Algo más que CAFTA está en juego en Costa Rica
El próximo domingo, los costarricenses acudirán a las urnas para decidir si quieren o no participar en CAFTA. A pesar de ser uno de los países más abiertos al comercio de América Latina, Costa Rica es la única nación de las que negoció el tratado que todavía no lo ha ratificado y puede que sea el único país que lo rechace. Pero si el país continúa en este camino, los costarricenses podrían estar también rechazando un fundamento esencial de la democracia liberal: la resolución pacífica de los debates internos.
A lo largo de más de cuatro años, los costarricenses han estado discutiendo los méritos de CAFTA. El debate se intensificó en abril de este año cuando el presidente Oscar Arias convocó un referéndum—el primero en la historia del país—para romper el estancamiento en el Congreso, en el que una minoría de legisladores estaban impidiendo la aprobación del tratado. En ese entonces, las encuestas mostraban una ventaja de treinta puntos a favor de CAFTA. Hoy, CAFTA aparece 12 puntos detrás en la última encuesta.
Los que se oponen al CAFTA frecuentemente han amenazado a los que lo promueven con violencia y los que lo promueven muchas veces han tenido que ser escoltados por la policía durante los debates comunitarios. En las universidades públicas, los estudiantes que favorecen el tratado han sido obstaculizados físicamente en sus intentos de distribuir literatura y en un caso muy publicitado un estudiante fue atacado.
“Todos los elementos que podrían derivar en un desangramiento
de los costarricenses están en su lugar”, advirtió Ana
Cristina Rossi, una novelista local conocida. Otro intelectual comparó
la situación actual a los meses que precedieron a la guerra civil del
país en 1948. Los rumores de violencia abundan.
El líder de la campaña del NO, Eugenio Trejos, presidente del
Instituto Tecnológico estatal, varias veces ha dicho que CAFTA solo
se aprobará por encima de su cadáver.
Estos eventos son particularmente preocupantes cuando se trata de un país que es considerado una de las democracias más estables del continente. El debate sobre CAFTA revela hasta qué punto la izquierda radical está dispuesta a socavar hasta las instituciones democráticas que desde hace mucho han distinguido a Costa Rica de gran parte de América Latina.
Desde que comenzó la campaña, el bando del “NO a CAFTA”—constituido en gran parte por facultades de universidades estatales—han sembrado dudas acerca de la independencia del Tribunal Electoral. Su estrategia obviamente se basada en negarse a reconocer una eventual derrota en las urnas. Los opositores de CAFTA intensificaron su ataque luego de que la Corte Constitucional decidió este julio que el tratado no violaba la Constitución. Esto derivó en acusaciones de que el Tribunal Electoral y la Corte Constitucional, junto con la “prensa corporativa”, estaban todos en los bolsillos del gobierno de Arias y de las grandes empresas.
El bando del NO muchas veces ha dicho que las condiciones básicas para un voto “justo”—por ejemplo, igualdad de acceso a la publicidad en los medios—no se han dado, por lo tanto consideran que esto les permite desconocer una derrota dentro del proceso democrático. Los opositores del CAFTA hablan de ganarle al tratado a través de la “democracia en las calles”, lo cual significa bloqueos masivos de vías y puertos que paralizarán el país.
Desafortunadamente, los prospectos de aprobar CAFTA han sido reducidos aún mas debido a la fuga el mes pasado de un memorando privado del Vice-Presidente Kevin Casas al Presidente Arias, en el cual Casas sugería entre otras cosas, no desembolsar dinero público a los alcaldes que no conseguían los votos de sus distritos a favor del CAFTA, y obviar algunas leyes electorales. El escándalo resultó en la renuncia de Casas y causó una caída dramática en la popularidad de CAFTA. En cuestión de dos semanas, el bando del SÍ pasó de tener una ventaja de 20 puntos sobre el NO a tener un empate técnico. Hoy, la aprobación del CAFTA ya no es una seguridad.
Las consecuencias de rechazar CAFTA van más allá de la resultante pérdida de competitividad de la economía costarricense. Haría de Oscar Arias un presidente sin peso a tan solo un año y medio de su periodo de cuatro años y fortalecería a la izquierda radical para las elecciones de 2010. No debería sorprender, por lo tanto, que Fidel Castro, Hugo Chávez y Daniel Ortega han llamado públicamente a que se rechace el CAFTA en el referéndum. Pero los costarricenses no solo están decidiendo sobre CAFTA el próximo domingo. También están decidiendo acerca del futuro de su democracia liberal y acerca de las formas que prefieren para resolver sus diferencias políticas. Ojala una mayoría considere estas señales preocupantes cuando vayan a votar.
Este artículo fue publicado originalmente en El Nuevo Herald (Florida) el 5 de octubre de 2007.