Rogue One: la libertad ante el terror
Luis Alfonso Herrera Orellana reseña la película Rogue One: una historia de Star Wars.

Con las historias de Star Wars ocurre en general lo mismo que con las historias de los cómics —Batman, Superman, Daredevil o Iron Man— o de la literatura universal como El señor de los anillos o Harry Potter, esto es, que se las suele considerar como entretenimiento puro, como diversión para escapar de los asuntos cotidianos, de aquellos problemas y apuros que nos ocupan a diario en nuestras vidas, o simplemente como una fuente de distracción, para volver por unas horas a la infancia o juventud, cuando mucho de la vida era desconocido, y la imaginación, los sueños y las aspiraciones no solían chocar tan drásticamente con la dura realidad.
Esta visión respecto de los géneros ciencia ficción, cómics y narrativa épica y fantástica en general, si bien es legítima y práctica, es por otro lado muy limitada y superficial, en la medida que ignora y desaprovecha no solo el apreciar aspectos culturales de interés que están presentes en estas historias “irreales”, sino en especial la reflexión acerca de los problemas éticos, morales, políticos, jurídicos y económicos que, más allá de la acción, los efectos especiales, los poderes sobrehumanos y la aparente simplicidad de la lucha entre el bien y el mal se encuentra siempre presente en todas estas historias para “niños y jóvenes”.
Así como abundan los problemas éticos, morales y jurídicos en las historias de justicieros que, ante el fracaso o corrupción del sistema de justicia asumen el rol de vigilantes para supuestamente devolver a la ciudadanía la seguridad perdida, o en las de seres con poderes más allá de lo imaginable por cualquier ser humano gracias a los cuales se hallan libres de seguir o no las reglas que debemos seguir todos los mortales, y en tal sentido, en libertad de hacer el bien o el mal al margen de sus motivaciones y deseos, en las historias de Star Wars, tanto en los episodios de la saga principal como en las derivadas de aquélla, caso de la serie animada Guerras Clónicas y ahora en la primera película en solitario de su universo extendido Rogue One: una historia de Star Wars, abundan los también los problemas éticos, morales y políticos, que dan lugar a reflexiones útiles más allá de la diversión, para evaluar y juzgar las acciones que en “la realidad” tenemos las personas, como ciudadanos, funcionarios, políticos, jueces, gobernantes, educadores, etc., ante problemas cotidianos, que se presentan en estas historias aunque mediante épocas, lugares y personajes ficticios, pero que reflejan situaciones y personas que sí existen o han existido en el pasado.
De este modo, la decisión de Batman —al menos el de una época— y de Daredevil de no asesinar criminales a pesar de los sacrificios personales que ello le implica y apostar por el sistema institucional de justicia, el dilema de Kal El y Tony Stark de someterse o no a la regla mayoritaria del juego democrático y del orden político internacional con el riesgo de quedar sujetos a intereses contrarios a los ideales por los cuales luchan, la existencia de un orden social espontáneo sin Estado en la Comarca de los Hobbits o la preocupación de Aragorn de convertirse en Rey de Góndor para enfrentar a Mordor con el riesgo de incurrir en un ejercicio arbitrario del poder, o finalmente la rebelión que Harry y sus amigos eligen liderar al crear la Orden del Fénix contra una pretensión totalitaria en el mundo mágico de Hogwarts para preservar la diversidad y el respeto no obstante los riesgos personales y familiares de semejante decisión, son decisiones equiparables a las de policías que se niegan en un operativo a asesinar criminales a pesar de recibir órdenes, a las de intelectuales, pensadores y organizaciones civiles que asumen el costo de la disidencia y la crítica comprometida a pesar del repudio de gobiernos, políticos y la superficial opinión pública, a las de innovadores, emprendedores y científicos que no se dejan atrapar por las regulaciones, los controles y las burocracias estatales, a la de quienes siendo defensores de ideas liberales se atreven a actuar en política o desde el sector público a pesar de las tensiones y conflictos entre aquéllas y las realidades estatistas y colectivistas de cada sociedad, y a la de quienes se comprometen a resistir por métodos no violentos, en ejercicio del legítimo derecho a la rebelión y a la rebeldía, la pretensión de dominación de regímenes autoritarios y totalitarios —como hicieron quienes lideraron las revoluciones en Polonia y la antigua Checoslovaquia contra el comunismo soviético—, a pesar de los enormes sacrificios personales que ello suele implicar, debido a su compromiso con valores, principios y la dignidad de todo ser humano —téngase en cuenta los casos de Walesa y de Havel—.
