Una economía que cambia

Macario Schettino indica que la economía mexicana ha ido transitando durante los últimos 20 años desde una economía centrada en el Estado hacía una economía abierta, y que convendría acelerar esta transición.

Por Macario Schettino

A fin de mes se anunciará el crecimiento de la economía en el segundo trimestre, y con la información que tenemos no parece que vaya a ser un dato muy agradable. Tres semanas después, se publicará el detalle del PIB. Para irnos preparando para eso, y para que usted pueda tener una mejor idea de lo que ocurre con la economía nacional, permítame darle unas cifras.

Aunque hay más de un centenar de actividades económicas que se miden por separado, apenas poco más de una decena representan dos terceras partes del valor agregado que se produce en México. La forma en que estas 13 actividades se mueven determina en buena medida lo que pasa con el crecimiento del país. La actividad más grande, en términos de valor agregado, es el comercio. Ésta aportaba casi 11 por ciento del PIB hace veinte años (1993-1995), y ahora (2013-2015) llega a 15,5 por ciento. Los servicios inmobiliarios son la segunda actividad con más valor agregado, y se encuentran más o menos al mismo nivel que hace veinte años: 11,5 por ciento del PIB.

En donde nos ha ido mal, como usted sabe, es en la extracción de petróleo y gas, tercera actividad más importante, que aportaba 10 por ciento del PIB y ahora apenas llega a 5,7%. por ciento. La construcción de edificaciones tampoco ha vivido sus mejores años, y ha pasado de 5,4 por ciento a 4,9 por ciento del PIB. Entre las dos, han perdido casi cinco puntos.

Los servicios financieros andaban en 2,8 por ciento hace veinte años, y después de la terrible crisis de esa época se han recuperado con creces, y ahora casi llegan a 3,9 por ciento del PIB. En cambio, el gobierno ha caído de 5,7 a 3,6 por ciento del PIB, y los servicios educativos, que en más de 75 por ciento son del gobierno, han pasado de 4,4 a 3,6 por ciento. Entre estas dos actividades se han perdido prácticamente tres puntos del PIB.

La primera actividad manufacturera que aparece es la industria alimentaria, que aportaba 3,9 por ciento del PIB hace veinte años y ahora anda en 3,5 por ciento. La producción de automóviles (o más bien, de todo tipo de vehículos de transporte) ha duplicado su participación, pero todavía no alcanza a los alimentos. Pasa de 1,4 por ciento hace veinte años a 3,0 por ciento ahora. Es mucho más rápido el crecimiento de las telecomunicaciones, que se han movido de 0,6 a 3,1 por ciento. Como sea, estos dos sectores han sumado cuatro puntos del PIB, que no es poca cosa. Cierran la lista tres actividades menos reconocidas: los servicios de apoyo a negocios, que han pasado de 3,6 a 3,1 por ciento; el autotransporte de carga, que ha crecido de 2,2 a 2,9 por ciento; y la agricultura, que aguanta, y tan sólo cae de 2,4 a 2,0 por ciento.

En resumen, tenemos pérdidas de siete puntos en tres actividades: extracción de petróleo, gobierno y educación. Dos puntos más se nos perdieron en edificación, apoyo a negocios, agricultura e industria alimentaria. Ganamos casi nueve puntos en tres actividades: comercio, telecomunicaciones y equipo de transporte, y dos puntos más en servicios financieros, inmobiliarios y transporte de carga. Los dos puntos de diferencia con las pérdidas implican que el resto del más de un centenar de actividades, en conjunto, se ha reducido.

Lo relevante es darnos cuenta de que la escasa dinámica de la economía se explica con el derrumbe del gobierno, la educación y Pemex. Y no es peor gracias a que el comercio, las telecomunicaciones y la producción de autos alcanzan a compensar, y a darnos los dos puntitos de crecimiento que promediamos en esos 22 años. Es el tránsito de la vieja economía, centrada en el Estado, a la economía abierta. Me parece que convendría acelerarlo, y terminar de tirar lastre.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (El Salvador) el 20 de julio de 2016.