El financiamiento público no ayuda en nada

por John Samples

John Samples es director del Centro para el Gobierno Representativo del Cato Institute.

El financiamiento de las campañas con dinero público supuestamente impide la corrupción de los representantes e incluso nivela las diferencias de la cancha electoral. ¿Será así?

Por John Samples

El financiamiento de las campañas con dinero público supuestamente impide la corrupción de los representantes e incluso nivela las diferencias de la cancha electoral. ¿Será así?

Los partidarios de reformar el sistema de financiamiento electoral asumen que los intereses privados compran favores especiales con sus aportes a las campañas, pero los politólogos no han encontrado suficiente evidencia estadística para respaldar esta aseveración. Los intereses privados sí entregan donaciones a los políticos, pero lo hacen mayoritariamente motivados por el hecho de que aquellos que optan por lo contrario pueden terminar recibiendo una mayor carga tributaria, más regulaciones, o ser objeto de engorrosas investigaciones. Al reemplazar el dinero privado, los aportes públicos podrían reemplazar el nivel de influencia que los políticos tienen sobre el resto de nosotros. Pero la cura sería peor que el mal. Después de todo, una contribución privada es un ejercicio de la libertad de expresión.

Ya tenemos una cancha bastante desigual. Aquellos candidatos que van a  la reelección, en todos los niveles, tienen una probabilidad más alta de salir elegidos nuevamente. Los fondos estatales intentan arreglar este problema al entregar parte de la recaudación por impuestos a  los candidatos y poniendo, a la vez, límites a las contribuciones privadas. Con ello, quienes van a la reelección, como los nuevos postulantes, tendrían la misma cantidad de fondos para sus campañas, un escenario en el que probablemente gane siempre el postulante que quiere mantener su escaño. Un postulante nuevo, que entre a desafiar, necesita más dinero que quien va a la reelección para superar las dificultades inherentes que le presenta competir con un personaje conocido, como el reconomciento de nombre. Pero para los candidatos nuevos es mucho más difícil recaudar fondos cuando se limitan las contribuciones privadas.

¿Respalda la gente el financiamiento público? Los plebiscitos no nos dicen demasiado, ya que el número de participantes es minúsculo. Un medida mejor para evaluar esto sería el deseo de los ciudadanos de gastar su dinero en financiar campañas políticas. Cada vez son menos los ciudadanos dispuestos a participar llenando el formulario que permite financiar las campañas presidenciales con dinero de sus impuestos. Estos aportes han caído de un 29% en 1980 a sólo un 12.5% en 1997. Los estados con financiamiento público han experimentado una disminución similar. Al quedarse sin dinero, Maine y otros estados recurren a las recaudaciones generales para financiar candidatos. Es un tremendo error.

La democracia norteamericana tiene como cuerpo la libertad de elegir ideas, partidos y candidatos. Como dijo Thomas Jefferson "Obligar a un hombre a hacer contribuciones de dinero para la propagación de opiniones en las que no cree es pecaminoso y tiránico". El financiamiento público hace exactamente eso al usar recursos provenientes de los impuestos generales. Pagar impuestos para que se haga cumplir la ley es una cosa, pero ser obligados a sostener al candidato de la postura contraria nos debiera ofender profundamente a todos.

Artículo publicado originalmente en USA Today.