El agua privada salva vidas

Por Fredrik Segerfeldt

1.1 mil millones de personas alrededor del mundo, más que nada en los países pobres, no tienen acceso a agua limpia y segura. La escasez de agua ayuda a perpetuar la pobreza, las enfermedades y la muerte prematura. Sin embargo, no hay escasez de agua, por lo menos a nivel global. Nosotros usamos tan solo 8 por ciento del agua disponible para el consumo humano. En vez, el problema son las malas políticas. Aún Charrapunji, India, el lugar más mojado del mundo, sufre de repetidas carestías de agua.

Noventa y siete por ciento de toda la distribución de agua en los países pobres está en manos del sector público, el cual es en gran parte responsable de que más de mil millones de personas estén sin agua. Algunos gobiernos de las naciones empobrecidas han buscado ayuda en la empresa privada, usualmente con buenos resultados. En los países pobres con inversiones privadas en el sector de agua, más personas tienen acceso al agua que en aquellos donde no hay tales inversiones. Además, hay muchos ejemplos de cómo las empresas locales están mejorando la distribución del agua. La capacidad superior, los mejores incentivos y un mejor acceso al capital para las inversiones han permitido que los distribuidores privados mejoren tanto la calidad como el alcance de su distribución. Millones de personas que carecían de acceso a las redes de agua ahora están obteniendo agua limpia y segura recibida a una distancia conveniente.

La privatización de la distribución del agua ha agitado sentimientos fuertes y se ha topado con una oposición. Han habido protestas violentas y demostraciones en contra de la privatización del agua alrededor de todo el mundo. Las organizaciones no gubernamentales anti-negocios y los sindicatos de empleados públicos del oeste, muchas veces junto con los activistas locales, han formado coaliciones anti-privatización. Sin embargo, las críticas del movimiento están fuera de lugar.

El principal argumento del movimiento anti-privatización es que ésta aumenta los precios, haciendo que el agua sea inalcanzable para millones de personas pobres. En algunos casos, es verdad que los precios han subido luego de la privatización; en otros no. Pero el precio de agua para aquellos que ya están conectados a las redes de agua no debería ser la preocupación inmediata. Nosotros deberíamos concentrarnos en aquellos que carecen de acceso a las redes de agua, usualmente los más pobres de los países pobres. Son principalmente ellos los que mueren, sufren de enfermedades y están atrapados en la pobreza.

Ellos usualmente compran agua de más baja calidad de vendedores locales, pagando en promedio 12 veces más que el precio del agua de las redes, y muchas veces más que eso. Cuando el precio de agua para aquellos que ya están conectados sube, el distribuidor obtiene tanto los recursos para agrandar su red como los incentivos para llegar a mayor cantidad posible de clientes. Cuando los precios son demasiado bajos para cubrir los costos de colocar nuevas tuberías, cada cliente nuevo significa una pérdida en lugar de una ganancia, lo cual hace que el distribuidor no esté dispuesto a extender su red. Por lo tanto, aún una duplicación del precio del agua de las redes podría en realidad darles a las personas pobres acceso a agua más barata que antes.

Hay otro argumento menos serio propuesto por el movimiento anti-privatización. Como el agua es considerada un derecho humano y como nosotros morimos si no la tomamos, su distribución debe ser democrática; esto es, permanecer en las manos del gobierno y no ser entregada a intereses privados que buscan lucro. Aquí debemos permitir un poco de pragmatismo. El acceso a la comida también es considerado un derecho humano. Las personas también mueren si no comen. Y en países donde la comida es producida y distribuida “democráticamente”, usualmente no hay ni comida ni democracia. Nadie puede argüir seriamente que toda la comida debería ser producida y distribuida por los gobiernos.

La oposición a darle a la empresa privada y al mercado un rol mayor en la distribución del agua en los países pobres ha tenido el efecto deseado por los activistas. El paso de la privatización se ha desacelerado. Es, por lo tanto, vital que nosotros tengamos una seria discusión basada en hechos y análisis en lugar de en anécdotas y dogmas.

Es verdad, muchas privatizaciones han sido problemáticas. La supervisión adecuada no se ha dado. Los cuerpos reguladores que han sido encargados de hacer cumplir contratos no han existido, han sido incompetentes o muy débiles. Los contratos han sido mal diseñados y los procesos de subasta han sido descuidados. Pero estos errores no constatan argumentos fuertes en contra de la privatización en sí, pero en contra de las malas privatizaciones. Permitámonos, por ende, tener una discusión sobre cómo hacer que éstas funcionen mejor, en lugar de rechazar la idea por completo. Un mayor papel para la empresa privada y el mercado ya ha salvado muchas vidas en Chile y en Argentina, en Camboya y en las Filipinas, en Guinea y en Gabón. Hay millones más por ser salvados.

Este artículo fue publicado originalmente en el Financial Times el 25 de Agosto del 2005.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.