La miseria del investigador venezolano en el socialismo del siglo XXI
Jhoner Perdomo señala las dificultades a las que se enfrentan los investigadores venezolanos: desde la dificultad de satisfacer necesidades básicas de cualquier personas hasta la falta de libertad científica.
Por Jhoner Perdomo
En cualquier sociedad y periodo de tiempo, donde un científico ejerza labores investigadoras, necesita de ciertas condiciones que le permitan crear conocimiento. Estas condiciones van desde la libertad científica y profesional, hasta las condiciones más complejas generadas desde el entorno propio —ubicación y tiempo— en el cual se encuentre el individuo.
En este sentido, un investigador venezolano, a diferencia de un investigador en cualquier universidad de un país con óptimas condiciones, no solamente carece de ciertos recursos que le permitan avanzar en sus líneas de investigación, como detallaremos posteriormente, sino que además ha retrocedido en necesidades tan básicas como la preocupación por la alimentación, en vez de concentrarse en una hipótesis de investigación. Inclusive, un científico podría estar más preocupado por conseguir una medicina que por inventarla. Es así, que no estaríamos hablando solo de las condiciones en las que trabajan los científicos venezolanos, sino además en cosas elementales en las cuales el científico desvía tiempo y dedicación.
Luego están esas otras condiciones que son propias de la labor científica, tales como las carentes oportunidades para poder acceder a las revistas científicas en línea donde algunos artículos son pagos y contienen publicaciones de interés más actualizadas, así como también la indisponibilidad de tener libros en físico recientes en las bibliotecas de las universidades y librerías científicas del país, costos que en ambos medios pueden variar entre 20 y 200 dólares, cuyos pagos deben ser desembolsados en divisas extranjeras, imposibilitado por el control cambiario.
Adicionalmente, los pagos de cuotas anuales correspondientes a las diversas instancias académicas internacionales a las cuales el investigador pertenece, tiene un costo para venezolanos que varía entre 20 y 175 dólares dependiendo de su condición. En mi caso, una de ellas es la Asociación Americana de Estadística (ID150786), a la cual no he logrado cancelar mi cuota anual. Estas redes son fundamentales ya que nutren al investigador, conectándolo con redes internacionales, foros de discusión y oportunamente con aspectos más actualizados en sus revistas científicas periódicas.
Así sucede también con las condiciones que tenemos los científicos que necesitamos exponer o participar con avances de investigación en eventos científicos internacionales. Desde el año 2014 a la actualidad, la posibilidad de participación en eventos académicos en el extranjero se ha complicado, las solicitudes de apoyo en Venezuela en cualquier instancia gubernamental, ya sea específicamente el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (FONACIT) u otra, se ha complicado principalmente por los costos y la divisa en que se ofertan los pasajes aéreos. Es importante resaltar que desde el 2014 se inicia un conflicto aún vigente entre el Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX) y la liquidación de divisas del servicio aéreo internacional que generó una serie de limitaciones para el acceso a los boletos. Esto fue seguido por el incremento de la crisis nacional y la restricción de dólares. En este sentido, los costos solo pueden ser cubiertos por recursos propios, apoyo de instituciones del exterior o una combinación de ambos. Es lamentable que al final del día, la participación de Venezuela en eventos internacionales, está limitada a un grupo reducido y escaso de participantes, por lo menos en los eventos donde he participado y que por igual terminas representando a un país que no facilita representarlo.
Todas las condiciones propias de la labor científica descritas hasta el momento, ocasionan un aislamiento con ese mundo académico y científico exterior. Un investigador no puede estar aislado de todo lo que sucede en su área de investigación, esto solo genera atrasos enormes para la sociedad en la que se encuentra. Solo el intercambio de ideas, discusiones, las relaciones con otros, estar rodeado de mentores, colaboradores y competidores, será lo que permita potenciar la creatividad y generar nuevas ideas, al fin y al cabo “la creatividad es un proceso social” (Oppenheimer, 2014).
