Venezuela: Enfrentamiento en el Fuerte Tiuna
Hay sólo una cosa más asombrosa que la derrota de Hugo Chávez la semana pasada en el referéndum diseñado para otorgarle poderes dictatoriales: la idea, sugerida por algunos miembros de la prensa extranjera, de que al aceptar el resultado, el presidente venezolano ha demostrado sus credenciales democráticas.
Se trata de una reivindicación ridícula y nadie está haciendo un mejor trabajo para demostrarlo que el propio Chávez. En la semana transcurrida desde la votación no ha hecho nada para disimular su apetito de venganza y su determinación a satisfacerla. Ya se ha referido en dos ocasiones crudamente a la victoria de la oposición como excremento e incluso ha insultado a sus seguidores, describiéndolos como "perezosos y cobardes" por no acudir en mayor número a las urnas.
En cuanto al ideal democrático de aceptar la voluntad de la gente, Chávez no lo soporta. En su lugar, ha prometido encontrar otra manera de aprobar las enmiendas constitucionales que los votantes rechazaron.
Después de nueve años bajo Chávez, los venezolanos conocen demasiado bien a su presidente y hubo mucha especulación la semana pasada acerca de que el gobierno impondría medidas enérgicas tras su fracaso en el referendo. De hecho, sólo un iluso podría haberse tragado la actuación conciliatoria del presidente en las primeras horas de la mañana del lunes, cuando felicitó con calma a la campaña del "No". Fingir conformidad ante la derrota es algo clásico en Chávez, práctica que se remonta como mínimo a 1992, cuando dirigió un golpe de estado y también fracasó. Entonces utilizó la misma frase ("por ahora"), que la semana pasada, al hablar sobre su derrota ante una audiencia televisiva nacional. En ambos casos su mensaje fue el mismo: había perdido la batalla pero no su sed insaciable de poder.
Esto les da a los venezolanos motivos para asustarse. Pero los eventos que traspiraron tras las bambalinas en la noche del referendo se han filtrado al dominio público. Por eso, ahora también hay razones para la esperanza. Resulta que Chávez no es tan popular ni tan poderoso como lo pintaban sus amigos en la prensa internacional.
Se suponía que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) publicaría un informe preliminar unas dos o tres horas después de que se cerraran las urnas a las 4 de la tarde del domingo. Pero a las 10 de la noche todavía no había noticias y el público empezó a inquietarse. A eso de las 12:30 de la madrugada de Caracas, pregunté desde Nueva York por el retraso. Una fuente cercana al proceso de recuento me dijo que la campaña del "Sí" de Chávez había perdido pero que el presidente se negaba a reconocer la derrota. Lo interesante, según varias fuentes de Caracas, es que el mandatario estaba discutiendo con las fuerzas militares en su cuartel general cerca del Fuerte Tiuna. Finalmente, rondando las 1:15 de la mañana, el CNE anunció que el "No" había vencido.
Naturalmente, los venezolanos quisieron saber por qué había tardado tanto en anunciarse el resultado, y parece que entre los militares había quien estaba dispuesto a hablar. El martes, Hernán Lugo-Galicia, un periodista del diario venezolano El Nacional, publicó una crónica acerca de la larga noche. Y mientras que su nota se basa en varias fuentes militares anónimas dentro del fuerte, su descripción del comportamiento del presidente es consistente con otros reportes y con el hecho de que el CNE no anunciara los resultados en el plazo prometido.
Chávez niega que los militares lo presionaran a aceptar su derrota. Pero no ha desmentido que fue a Fuerte Tiuna y se reunió con los altos mandos militares. Lugo-Galicia reporta que el presidente les dijo a los oficiales que hasta que no se contaran todos los votos, no reconocería su derrota.
"La tensión crece en Fuerte Tiuna", escribe Lugo-Galicia en un momento dado."Se ordena el cierre y acuartelamiento. Un general se levanta y, luego de expresar su respeto al comandante en jefe, le advierte que la Fuerza Armada no saldría a reprimir a la población. Se había señalado que totalizar las actas pudiera implicar cuatro días de zozobra y, por ende, de protestas. 'Este país no aguantaría esos días de agitación', le alerta".
Chávez parece estar sorprendido por la votación. Lugo-Galicia señala que estaba "iracundo" y que empezó a lanzar recriminaciones contra sus confidentes más cercanos, diciéndoles: "me mintieron, me engañaron".
Aun así, no había mucho que pudiera hacer para revertir los resultados. Tal como se esperaba, el general en jefe retirado Raúl Baduel, quien había dicho en público que los esfuerzos del gobierno de forzar las enmiendas eran un "golpe contra la democracia", parece haber jugado un papel influyente a la hora de persuadir al presidente a que aceptara su derrota.
Según Lugo-Galicia, los militares cercanos al general Baduel trataron de hacerle ver a Chávez que era "inconveniente postergar la agonía". La crónica continúa: "Chávez sólo escucha. No habla. Finalmente, se levanta y se retira a una habitación que tiene asignada en la instalación militar. Permanece allí solo por un largo tiempo. Nadie sabía qué haría". Lo que pasó, al parecer, es que Chávez se vio arrinconado por los estudiantes universitarios.
En un referendo de 2004, los votos de papel nunca fueron auditados frente a los totales de las máquinas de votación. Esta vez, los estudiantes se unieron a la oposición, se dispersaron por el país para supervisar el proceso electoral y prometieron que exigirían un recuento de los votos si había sospechas de juego sucio. Esto, junto a una caída en la popularidad de Chávez, hizo difícil que se falsificaran los resultados finales.
Al final, pese a que Chávez no ignoró el voto, no fue porque no quisiera. Todo lo contrario: calculó que rendirse, cuando todas las pruebas apuntaban en su contra, era más seguro que enfrentar un levantamiento más que probable por parte del pueblo, el cual las fuerzas militares ya habían dicho que no ayudarían a apagar.
Puede que Chávez recibiera algo de ayuda para tomar esta decisión de su anciano mentor, Fidel Castro. El Miami Herald reportó el viernes que cuando Chávez se dirigió a su oficina en el cuartel general habló con el dictador cubano en busca de consejo. De ser cierto, será otra muestra de la rutina del presidente venezolano. En 2002, cuando fue brevemente apartado del poder, también recibió instrucciones por teléfono desde La Habana.
Después, expresó brevemente su arrepentimiento por sus métodos intimidatorios, para a continuación seguir utilizándolos. Aquí existe un patrón de comportamiento y no es precisamente el de un demócrata.
Este artículo ha sido reproducido con el permiso del Wall Street Journal © 2011
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