Quizás Lenin nos da una mano

Gustavo Lazzari propone una estrategia creativa para abordar la negativa a realizar reformas estructurales en Argentina: crear un régimen paralelo para todos los nuevos empleados, empresas, y producción.

Por Gustavo Lazzari

El 21 de Marzo de 1921 Vladimir Lenin estableció en Rusia la “Nueva Economía Política” (NEP). Reemplazando el comunismo de estado impuesto desde 1917 la intención de la NEP fue dar cierta flexibilidad para incentivar a los agricultores (y más tarde a la industria) a producir más allá del impuesto fijo en especie que debían tributar al gobierno. Así, en busca de aquel beneficio marginal, la producción creció al extremo de “crear una nueva clase de pequeños burgueses” que Joseph Stalin, a partir de 1928, se encargó de exterminar.

Casi 100 años más tarde, no encontramos la vuelta para incrementar la producción, el empleo y las inversiones. El dato objetivo es que la sociedad argentina no soporta un cambio de shock, no soporta cambios profundos pero a la vez está disconforme con la decadencia secular se sufre desde hace décadas.

Este “conservadurismo letal” se traduce en la falta de consenso para modificar impuestos, eliminar regulaciones, hablar siquiera de vacas sagradas tales como la legislación laboral, el sistema de seguros, la provisión de salud pública, jubilaciones, etc.

En este nudo gordiano compuesto por demanda de gratuidad y aversión a las reformas llegamos al extremo de no permitir aumentos de gas y luz, cuando la tarifa para el 80% de los hogares no supera el costo de una entrada popular en el campeonato de ascenso del fútbol argentino.

Dada esta restricción (exigencia de gradualidad y cosmética forzada) es necesario pensar soluciones creativas. Se propone dejar el marco regulatorio, impositivo, laboral y comercial tal cual está (sin modificar ni una sola alícuota ni una sola ley) para el actual volumen de producción de cada empresa, explotación agrícola, comercio y proveedor de servicios. Todas las empresas deberán declarar el volumen de producción en unidades físicas, facturación en pesos, empleo de mano de obra en cantidad de personas y horas trabajadas al momento de inicio (2016). Para esa matriz productiva rige la Argentina actual. Los impuestos que tenemos, las leyes laborales tal como están, los peajes y las restricciones comerciales y aduaneras que rigen hoy.

Ahora para cada unidad de producción incremental, cada tonelada de granos producida, cada hectárea sembrada adicional, cada empleado nuevo, cada línea nueva de producción o ampliación de fábrica regirá un régimen totalmente distinto. Con libertad de comercio, impuestos reducidos a la mitad, sin impuestos distorsivos (eliminación total de IIBB, impuesto al cheque, etc.), cero regulaciones laborales, cero aduanas interiores, cero impuesto a los combustibles, etc.

El esquema liberal clásico en acción

Incluso por cada unidad adicional la empresa que acepte el desafío pagará energía a precios de mercado con cero subsidio. Por ejemplo, si hoy una empresa produce 100 televisores con 20 trabajadores en un predio de 400 m2, por esa producción, tributará, y cumplirá todo el disparate de la Argentina actual. Ahora, por cada televisor adicional no pagará IVA, ni ingresos brutos, ni impuesto al cheque. Cada trabajador adicional gozará su salario pleno sin impuestos al trabajo. No regirá la ley de contrato de trabajo sino que habrá un sistema de libre acuerdo entre las partes donde el estado sólo protegerá el cumplimiento del contrato privado. No habrá sindicatos compulsivos ni seguros obligatorios de riesgos de trabajo. Las partes acordarán en forma voluntaria la forma de protegerse. Por cada ampliación de planta, cada metro cuadrado adicional no requerirá permisos ni autorizaciones municipales, provinciales ni nacionales. La importación y exportación de dichas unidades adicionales será libre de derechos y permisos.

Es una apuesta. Incluso hasta puede ser por un plazo de tiempo razonable. Si empresas, comercios y explotaciones agropecuarias aumentan la producción, el empleo, las exportaciones habremos logrado dos objetivos. Gradualidad y cambio.

Solo imaginemos, ¿cuántos litros de leche adicionales se producirán si los $7 de impuestos por litro se distribuyen entre los actores? O, ¿cuántas manzanas produciríamos si no hubiera ningún impuesto en la producción adicional?, ¿cuánta energía crearíamos si los precios fueran de mercado? ¿Cuánto empleo crearíamos si la legislación laboral no abortara la demanda de trabajo? ¿Cuántas fábricas ampliarán su superficie si no fuera necesario gestionar costoso permisos a un ejército de burócratas sentados armados con sellos y firmas letales? ¿Cuántos frigoríficos reabrirán si las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo (ART) no eliminaran toda posibilidad de trabajo?

Quizás así nos demos cuenta que los actuales impuestos, regulaciones y legislación laboral ha hecho de la Argentina un país inviable, con destino decadente. No tenemos agallas para admitirlo. Tengamos al menos un mínimo de valor para intentar un cambio en el margen. Un cambio sólo para la producción que hoy no está, para la inversión que aún no llegó, para el empleo que espera crearse.

A Lenin le salió bien. En una de esas tengamos que decir, “Gracias Camarada”.