Si en esas historias abundan reflexiones y situaciones como las anteriores, en la saga de Star Wars y ahora en esta primera entrega en solitario de Rogue One, encontramos mucho material para la reflexión y la discusión, especialmente útil para atraer el interés de los más jóvenes por temas que, abordados en forma tradicional desde la Filosofía, la Ciencia Política, las Ciencias Sociales o el Derecho, no despertaría la misma atención. Por ejemplo, si alguien desea explicar a sus conciudadanos, alumnos o familiares, cómo surge y por qué es siempre negativa la figura del hombre fuerte en la política de cualquier sociedad —emperador, rey, caudillo, dictador, etc.—, sugiero tenga muy presente la historia de Anakin Skywalker y el Senador Palpatine en el Episodio II: el ataque de los clones, y el Episodio III: La Venganza de los Sith, en la que se explica cómo nace el descrédito y rechazo a la democracia, a los parlamentos, a la deliberación y a las negociaciones, y ante la autocomplacencia y falta de maquiavelismo de quienes dicen defender esa forma de vivir en sociedad, la tentación totalitaria no descansa y va ganando aliados claves, oculta bajo mentiras, manipulaciones de la historia y un manejo ruin pero efectivo de las emociones políticas negativas —miedo, odio, envidia, etc.— en su obsesión patológica por alcanzar y mantenerse por cualquier medio en el poder.
Con la cinta dirigida por Gareth Edwards encontramos también una gran variedad de asuntos éticos, morales y políticos, que resultan de lo más relevantes en medio de la cada vez más crítica situación política venezolana, con la radicalización del régimen militarista, socialista y criminal que detenta el poder usando los medios que sean necesarios para liquidar toda forma de disidencia y de resistencia. En Rogue One se combinan las ideas y planes militaristas y totalitarias de quienes conducen el Imperio Galáctico, que siempre se vende a pesar de sus acciones criminales como salvador de la paz, la seguridad y el orden en la galaxia, con las ideas y acciones, más confusas pero al mismo tiempo más genuinas y libres, de la aún frágil Rebelión, que se debate internamente sin mucho norte acerca de cuáles son los métodos más efectivos para enfrentar el poder militar, tecnológico y místico —que encarna Darth Vader— del Imperio, claramente superior al de las fuerzas que han elegido resistir y no someterse al “hombre fuerte” de la historia, el astuto Darth Sidious. En no pocos episodios de la Historia desde la antigüedad hasta nuestros días, quienes de forma consciente o inconsciente debieron asumir la lucha por la libertad, se hallaron en franca desventaja numérica, tecnológica o militar frente a los enemigos de lo que hoy llamamos sociedad abierta, pero aun así no tuvieron miedo, no claudicaron, y sin quizá querer asumir el rol siempre trágico de héroes, lucharon por diferentes medios por lograr el objetivo, de conquistar la libertad y el respeto por la vida humana en las más diferentes sociedades y culturas.
Lo más interesante de cómo esta lucha desigual entre la libertad y el terror es mostrada en Rogue One, es que quienes defienden la libertad no son eruditos, curtidos políticos o gobernantes, ni siquiera quienes toman las decisiones militares en la Rebelión, sino un puñado de personajes que son movidos no por un idealismo infantil alejado de sus propias biografías y propósitos, sino por la convicción de que aquello que aman, que les importa y por lo que no se subordinan en lo personal al terror totalitario sólo puede existir, ser y perdurar en libertad, si se logra derrotar el miedo, la represión, la humillación, el chantaje y la amenaza de liquidación que toda visión hegemónica, maniquea y absoluta del ser humano y de la sociedad impone a sus víctimas. Es decir, actúan con la creencia de que una vida sin libertad, es una vida que no es tal, y por tanto ha sido ya vencida, consumida, arrebatada.
