Frutos de la apertura

por James K. Glassman

James K. Glassman es columnista del Washington Post y académico del American Enterprise Institute de Washington.

Permítanme relatar una anécdota utilizada por Jerry Jordan, Presidente del Banco de la Reserva Federal de Cleveland, en un artículo para el Cato Journal del verano pasado. Jordan describe a un hombre de negocios que visitó China hace algunos años. El americano se encontró con una cuadrilla de cien trabajadores que construían una represa con palas.

Por James K. Glassman

Permítanme relatar una anécdota utilizada por Jerry Jordan, Presidente del Banco de la Reserva Federal de Cleveland, en un artículo para el Cato Journal del verano pasado. Jordan describe a un hombre de negocios que visitó China hace algunos años. El americano se encontró con una cuadrilla de cien trabajadores que construían una represa con palas.

Le dice a un comisionado local, que con maquinaria para el movimiento de tierra, un solo operador podría construír el dique en una tarde. El funcionario le contestó: "Sí, pero piense en todo el desempleo que ello ocasionaría".

"Oh", dijo el empresario, "yo pensé que ustedes estaban construyendo una represa. Si lo que quieren es crear empleos, quítenles las palas y denles cucharas".

En años recientes hemos oído una y otra vez, que un comercio más libre crea puestos de trabajo. La idea es que, al bajar sus barreras comerciales para nuestros productos, nosotros podremos elevar nuestras exportaciones hacia otros países, y que esas exportaciones, a su vez, aumentarán las ventas y utilidades totales de empresas estadounidenses, quienes, por su parte, podrán salir a contratar más trabajadores. Empleos, empleos, empleos.

De hecho el libre comercio no crea empleos en general. Conduce a más empleos en algunos sectores y menos en otros, si bien, en conjunto y para este país, tiende a cambiar empleos buenos por malos. Y genera riqueza, lo cual es más importante que los empleos.

Necesitamos trabajar para poder adquirir cosas que nos permitan vivir bien. El libre comercio nos ayuda a obtener esas cosas a un menor costo, puesto que permite a muchos mas productores vendérnoslas, y porque nos libera para concentrarnos en lo que hacemos mejor.

En todo el alboroto sobre el libre comercio: NAFTA/TLC, OMC, fast track y lo demás , los mejores y verdaderos argumentos a favor del comercio nunca han sido escuchados. Pienso que existen dos de tales argumentos: uno extremadamente poderoso y convincente por parte de los economistas desde más de doscientos años, y el otro, más breve y de principios. Ninguno de los dos está relacionado con empleos, empleos, empleos, ni con exportaciones, expotaciones, exportaciones.

El argumento de las exportaciones sólo tiene una cosa a su favor: parece tener impacto político a nivel local. O lo solía tener, pero ya no. Los estadounidenses ya vieron la realidad. Y los resultados del TLC desmienten tal perspectiva.

Dicho en otras palabras, el comercio nos permite concentrarnos en lo que sabemos hacer mejor. Podrá acabar con empleos en la industria textil, que es intensiva en el uso de mano de obra; pero generará nuevos puestos de trabajo en la electrónica, rama en la cual los americanos ingeniosos cuentan con una "ventaja comparativa" según la famosa frase acuñada por David Ricardo en 1817.

Pongamos por caso, que un país tiene muchísimos y brillantes ingenieros en electrónica, pero que no franquea el paso por sus fronteras a las importaciones de textiles. Los ingenieros tendrían que confeccionarse sus propias camisas, tendrían menos tiempo disponible para dedicarse a la electrónica y el país terminaría siendo más pobre por ello. Esto sería cierto aún si los ingenieros fueran excelentes tanto en la electrónica como en la costura. Lo que cuenta es su ventaja comparativa: ¿qué es lo que ellos hacen mejor (es decir más redituablemente) que los demás?

¿Por qué comerciamos?

No hace falta embarcarse en elegantes discusiones económicas para comprender por qué comerciamos. Comerciamos por importaciones. Esta es la primera de las dos ideas que quiero dejar: no por exportaciones, sino por importaciones.

Nadie lo supo expresar mejor que Adam Smith hace 200 años "La máxima de cualquier jefe de familia prudente debe ser: nunca hacer una cosa que le cueste más que si la comprara…Si de un país extranjero podemos obtener un artículo a un costo menor del que para nosotros significa producirlo, mejor comprarles a ellos".

A cambio de las importaciones, nosotros ofrecemos a otros países aquellos bienes que producimos mejor o a un mejor costo: computadoras, pollos, películas cinematográficas, plantas generadoras de energía eléctrica. O simplemente ofrecemos dólares. Ellos nos envían automóviles, y nosotros les enviamos pequeños trozos de papel, que en realidad son pagarés que no producen intereses y que la gente que nos exporta tiene que gastar en este país; si no es en mercancías, entonces en inversiones; en bienes raíces o plantas automotrices en Tennessee o bonos del Tesoro.

щste es todo un negocio. Nosotros nos beneficiamos con los precios más bajos que nos brindan las importaciones y así podemos usar el dinero que nos ahorramos para comprar cosas hechas en casa o para invertirlo.

Los aranceles, y aún las barreras no arancelarias, terminan siendo un impuesto. Elevan el precio de los productos para los consumidores. Naturalmente, son un impuesto discriminatorio, ya que incrementan el precio de los Toyota hechos en Japón, pero no el de los Chevrolet fabricados en Estados Unidos. Pero como ya sabemos, para el comprador, el precio de los Chevrolet aumentará para igualarse o quizás quedarse ligeramente por debajo del precio de los Toyota, ¿Quién acaba beneficiándose? Ciertamente, no el consumidor.