El investigador debe tener además la libertad científica y profesional, es decir, investigar en el campo que bien valora y que considera puede aprovechar al máximo su motivación, sus emociones y sus capacidades creativas de pensamiento para poder generar conocimiento. Esto ha sido frenado en los últimos años con las políticas científicas en el país. El gobierno ha desalentado el derecho a la propiedad intelectual. Venezuela posee el lugar más bajo en la región y uno de los más bajos del mundo, con significativo descenso en los últimos dos años, según describe este componente del Índice Internacional de Derechos de Propiedad. Las cifras de patentes otorgadas son inexistentes, según lo retrato en La Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología -Iberoamericana e Interamericana- (RICYT). En el último año han cerrado 101.282 empresas. Venezuela retrocedió en producción científica según describe en su artículo la Dra. María Victoria Fermín pasando de un 4,23% en 1996 al 1,36% en el 2014 para la región de América Latina y el Caribe, así como también el financiamiento para los proyectos de investigación no son convocados públicamente por el FONACIT desde hace 2 años. Lo anterior junto a otras condiciones nos ubican lamentablemente en un índice global de emprendimiento y índice global de innovación entre los más bajos del mundo.
No obstante, según cifras oficiales, hasta el 2013 se había venido incrementando el número de innovadores e investigadores registrados, así como los proyectos y productos generados en el país durante los últimos años, inclusive señalan que tenemos una inversión en Ciencia y Tecnología que se encuentra entre las más altas del mundo, desde que se ubicó en el 2006 en un 2,11% del PIB. Pero es importante aclarar que en el caso de innovadores e investigadores: registrados no significa acreditados o certificados, incluso las cifras de productos y proyectos tienen como fuente el Registro Nacional de Innovación e Investigación que no necesariamente pasan por ningún proceso de verificación, solo en el caso de aquellos que acredita el Programa de Estímulo a la Innovación e Investigación.
Pero es que además el problema de la investigación e innovación no solamente es recursos y mostrar “cifras”, es mucho más que eso. Oppenheimer (2014) relata que la estimulación a la inversión, no solamente debe ser el desembolso del gobierno, sino la estimulación de la propia empresa para poder generar conocimiento. En este caso la LOCTI fue una norma que inicio en el 2006 con ese avatar, las mismas empresas invertían en sus propios proyectos de investigación, pero las subsiguientes reformas de la ley dirigió todos los recursos a un gran pote llamado FONACIT, ente que concentró posteriormente todos los proyectos y recursos. Esto ocasionó un incremento en el encasillamiento de los investigadores, donde todos los proyectos debían y deben estar alineados a las llamadas “áreas prioritarias de Ciencia, Tecnología e Innovación y al plan de la patria vigente”. Como ciudadano, considero válido que la política sea direccionada a ciertas prioridades, pero tampoco debe servir esto como camisa de fuerza para direccionar la creatividad. Si esto sucede, terminaríamos en líneas de investigación del interés ideológico del gobierno, dejando a un lado aquellas líneas que el propio individuo valora y que motivan su potencia y su creatividad. Así se desvanece la llamada democratización de las actividades de ciencia y tecnología y aquí es válido rescatar el enuncio estratégico de Oppenheimer (2014) que expresa la importancia de derogar todas la leyes que generen daños y retrasos a la creatividad.
El investigador, según el gobierno nacional, es un individuo cuya labor tiene como fin contribuir a alcanzar la plena soberanía, y si lo que busca el gobierno es realmente una soberanía, estamos muy distantes de poder alcanzar esa utopía en las condiciones que nos encontramos. El aislamiento que tenemos, repercute en nuestra eficiencia. Oppenheimer (2014) menciona muy claramente que una de las estrategias nacionales que deben ser impulsadas es la “globalización de la innovación”, es decir, el contacto con aquellos que trabajan en líneas de investigación similares en cualquier parte del mundo, y con ellos los intercambios y la creación en conjunto son fundamentales. Pero es que inclusive los más recientes convenios y alianzas de nuestro país nos aleja de ese camino. Nuestro bastión de integración llamado ALBA, no aglutina buenos resultados en las políticas científicas en comparación con otras alianzas. En este sentido la innovación, sin duda, es un factor de progreso y donde la integración también es fundamental (Perdomo et al, 2016), por lo cual debemos re-direccionar y potenciar políticas científicas más eficientes.
