Debate por ALCA: El desafío real es "vaciar las tazas"
Un alumno que leyó todos los libros sobre zen logra visitar al maestro más importante. Se reúnen y el alumno le cuenta todo lo que estudió y sus ganas de aprender. El maestro lo invita a tomar el té. Se sientan para la ceremonia y el maestro empieza a llenar la taza del alumno. La taza se llena y el maestro sigue vertiendo el té que, por supuesto, desborda, moja el plato, luego la mesa y finalmente el piso, mientras el maestro insiste en servir la taza del alumno. El alumno, asombrado, le pide que pare, que ya no va a entrar nada más en la taza. El maestro lo mira y le responde: “Efectivamente, lo mismo pasa con tu mente, si no la vacías un poco de tus lecturas y preconceptos, ¿cómo pretendes aprender algo de mí? ¿Cómo esperas que algo nuevo pueda entrar en tu cabeza?.”
Por Enrique Szewach
Un alumno que leyó todos los libros sobre zen logra visitar al maestro más importante. Se reúnen y el alumno le cuenta todo lo que estudió y sus ganas de aprender. El maestro lo invita a tomar el té. Se sientan para la ceremonia y el maestro empieza a llenar la taza del alumno. La taza se llena y el maestro sigue vertiendo el té que, por supuesto, desborda, moja el plato, luego la mesa y finalmente el piso, mientras el maestro insiste en servir la taza del alumno. El alumno, asombrado, le pide que pare, que ya no va a entrar nada más en la taza. El maestro lo mira y le responde: “Efectivamente, lo mismo pasa con tu mente, si no la vacías un poco de tus lecturas y preconceptos, ¿cómo pretendes aprender algo de mí? ¿Cómo esperas que algo nuevo pueda entrar en tu cabeza?.”
Si hay algo que nos ha costado mucho a los economistas es “llenar las tazas” de los políticos y el resto de los ciudadanos respecto de las ventajas del comercio internacional para el crecimiento de una economía como la Argentina. Las cabezas están llenas de preconceptos y juicios muy atractivos respecto de la “protección del trabajo nacional”, del “compre argentino”, de la “competencia desleal de los grandes”, de la “invasión de productos que empobrecen a los locales”, etc.
Lo sucedido en la Cumbre de las Américas y la posición argentina sobre el ALCA me obligan a algunas reflexiones:
• La sigla ALCA no corresponde a un acuerdo de libre comercio con EE.UU. Ello sería un tratado bilateral entre EE.UU. y la Argentina. Por el contrario, el ALCA implica un acuerdo de libre comercio para toda América, en donde participan dos países muy importantes e integrantes del Grupo de los 7 (Estados Unidos y Canadá), pero también participa el resto de América. Una posición tan frontal contra el avance del libre comercio con los países de la región implica renunciar a un perfil de liderazgo político regional importante. Un liderazgo que corresponde, naturalmente, a Brasil, por tamaño, pero que le cuesta ejercer, justamente, por ser «tan grande», por idioma y por su tradición imperial. Un liderazgo que no pueden asumir otros países por tamaño. Que no puede asumir Chile por sus conflictos con Bolivia y Perú y que quiere asumir Venezuela, a través de la pintoresca y adinerada figura de Chávez. Es decir que, enfrentándonos tan abiertamente al resto de América latina, hemos perdido una nueva oportunidad de ejercer una influencia regional importante en materia política.
• Desde el punto de vista económico, también es una pésima decisión. Si algún destino tiene la exportación de trabajo argentino en rubros de la industria, de alimentos elaborados y de servicios calificados es, precisamente, América Latina. De hecho, en los últimos años las exportaciones argentinas de manufacturas crecieron mucho más hacia la región que hacia el resto del mundo. Mirando el cuadro estratégico uno podría imaginar: China y la India para vender commodities. América Latina para alimentos, industria y servicios. EE.UU. y Europa para turismo receptivo, software, y, cuando podamos, agricultura y ganadería.