Comerciar es un derecho natural

El libre comercio no es solamente un concepto económico, es un derecho humano, un derecho natural.

Los individuos deberían tener derecho a intercambiar el sudor de su frente, el producto de sus manos y sus mentes, con quien quieran. Yo debo tener la libertad de comerciar con la tintorería de la esquina, con un camisero de Bali, con un productor de cigarros cubano y con un fabricante japonés de computadoras portátiles. Estoy convencido que el derecho a comerciar es uno de nuestros derechos inalienables, junto con el derecho a la vida, a la libertad, y a la búsqueda de la felicidad. El gobierno únicamente debería poder interponerse entre mí y la persona con que yo quiero comerciar, si ese comercio amenaza los intereses de la seguridad nacional, o si estuviéramos en guerra o próximos a ella.

¿Qué significa todo esto en términos de políticas?

Mi conclusión es que sería conveniente que Estados Unidos abandonara su actual postura de negociación de : nosotros bajaremos nuestras barreras comerciales, si ustedes bajan las suyas.

Esta es una estrategia basada en la reciprocidad y que se fundamenta en una premisa errónea: en el entendido de que las medidas proteccionistas actuales son buenas para Estados Unidos, pero que estamos dispuestos a abandonarlas si otros países abandonan las suyas; puesto que nosotros en realidad queremos penetrar en sus mercados. Esto es como si dijéramos : dejaré de darme de golpes contra la pared, sólo si tú también dejas de golpearte la cabeza. La implicación es que a mi me convendría dejar de golpearme, pero estoy dispuesto a negociar y ceder ese punto.

Tal como dijera Brink Linsey: "La estrategia de libre comercio basada en la reciprocidad ayuda a encuadrar todo el debate sobre el comercio, en términos que favorecen el cabildeo proteccionista. Los intereses especiales que buscan ser sacados de apuros por el proteccionismo, rara vez admiten que la competencia extranjera de sus rivales les ganó. Más bien alegan que son víctimas de una 'competencia desleal'. (…) Una política de negociaciones comerciales presta credibilidad a esta artimaña , al enfocar la atención sobre las barreras a las importaciones y prácticas 'desleales' de otros países.

Exactamente; si lo que queremos es que las importaciones lleguen a Estados Unidos, que ahora cuentan con ocupación plena y sólo 4,7 por ciento de desocupados, entonces, la mejor forma de lograrlo es bajando nuestras propias barreras, sin importar lo que hagan los demás.

Libre comercio unilateral

Como escribieron los Friedman en 1980: "podríamos adoptar una postura congruente y de principios. Podríamos decirle al resto del mundo: nosotros creemos en la libertad y tenemos la intención de practicarla. No podemos forzarte a que seas libre. Pero sí podemos ofrecer a todos, nuestra plena cooperación en igualdad de condiciones. Nuestro mercado se encuentra abierto, sin aranceles ni otras restricciones. Vendan aquí lo que puedan y quieran. De esta manera, la cooperacion entre individuos puede ser universal y libre."

¿Es acaso el libre comercio unilateral una idea descabellada? Para nada. Jagdish Bhagwati, docente de Economía de la Cátedra Profesor Arthur Lehman en la Universidad de Columbia, señala que Hong Kong y Singapur practican en forma conspicua el libre comercio unilateral, al igual que Nueva Zelanda. En términos económicos, estos países han obtenido resultados excepcionales.

De hecho, Bhagwati escribe que "una gran parte de la liberalización del comercio mundial en los últimos 25 años ha sido unilateral", aportando efectos benéficos a los países que la han practicado. "La fuerza más poderosa para la liberalización mundial del comercio (…) es la acción unilateral por parte de Estados Unidos. Si la unión americana continúa eliminando los aranceles y las barreras comerciales, los demás países harán lo propio, con o sin fast track.

Debemos abandonar el fast track o la vía lenta, o cualquier otra estrategia que involucre negociaciones. Simplemente, deshagámonos inmediatamente de todos nuestros aranceles y demás barreras, para liberar el flujo de bienes y servicios hacia este país.

¿Qué perderíamos? Solo la ventaja que tenemos actualmente, cuando usamos nuestras barreras comerciales como elementos de negociación. Pero en realidad, esas bases de negociación no funcionan muy bien. Por lo general , las naciones sólo desmantelarán sus obstáculos al libre comercio una vez que comprendan que ello es en interés y beneficio de sus propios consumidores. Y son cada vez más y más los que así lo entienden. Al adoptar el libre comercio unilateral Estados Unidos puede señalar el camino.

Prosperaremos

El eliminar nuestras barreras ha traído a la competencia, que a su vez ha mejorado nuestra industria automotriz; ha mejorado nuestra industria de las telecomunicaciones, convirtiéndola en la mejor del mundo. El efecto demostrativo será impresionante. Otros países verán el éxito de lo que hemos hecho y se apresurarán a hacer lo propio. Eliminar las barreras comerciales es lo correcto.

Este texto es la adaptación de una ponencia presentada por invitación del Instituto Cato, en Febrero de 1998, en una reunión de asesores parlamentarios del Congreso de Estados Unidos, en Capitol Hill.