuesto a dominar políticamente los departamentos de la llamada “media luna” opositora con distintas estrategias, algunas ya en marcha.

Todos los políticos bolivarianos tienen, es sabido, un discurso intemperante, único, altivo, rígido e inmodificable. Son por ello particularmente arrogantes y absolutamente intolerantes con el disenso. Desconocen el respeto y demonizan sin cesar a la oposición. Como si ello fuera poco, se especializan en manipular y falsear los resultados de las elecciones. Vaya descripción, pero es lo que se ve.

Uno de los más audaces líderes bolivarianos es ciertamente Evo Morales, para quien no hay otras normas, ni fronteras, que su propia voluntad. Ni otros parámetros éticos que los que le permiten concentrar y consolidar absolutamente todo el poder en su derredor. Ni otro Estado que no sea el MAS, su propio partido político.

Morales acaba de dar una prueba más de todo esto. La enésima. Una que, sin embargo, evidencia de un nivel de audacia absolutamente sin límites. En efecto, uno de los objetivos centrales inmediatos del todavía dirigente cocalero es el de dominar políticamente a aquellos departamentos que conforman la llamada "media luna" opositora, porque sus poblaciones no comulgan con su ideología marxista-leninista (no es una exageración, créase o no, en los tiempos que vivimos Evo Morales ha reconocido —orgullosa y públicamente— su pertenencia al marxismo-leninismo) ni con sus propuestas o, peor aún, se oponen a ellas.

El más fácil de someter de todos los departamentos en los que todavía prevalecen políticamente sus opositores es Pando. Y por aquello de que el valor espera y el miedo va a buscar, Morales está ya en marcha hacia ese objetivo.

Pando es un departamento territorialmente extenso, pero casi sin población. A punto tal, que en las elecciones de 2005 sólo concurrieron a las urnas —y votaron— 21.392 ciudadanos pandinos. Y que en el referendo constitucional de comienzos de este año, 14.995 votaron por rechazar la propuesta y sólo 10.403 por aprobarla. Para así alimentar ira y el resentimiento sin límites de un omnipotente Evo Morales.

Pando tiene una población escasa. De apenas unos 55.000 habitantes. En la misma se encuentran los descendientes de las tribus que primitivamente poblaban la zona: caripunas, carineños, pakawaras, tokanas y otras de perfil más bien amazónico. Con una superficie llana, aunque con suaves ondulaciones, Pando tiene unos 63.000 kilómetros cuadrados. Está emplazado en el norte mismo del país, recostado sobre el Brasil.

Es una zona fuertemente agrícola (produce maíz, cacao, café, yuca, arroz, castañas —producto éste que se exporta primordialmente al Brasil, con el nombre de “almendras del Brasil”—, goma y una interesante variedad de maderas de alta calidad). Hay allí, asimismo, actividad ganadera. Tiene también un rico potencial minero (oro, litio, bauxita y piedras preciosas).

Pando formó siempre parte del perfil norte del país que, en gran medida se perdiera en una desigual guerra con el Brasil.

Por todo esto, desequilibrar la balanza política en Pando luce bastante simple. Particularmente cuando uno está dispuesto a hacer absolutamente cualquier cosa para lograrlo.

La administración de Morales acaba de hacer público su plan para “dominar políticamente” a Pando, consistente en radicar en ese departamento a unas 4.068 familias procedentes de Potosí.

En un país que se ufana de ser “plurinacional”, esto es “importar” a Pando población perteneciente a una nación que hasta ahora estaba ausente de ese territorio, sin que a Morales le importe un solo bledo la identidad particular de los pandinos, que de esta manera será fácilmente diluida esto es, eliminada en el tiempo. Una nueva versión de “limpieza étnica” acaba de aparecer, en Bolivia. Créase, o no.

Potosí —recordemos— es un departamento radicalmente distinto. Montañoso y esencialmente minero, ubicado en las mismas antípodas nacionales de Pando. Esto es, al sur de Bolivia, recostado sobre la Argentina, con una población de unos 700.000 habitantes, mayoritariamente pertenecientes a las etnias aymara y quechua; “collas”, entonces.

Como en Israel, los asentamientos humanos se convierten, también en Bolivia, en un antipático instrumento de la política. “Trasladar” a las más de 4.000 familias provenientes de Potosí que se asentarán en Pando supone agregar a los votos locales más de 8.000 “nuevos” votos, los que seguramente serán cuidadosamente seleccionados antes de invitarlos a afincarse en Pando. Para que no haya sorpresas y pueda “dominar” el MAS.

Lo grave es que todo esto se hace con recursos y dineros públicos. Se gastará en el nuevo programa la friolera de 21,8 millones de dólares.

Sustancialmente más, entonces, que el importe total de lo que Bolivia gasta en su lucha contra el flagelo de la droga, actividad a la que la administración cocalera de Morales dedica apenas unos 20 millones de dólares anuales. Y no demasiado empeño.

A escasos cinco meses de las elecciones nacionales, Morales comienza a diseñar su propio mapa electoral. A medida. Las “mudanzas” familiares comenzarán en julio próximo. Los “mudados” vivirán primero en carpas. Para después (de votar, como se quiere que lo hagan) pasar recién a habitar en las viviendas que se planea construir en las sesenta y siete diferentes comunidades (con familias importadas de Potosí) que se fundarán próximamente. Dios los ampare, en su futuro respecto de las cosas que les han sido prometidas.

El Código Electoral boliviano prohíbe expresamente el traslado de votantes. Como concepto. Pero no contempla específicamente la maniobra antes descripta.

Con una elección presidencial ya convocada, lo que Morales decide es siempre el Evangelio a aplicarse a todos. Si la ley incomoda, se la cambia. Si esto no es posible, se la tuerce. O, en su caso, se la ignora. Así de serio. Esto ha desnaturalizado a la democracia, deformando el Estado de Derecho.

Así piensa el “bolivarianismo”. “L’Etat c’est moi”, aunque Morales no parezca precisamente ser un monarca francés. Pero está claro que se comporta a la manera de un moderno Luis XIV. Y lo cierto es que, hasta ahora al menos, se ha salido con la suya.

“Le style c’est l’homme”, dicen algunos. Desgraciadamente también es así en la caótica Bolivia. Esa es la fea realidad. No otra. Nada romántico. Pero no hay que desesperarse, no hay mal que dure cien años. Y todo es peligroso, pero “de no ser así no valdría la pena vivir”, según decía Oscar Wilde.

Mientras tanto, en Pando, los campesinos locales reclaman tardíamente prioridad en la adjudicación de las tierras fiscales, protestando vehementemente contra la sorpresiva propuesta de Morales, que prefiere “asentar” en ese departamento a quienes provienen de otra de las naciones bolivianas, de la lejana Potosí. Más afines con los “principios” de Morales y con sus objetivos e ideología. Horrible, pero es lo que hay.

Artículo de Economíaparatodos.com.ar
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