México: El último optimista

Macario Schettino indica que "El dólar a 19 o 20 pesos es sin duda un problema para quien quiere viajar, pero no lo es para la mayoría de los mexicanos, que no tienen contemplado hacerlo en el corto plazo. Es más, muchos de ellos han resultado beneficiados con la depreciación, porque las remesas que les envían sus familiares valen mucho más ahora".

Por Macario Schettino

En estos días he tenido la oportunidad de dar varias entrevistas con motivo de la reciente publicación de mi libro Economía en un día, con editorial Paidós. Es un breve texto escrito con la intención de darle a cualquier persona información y herramientas para entender mejor lo que ocurre en la economía, tanto la del hogar o la microempresa como la del país entero o el sistema global. Sin embargo, varias de estas entrevistas se han concentrado en los temas coyunturales: el dólar sube, el petróleo baja, y ambos se cruzan entre 19 y 20 unidades. Y eso llena de angustia a muchas personas. En una de las últimas entrevistas, me llamaron “el último optimista”, porque la gran mayoría de los colegas (economistas y no) vaticinan grandes catástrofes, si no es que imaginan que ya estamos en medio de ellas. A mí me parece que no debe preocuparnos mucho el dólar, ni el petróleo. Y le digo por qué.

El dólar a 19 o 20 pesos es sin duda un problema para quien quiere viajar, pero no lo es para la mayoría de los mexicanos, que no tienen contemplado hacerlo en el corto plazo. Es más, muchos de ellos han resultado beneficiados con la depreciación, porque las remesas que les envían sus familiares valen mucho más ahora. El dólar caro puede ser un problema para quien importa, pero el impacto es mucho menor del que uno imaginaría. La causa de la depreciación del peso es la fortaleza global del dólar, que también repercute en las materias primas. Mire usted, de los 71 commodities de los que el Banco Mundial recopila precios, menos de 50 han subido su precio en pesos. El promedio de incremento de precio de esos 71 bienes, en pesos, es de 5,0 por ciento. Cálculo de fin de 2013 a fin de 2015, lapso en el cual el peso se depreció 31 por ciento, lo mismo que el dólar canadiense (30 por ciento) y apenas un poco más que el euro (26 por ciento). Es global.

Le enumero las materias primas con alzas importantes: azúcar (75 por ciento), cebada (64 por ciento), cacao y café (55 por ciento), carne de pollo (42 por ciento), naranja (36 por ciento), plátano (32 por ciento) y diversas variedades de té con incrementos de 24 a 60 por ciento. De todo esto, creo que nuestras importaciones relevantes son de cebada y cacao. De lo demás, no hay mucho, de forma que no tenemos impacto significativo. Si acaso, un beneficio potencial para exportadores de café, naranja, plátano o pollo. Recuerde que el huevo bajó de precio casi 20 por ciento durante el año pasado, por cierto. El maíz (en el mercado internacional) ha subido de precio 9,0 por ciento en estos dos años, el arroz 6.0 por ciento y el trigo ha bajado de precio, igual que la soya. Medidos en pesos.

Así que no hay un impacto esperable en inflación general en México. No dudo que suban los electrodomésticos, equipo de cómputo y tal vez los autos. No compre ahorita. El petróleo, ya le dije, es mejor si baja de precio, porque ahora importamos. Los únicos que deberían sufrir en este momento son Pemex y el gobierno, pero no veo por qué usted debería sufrir por ellos.

¿Que todo puede complicarse porque la volatilidad dure demasiado? Sí, pero no ha ocurrido aún. ¿Que 2017 será imposible para el gobierno? No, pero sí le va a costar. ¿Pemex? Debimos corregir hace años, ahora tal vez haya que cerrar buena parte de esa empresa. Pero nada de esto apunta a la tragedia ni al desastre. Si quiere ver eso, voltee al sur. A Brasil, concretamente.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 22 de enero de 2016.