Frente al cinismo de respuestas como la del Director Imperial Orson Krennic acerca de la verdadera finalidad del Imperio: “Tal vez confundo la paz con el terror, pero bueno... por algo tienes que empezar”, encontramos la determinación y el compromiso libre de Galen Erso con sus seres amados al reconocer que “he desperdiciado gran parte de mi vida, trato de pensar en ti, solo cuando me siento fuerte, porque el dolor de no tenerte a mi lado, a tu madre... nuestra familia. Haberlas perdido es tan abrumador que desfallezco incluso ahora, es tan difícil pensar en ustedes... imaginar dónde estás... mi estrella... mi sol”, y sin embargo actuar más allá del sacrificio y su tragedia familiar para impedir que otros tantos seres sufran el mismo horror que a él tocó padecer.
Del mismo modo, frente al mecanicismo y la arrogancia de los generales y militares del Imperio Galáctico y la desigualdad de armas en la batalla, frente al miedo, el repliegue, la sumisión y la entrega, se reivindica la libertad de elegir, de actuar, con incertidumbre pero con estrategia, conocimiento del adversario y de las propias limitaciones, una acción basada en una esperanza entendida no como pasividad ante un poder superior que actuará en el lugar de los llamados a actuar, sino como motivación, convicción y determinación a no transigir y no desistir en el propósito de lograr la liberación y la instauración de orden libre, en que cada persona, cada sociedad y cada organización pueda existir conforme a sus ideas, sin utilizar la violencia ni la coacción arbitraria. De allí las expresiones de Jyn Erso, en un momento central de la historia de Rogue One, ante la dudar y los cálculos políticos de los “líderes” de la Rebelión: “¿Qué oportunidad tenemos? La pregunta es qué elección. Correr, ocultarse, pedir clemencia, deshacerse de sus fuerzas. Si ceden ante un enemigo tan siniestro con ese vasto poder, condenan a la galaxia a una eternidad en sumisión (…) Tenemos esperanza. Las rebeliones se basan en la esperanza”.
Qué útil y oportuno habría sido que en la Mesa de la Unidad Democrática de Venezuela, antes de acudir al —condenado antes de iniciarse— diálogo con el régimen que dirige Nicolás Maduro apostando a la benevolencia del tirano y los poderes sobrenaturales del Vaticano y su colectivista gobernante, tener a varias Jyn Erso, así como a personajes como otros integrantes del Consejo de la Rebelión que confiaron en su capacidad de lucha, que encontraron debilidades en el Imperio y que con audacia e imaginación apostaron a defender el clamor de millones, por una vida libre del terror y de la opresión. Qué acto de responsabilidad con los venezolanos de hoy y los miles que murieron en estos años y en el pasado por la causa de la libertad, habría sido el que los “líderes” de la MUD en lugar de mirar encuestas para presidente, gobernadores o hacer otros cálculos divorciados de la crisis humanitaria nacional, hubieran tenido clara su capacidad de negociación, con el avasallante respaldo popular tras de sí, al momento de ir a ese “diálogo” sin renunciar ingenua u oportunistamente a las acciones de lucha legítima, rebelde, de desobediencia y resistencia no violenta a través de la Asamblea Nacional, la Secretaría de la Organización de Estados Americanos, la protesta ciudadana organizada y la convicción de que sólo actuando con la verdad ante los ciudadanos, con la confianza en que se puede derrotar a la opresión y la esperanza de que vale la pena el sacrificio por liberar a Venezuela y sus habitantes del régimen corrupto y brutal que los liquida conforme al Plan de la Patria Socialista 2014-2019, es que se podría lograr el cambio político y retornar a la ruta democrática y de libertad que la gran mayoría de los ciudadanos demanda para sí, sus familias y sus comunidades.
Ojalá aún estemos a tiempo de que otros líderes distintos a los que fracasaron en 2016 asuman la conducción política en la lucha por la libertad en Venezuela, convoquen y hagan protagonistas a la sociedad entera más allá de los necesarios pero no suficientes partidos políticos, y que sea aun posible lograr lo que perfectos desconocidos como Cassian Andor y Jyn Erso, pero unidos por un fin común surgido de sus emociones y visiones del mundo compartidas, lograron en Rogue One, partir de una frase de sentido común: “La confianza fluye hacia ambos sentidos”.
Este artículo fue publicado originalmente en El Nacional (Venezuela) el 19 de enero de 2017.