Por qué Bill Gates odia mi libro

Por William Easterly

El Wall Street Journal reportó hace unos meses que Bill Gates odia mis ideas. Eso no hiere mis sentimientos. Al final de cuentas Gates se ha aliado con el establishment de la ayuda externa. Este grupo es famoso por ser sensible a las críticas de personas que como yo, no encuentran evidencia de que los grandes programas de ayuda externa estén en realidad sacando a alguien de la pobreza.

Gates ahora ha propuesto su propio programa —el “capitalismo creativo”— en un discurso que dio en el Foro Económico Mundial en Davos. Él argumenta que el capitalismo de hoy no beneficia a los pobres. Para Gates, el capitalismo normal funciona “solo para el bien de aquellos que pueden pagar”. Mientras que los empresarios se esfuerzan por tratar de satisfacer las necesidades de los ricos, “el incentivo financiero para servir [a los pobres] es nulo”. Como resultado, necesidades básicas tales como la comida y la medicina quedan insatisfechas.

Gates parece creer que la solución es persuadir a las empresas con fines de lucro a que satisfagan las necesidades de los pobres mediante la promoción del “reconocimiento” de la filantropía corporativa. Sin embargo, el archivo que contenga evidencia histórica que sugiera la viabilidad de este sistema sería tan delgado como Kate Moss en dieta. Antes que nada, el incentivo al reconocimiento ha demostrado ser tremendamente débil cuando se le compara con el incentivo del lucro. Si esto no fuera cierto, entonces la filantropía corporativa estadounidense al Tercer Mundo sería mucho más que $5.100 millones (cifras del 2005), es decir, cuatro decimales de 1% de los $12.400 billones que es la producción estadounidense para el mercado libre. ¿Acaso la única esperanza de los pobres consiste en que la tienda de ropa GAP done unos cuantos centavos por cada camiseta que venda para el tratamiento del Sida en África?

El capitalismo motivado por el lucro, en cambio, ha hecho maravillas por los trabajadores pobres. Los dueños de las fábricas, que son capitalistas y buscan satisfacer su propio interés, compran máquinas para aumentar la producción, y por lo tanto las ganancias. Los capitalistas buscan los avances tecnológicos que hacen posible conseguir una mayor producción con la misma cantidad de insumos. Trabajando con más maquinaria y mejor tecnología, los trabajadores producen más por hora. En un mercado laboral competitivo, la demanda de estos trabajadores más productivos aumenta y sus salarios también. El incremento constante en los ingresos de los trabajos poco calificados saca a los trabajadores de la pobreza.

La cantidad de personas pobres que no pueden pagar los alimentos para sus hijos es mucho menor de lo que era antes —gracias al capitalismo. El capitalismo no creó la malnutrición, la redujo. La globalización del capitalismo que se dio entre 1950 y el presente ha aumentado el ingreso promedio en el mundo a $7.000 anuales desde una base de $2.000. A diferencia de la leyenda popular, los países pobres crecieron a la misma tasa que los países ricos. Este crecimiento nos dio la reducción masiva de pobreza más grande en la historia mundial.

Las partes del mundo que todavía son pobres están sufriendo de muy poco capitalismo. La inversión extranjera directa en África hoy, aunque está aumentando, constituye tan solo un 1% de los flujos globales. Eso es porque el ambiente para los negocios privados en África todavía es hostil. Hay algunos ejemplos de países e industrias exitosas en África, pero no es suficiente.

Gates también anunció que su fundación está comenzando “una sociedad que le da a los agricultores africanos acceso al mercado de café premium, con el objetivo de duplicar sus ingresos por sus cultivos de café”. Esto es bueno como un esfuerzo modesto para ayudar a algunos agricultores de Rwanda y Kenya, pero difícilmente reconstruirá el capitalismo. Los principales obstáculos para las exportaciones en los países pobres son domésticos, tales como la corrupción y la lucha política, más no la falta de interés por parte de los compradores de café premium en los países ricos.

Además, ¿cómo escogen los filántropos precisamente qué producto será el motor de crecimiento para un país? Bastantes investigaciones sugieren que “escoger a los ganadores” a través de la política industrial gubernamental no ha funcionado. Los ganadores son muy impredecibles como para ser descubiertos por burócratas, peor aún por un filántropo extranjero. ¿Por qué Egipto capturó 94% del mercado de importaciones italianas para las cerámicas de baños? ¿Por qué India, una economía con muy pocos trabajadores altamente calificados, se convirtió en un gigante en servicios de información tecnológica? ¿Por qué Kenya capturó 39% del mercado europeo de flores cortadas? ¿Por qué el pequeño Lesotho se convirtió en un importante exportador de textiles a Estados Unidos? ¿Por qué las Filipinas tomaron control del 72% del mercado mundial de circuitos electrónicos integrados? Porque los capitalistas que buscan el lucro se embarcaron en una búsqueda descentralizada del éxito.

Claro, hay que permitir que aquellos que se han enriquecido bajo el capitalismo traten de hacer cosas buenas por los que todavía son pobres, como Gates ha decidido hacerlo de manera admirable. Pero una mezcla New Age entre incentivos de mercado y reconocimientos no acabará con la pobreza. La historia ha demostrado que el capitalismo motivado por el lucro todavía es la mejor esperanza para los pobres.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el Wall Street Journal (EE.UU.) el 12 de febrero de 2008.

Este artículo ha sido reproducido con el permiso del Wall Street Journal © 2011
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