Empresas grandes, vistas de otro lado
Macario Schettino dice que la presencia de empresas financieras de China en la lista de Forbes probablemente se debe a una burbuja financiera, similar a la que Japón experimentó a fines de los ochenta.
El lunes le comentaba acerca de las 50 empresas más grandes del mundo, según Fortune, que las ordena de acuerdo con sus ventas. Ahora déjeme mostrarle la lista que hace Forbes, que incluye otros indicadores: ganancias, activos, y valor de mercado. Al hacerlo, las empresas del ramo financiero suben mucho en la lista, puesto que sus activos suelen ser muy grandes. A cambio, desaparecen de los primeros lugares otras, especialmente de energía y menudeo, que aunque venden mucho, tienen ganancias relativamente pequeñas. Algo similar ocurre con las empresas industriales, que ya no están en los primeros 50 lugares, y en su lugar están empresas que producen bienes de consumo.
Sin embargo, los países representados por estas 50 empresas no cambian tanto. EE.UU. sigue estando en primer lugar, seguido por China, y ya más lejos, Japón y Alemania, y luego Francia. En esta lista, Suiza tiene dos empresas, y Reino Unido, España, Holanda y Corea del Sur una cada uno.
Veintiuna de las 50 empresas más grandes del mundo en la lista de Forbes son financieras, y el país que más tiene es China, con ocho, seguido de EE.UU., con seis. En segundo lugar están las tecnológicas y de telecomunicaciones, que son diez, siete de las cuales están en EE.UU. Las otras tres son Samsung y las telefónicas de China y Japón. Lo demás se parece mucho a lo que veíamos en el caso de Fortune. Sólo para no dejarlo con la duda, las dos empresas que venden productos para consumidores son Nestlé, de Suiza, y Procter, de EE.UU.
Lo que me parece muy importante es notar cómo China tiene presencia en las empresas más grandes del mundo, esencialmente en el sector financiero. Esto puede ser algo bueno, como en el caso de EE.UU., o puede ser preludio de un serio problema, como ocurrió con Japón en los años ochenta, cuando ese país tenía los bancos más grandes del mundo. Era resultado de una burbuja financiera, que tronó en 1989, y que ha impedido el crecimiento de ese país desde entonces. Creo que lo que ocurre en China ahora es exactamente lo mismo: una burbuja. No basada en el sector inmobiliario, como fue el caso de Japón, sino en la inversión gubernamental. Aunque la idea de crecer con base en inversión ha resultado exitosa en Asia, el exceso ha sido muy costoso, y China se ha equivocado desde 2008, cuando interrumpió el incipiente proceso de rebalanceo ante la Gran Recesión.
Insisto en que China dejó de crecer desde 2014, mucho más de lo que admiten, y eso es lo que hundió el precio de todos los commodities, incluyendo el petróleo, provocando el fortalecimiento del dólar, que tanto nos ha complicado la vida a nosotros. Desde entonces, hemos presenciado algo parecido a un “aterrizaje suave”, pero creo que es una ilusión. Acá nos quejamos (con razón) de que la deuda ha crecido cerca de 20 puntos del PIB desde 2008, y exigimos que baje el déficit. China, en ese lapso, incrementó su deuda en 130% del PIB, según McKinsey, para alcanzar 282% en 2014. Esa inmensa deuda es esencialmente de empresas (que son del Estado) a bancos (que son del Estado) y fue usada para realizar obras promocionadas por los gobiernos. Es decir, en el fondo es deuda pública. Por qué eso no lo ven las calificadoras que tan rápidamente ven por acá, es algo que no sé.
Al final, EE.UU. sigue siendo hogar de la mitad de las grandes empresas, Europa de una tercera parte, y en Asia está el quinto restante. Más allá de espejismos.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 31 de agosto de 2016.