• Es lógico que América Latina sea un destino natural de nuestro trabajo industrial. Son mercados de baja escala, de manera que podemos competir con cierta comodidad, frente a productores que “desprecian” las escalas chicas. Es más fácil llegar a esos mercados, viajar, buscar socios.
• Todos esos mercados, en general, como también tienen sus “tazas llenas”, vienen de altas protecciones arancelarias para sus propias manufacturas, que hoy no se notan por nuestro tipo de cambio real alto, pero que jugarán algún papel en el futuro, de manera que cualquier acuerdo de libre comercio implicaría acelerar la baja de aranceles en dichos países en donde podríamos competir, con alguna preferencia, contra importaciones del resto del mundo.
• Todos esos mercados, con ganas de avanzar, ya le han abierto una buena parte de sus economías a EE.UU. por tratados bilaterales de libre comercio o por integrar el NAFTA u otros arreglos regionales, de manera que no se abrirían demasiado hacia los poderosos y sí hacia nosotros.
• EE.UU. importa en un mes todo el PIB argentino y exporta lo que la Argentina importa en tres años. No parece ser el mercado argentino la “solución” al problema estadounidense, ni un mercado demasiado apetecible.
• El comercio mundial es hoy de casi 7 mil millones de dólares. La Argentina exportará, con toda la furia, cerca de 40 mil millones, es decir menos de 0.5% del comercio mundial.
• Las industrias argentinas que se beneficiarían claramente con una América Latina más abierta, por lo arriba comentado, están tan temerosas de enfrentarse a Kirchner y tan poco comprometidas con un proyecto “exportador y moderno” que apoyaron al gobierno respecto de su posición frente al ALCA, en lugar de, al menos, guardar silencio.
• La Confederación General de Trabajo (CGT) también se opone al ALCA, cuando, en realidad, valorizaría el trabajo argentino. Es cierto que hay mercados con costos laborales más bajos que los nuestros en la región, pero claramente, en materia manufacturera, EE.UU. y Canadá tiran el promedio para arriba y en muchos de esos países no hay industria, y es por ello que podemos venderles con ventaja trabajo argentino, frente al trabajo japonés, estadounidense o europeo. ¿Qué es mejor, competir con el mercado estadounidense, donde el trabajo es mucho más caro o darle el rango de “economía de mercado” a China, en donde el trabajo vale 10 veces menos que en la Argentina?
• Además, son los subsidios al agro EE.UU. y Europa los que mantienen bajos artificialmente los precios de los alimentos y, por lo tanto, se trata de un subsidio a los consumidores del mundo, entre ellos los argentinos. Esto les permite a los industriales argentinos pagar salarios más bajos que los que pagarían si los alimentos en la Argentina fueran más caros. Los subsidios estadounidenses para los empresarios argentinos ¡son una bendición!
• Ahora, claro, si los precios de los alimentos subieran, el Estado argentino aumentaría las retenciones a la exportación, protegiendo a los industriales igual. Entonces, saquémonos la careta y no digamos que estamos defendiendo al campo argentino. Lo que queremos es que los consumidores del resto del mundo financien al fisco argentino. Por supuesto que hay que seguir luchando contra los subsidios agrícolas, pero no significa desechar la oportunidad de avanzar sobre los mercados latinoamericanos y sobre el estadounidense no agrícola.
• Es cierto que el ALCA hoy es el único instrumento político que tiene la administración estadounidense para ofrecerle a América Latina, y EE.UU. necesita esta bandera. Pero no es menos cierto que, en realidad, a Bush lo que le importa son los votantes hispano-parlantes de su país. En ese sentido, los que predominan son ciudadanos de origen centroamericano y mexicano, y no precisamente argentinos o brasileños. De manera que si el ALCA avanza para esos países, el objetivo político interno del presidente de EE.UU. se habrá cumplido y al resto le podrá decir: “Yo les ofrecí el mercado estadounidense y sus gobiernos lo rechazaron para proteger a los terratenientes agrarios locales ¡Parecen de centroderecha!”.
Este artículo fue publicado originalmente el 16 de noviembre en Ambitoweb.com.