Otro detalle importante que se debe mencionar es el acceso a las revistas científicas venezolanas para poder publicar los avances de investigaciones. Publicar en Venezuela también se ha convertido en un gran desafío, por lo que el investigador busca alternativas en el exterior. Recientemente me tocó postular un artículo a una revista científica nacional de ciencias sociales, y los mismos me indicaron que la revisión del artículo propuesto puede durar mínimo un año y luego de eso un año adicional para que salga publicado, es decir, mínimo dos años, si es que no tiene correcciones la propuesta de publicación por parte de los árbitros. Imagínense: ¿dónde está la lógica o el sentido de la investigación y su publicación? Si con ese tiempo quizás ya quedaría desfasada la vigencia de los resultados de esa publicación. Evidentemente esa es la consecuencia de la crisis: desde el papel, ausencia de árbitros, huelgas administrativas, hasta aspectos generales que se mencionan en este artículo.
Además de todo lo anterior, debemos sumarle al individuo la carga de la ansiedad, no solamente causada por la búsqueda de soluciones a sus problemas de investigación, sino también por la ya mencionada búsqueda de medicinas o alimentos, la sensibilidad a los acontecimientos políticos actuales, la delincuencia, la dificultad de trasladarse libremente con su material de trabajo de un lugar a otro, la violación de la autonomía, la degradación de las libertades, la escasa institucionalidad, la inestabilidad política, la corrupción y las expectativas futuras desalentadoras. Venezuela es el país de Latinoamérica con la percepción ciudadana que más cae entre 2013 y 2015 en cuestionar un gobierno que considera no trabaja para el interés de todo el pueblo y el país de Latinoamérica con el mayor deterioro del sentimiento nacional.
Para poder hacer uso de la información como derecho constitucional de cada uno de los venezolanos, nuestro país está entre los peores clasificados en el mundo según el índice de gobierno abierto. Esto es de particular interés para el investigador por la ausencia de estadísticas oficiales que le permitan el desarrollo de sus investigaciones. Además, podemos agregar cosas tan inocuas, pero a su vez relevantes, como un internet de baja calidad, paro de actividades en una universidad y encontrar una la biblioteca cerrada. Evidentemente y, como bien explica Oppenheimer (2014), el “entorno” de la innovación e investigación son importantes para potenciar la mente creativa. Bajo las condiciones descritas el investigador terminara espantado de un país que no le permite desarrollarse ni como científico ni cómo individuo, ya que todo lo mencionado afecta sus avances en investigaciones tanto como su vida personal. La consecuencia de esto puede ser la migración hacia lugares donde puedan potenciar su creatividad (Oppenheimer, 2014) y su propia vida. Una muestra de esto son los investigadores migrados, el llamado “tsunami de la fuga de cerebros”, “la ola intelectual” y la “migración sofisticada” de venezolanos de alta preparación que está siendo concedida a otros países del mundo.
Todo lo descrito hasta el momento, genera un ambiente inadecuado y condiciones miserables para poder lograr avanzar en una carrera científica. Quizás este sea el peor momento y contexto para quienes se dedican a esta labor. Evidentemente todo esto causa una merma en la producción científica y en la disposición de los investigadores. Por lo tanto, debemos reflexionar: ¿cómo un país puede progresar en estas condiciones?
Pero también como científico, como cientista social, me pregunto frecuentemente lo siguiente: ¿qué se puede esperar de un científico que pasa por todo esto? ¿Será que se puede comparar un científico venezolano, con algún otro de universidades con mejores condiciones? Evidentemente son situaciones particulares y bien diferentes, pero allí está el gran detalle quizás alentador para la reflexión. No debemos hacer pasar por este infierno de barreras e impedimentos al investigador venezolano, salvo que lo que se desee sea su postración y aniquilamiento.