Monedas sanas versus manipulación política

por Judy Shelton

Judy Shelton es Directora de Empower America y miembro del Consejo Editorial del Cato Journal.

Mientras el nuevo ministro de Finanzas alemán, Oskar Lafontaine, volaba a Estados Unidos para tratar de convencer a las autoridades monetarias sobre una "zona de intención" en las tasas de cambio, el presidente de la Reserva Federal intervenía vía satélite en una conferencia de banqueros en Frankfurt y rechazaba de plano esa idea por ser una mera "ilusión".

Por Judy Shelton

Mientras el nuevo ministro de Finanzas alemán, Oskar Lafontaine, volaba a Estados Unidos para tratar de convencer a las autoridades monetarias sobre una "zona de intención" en las tasas de cambio, el presidente de la Reserva Federal intervenía vía satélite en una conferencia de banqueros en Frankfurt y rechazaba de plano esa idea por ser una mera "ilusión".

Lafontaine tenía la esperanza de que Estados Unidos colaborara en su plan para impedir las fluctuaciones de la nueva moneda, el euro, más allá de un rango predeterminado, respecto a las demás monedas principales del mundo. Comprometiendo la intervención de los principales bancos centrales para mantener dentro de esa zona predeterminada las tasas de cambio del euro, el dólar y el yen, Lafontaine intentaba aprovecharse de la conocida propensión de Alan Greenspan hacia la estabilidad monetaria.

Pero Greenspan no cayó en la trampa. Alcanzar una estabilidad monetaria global es una cosa y la manipulación de las tasas de cambio por parte de los bancos centrales es otra muy diferente. Greenspan dijo respecto a la "zona de intención" que "se puede argumentar que es un objetivo deseable, pero no es creíble ni alcanzable".

Entonces, ¿cuál es la manera de estabilizar las tasas de cambio para que funcione el libre comercio sin tantos altibajos en los cambios? ¿Cómo pueden los países en desarrollo y las naciones industrializadas evitar los estragos de las especulaciones cambiarias? Eso no se logra tratando de intimidar a los especuladores con inmensas reservas. Los bancos centrales simplemente no cuentan con arsenales suficientemente grandes como para poder darle frente a las redadas de los especuladores. Las reservas se esfuman rápidamente.

Sin embargo, la lección clave de lo sucedido en los mercados financieros es que hay un total desorden cambiario. El sistema no está funcionando adecuadamente. Algunos países como México han aceptado un cambio flotante. Otras naciones como Argentina y Hong Kong utilizan una caja de conversión para atar sus monedas al dólar. Y otras, como Rusia, se hunden sin régimen visible alguno, mientras Ucrania imprime billetes para pagar las cuentas del gobierno. China promete mantener el valor del yuan y procede a gastar masivamente para reducir las tensiones políticas y sociales, a la vez que evitar que aumente el desempleo. Japón, por su parte, sigue tratando de salir de su estancamiento aumentando exportaciones, con un yen débil, política que mucho molesta a Estados Unidos y provoca una resaca proteccionista.

El presidente Clinton en noviembre dijo claramente que si la economía global va a seguir permitiendo el libre intercambio comercial y de inversiones hay que confrontar el caos cambiario. Se trata de una sorprendente declaración en boca de alguien que siempre ha insistido en abrir mercados y reducir aranceles. Siguió diciendo: "obviamente que si vamos a tener mayor intercambio y más inversiones en otros países con monedas diferentes a la nuestra, tiene que existir un sistema que asegure el libre flujo de capitales alrededor del mundo... Pero hoy en día, los mercados financieros están operando más que nunca como fuerzas económicas independientes, con 1,5 billones de dólares cambiando de manos cada día. Eso equivale a varias veces el valor de los bienes y servicios que se venden en un solo día. Y ese es el reto que enfrentamos".

¿Quiere eso decir que el grupo de 7 grandes naciones industrializadas está por fin reconociendo la necesidad de una seria reforma monetaria? Lamentablemente, el dinero es una herramienta demasiado útil para los políticos en la instrumentación de sus agendas a corto plazo, a cambio de estabilidad y prosperidad a largo plazo. Es más probable que las soluciones provengan de los bancos centrales.

Entonces, ¿qué está sucediendo tras bastidores? La escaramuza entre Greenspan y Lafontaine es indicativa de la tormenta que se avecina entre políticos y los bancos centrales sobre la manera cómo alcanzar una estabilidad monetaria internacional sin poner en peligro la integridad monetaria. ¿Pueden mantenerse cambios fijos con ministros de Hacienda que amenazan a los especuladores en gastar más que ellos en los mercados cambiarios? La posición de Greenspan, respaldada por las cabezas del Banco Central Europeo, del Bundesbank y del Banco de Inglaterra es que tales maniobras no funcionan hoy en día, por lo que las "zonas de intención" son una invitación a la especulación cambiaria y una pelea perdida para los gobiernos y naciones enteras.

No se sabe si el paquete de rescate concedido a Brasil, una buena parte del cual es para reforzar las reservas y "proteger" la moneda, va a tener éxito. ¿Desapareció el nerviosismo o está durmiendo una siesta en el ojo del vendaval?

Y lo que Greenspan está pensando es el misterio más grande de todos, pero una y otra vez hace referencias al patrón oro.

Hay esperanzas para el libre comercio. ¿Gozaremos en el futuro de un patrón oro global? Acaso, ¿ganarán los defensores de monedas sanas frente a políticos y manipuladores del mercado? Que comience la pelea.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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