Los mercados destruyen la opresión tradicionalista

Jason Kuznicki explica que "Una sociedad socialista no puede evitar ser estratificada, porque confía a los pocos bien conectados la dirección de la actividad económica del país. Los pocos bien conectados también pueden fijar las reglas para entrar al club".

Por Jason Kuznicki

Hasta ahora, mi estudio favorito del Instituto Cato este año es uno que muy pocas personas han leído. No se trata de Obamacare ni del cambio climático, ni siquiera se trata de EE.UU. Aún así, relata una notable historia acerca del orden de mercado y sus enemigos. El estudio se llama “El asalto del capitalismo al sistema indio de castas: cómo la liberalización económica generó millonarios ‘dalit’ de clase baja” (en inglés). Este estudio lo realizó el Académico de Investigación de Cato Swaminathan S. Anklesaria Aiyar.

Por décadas luego de su independencia, India tuvo un sistema económico socialista, uno en el que los negocios eran minuciosamente regulados, la industria pesada fue nacionalizada, las cantidades de producción eran determinadas oficialmente, y las barreras a la entrada al mercado eran altas (en inglés). Este estado relativamente moderno de los asuntos convivía con ciertas características tradicionales, incluyendo la estratificación rígida en virtud del sistema de castas. Predeciblemente, los individuos de castas altas capturaron de manera abrumadora los favores especiales que el socialismo distribuye. Las castas altas dominaron la industria india, no por mérito, sino por presiones políticas.

Estos dos sistemas, el sistema de castas y el del socialismo, se suponía que debían ser enemigos. Los socialistas indios decían que ellos querían eliminar las desigualdades del sistema de castas. De manera vergonzosa, sin embargo, los métodos que los socialistas favorecían no funcionaron para nada. Las cuotas políticas y las prohibiciones oficiales contra la discriminación de castas solamente crearon una delgada capa de ‘dalits’ políticamente conectados. Aún así la pobreza extrema, la falta de movilidad, y la severa discriminación social continuaron para prácticamente todos los demás.

Los estudios de subalternos constituyen un campo del cual los liberales podríamos aprender algunas cosas. Su enseñanza clave en este caso es sencilla: rara vez las élites subalternas y designadas traen consigo mejoras genuinas a la gran mayoría de los oprimidos. Más frecuentemente ocurre que perpetúan la opresión colocándole una cara agradable y familiar. Las élites designadas pueden canalizar y muchas veces disipar la legítima furia de los subalternos. Para simplificar esto un poco: “¿Qué tan mal pueden estar las cosas cuando tenemos dalits en el parlamento?”

Esta también era la forma en que el socialismo lograba convivir tan bien con la estratificación social de la India. En su raíz, los dos son sorprendentemente cercanos: Una sociedad socialista no puede evitar ser estratificada, porque confía a los pocos bien conectados la dirección de la actividad económica del país. Los pocos bien conectados también pueden fijar las reglas para entrar al club. Para este propósito, los patrones de estratificación tradicional de hecho funcionan muy bien. Conozca al nuevo jefe, es igual al de antes.

Las sociedades socialistas pueden acabar asemejándose —o simplemente sentándose cómodamente encima de— sociedades tradicionales y jerárquicas, más de lo que a los socialistas o tradicionalistas les gustaría admitir. “Es extraño decirlo”, escribió Alexis de Tocqueville, pero “el [socialismo] parece haber sido el fruto del despotismo real”.  

Una de las cosas grandiosas acerca del orden del mercado es que se deshace de la fachada agradable. El capitalismo no coloca a nadie en la junta de élite encargada de acabar con el elitismo. El capitalismo no le reserva a nadie asientos especiales en el parlamento. El orden de mercado llega sin ser querido ni confiado. Su primer punto de entrada es, la mayoría de las veces, el mercado negro.

Y aún así, el capitalismo hace casas de ladrillos, televisiones, alimentos que son abundantes y baratos. Hace ventiladores eléctricos, bicicletas y motocicletas. Desde que el liderazgo de India inició la liberalización económica en la década de 1980, los dalits —la casta más baja del sistema— han visto incrementos sustanciales en su consumo de todas estas bienvenidas comodidades.

El proceso de mercado también genera emprendedores —gente de todos los caminos de la vida que tienen alguna idea de lo que los clientes quieren, y que tienen la disciplina de actuar en torno a esa visión. Los empresarios no solo provienen de la élite. Están dispersos a lo largo de toda la sociedad, aparentemente de manera aleatoria. Los emprendedores no se fabrican por cuota estatal. Una licencia para establecer un negocio no crea un emprendedor. Donde la economía india antes era dominada por redes y familias de castas altas, ahora lo que importa más es “el precio —y no la casta— del proveedor”, escribe Aiyar. Los millonarios dalit han empezado a multiplicarse.

A diferencia de lo que ocurría bajo el socialismo, al resto también le va mejor. Como indica Aiyar, en una encuesta de dalits, “61 por ciento en el este y 38 por ciento en el oeste dijeron que la situación de alimentos y vestimenta estaba ‘mucho mejor’. Solo 2 por ciento dijeron que su condición estaba estancada o peor”. Y el viejo y opresivo orden social finalmente está colapsando:

“Tradicionalmente, los dalits se sentaban apartados (algunas veces en un patio remoto) en eventos sociales como matrimonios para evitar ‘contaminar’ a los invitados de castas altas. La práctica de separar la ubicación de los asientos en los matrimonios de castas altas ha caído de 77,3 por ciento a 8,9 por ciento en el este de Uttar Pradesh; y de 73,1 por ciento a 17,9 por ciento en el oeste de Uttar Pradesh”.

Esta es una práctica de muchas, pero indica que hay una tendencia —una tendencia familiar para los países que ya han liberalizado. En Occidente, las mujeres, los judíos, otras minorías religiosas, los homosexuales y lesbianas, y otros que tradicionalmente han sido marginalizados, todos han tenido que agradecerle al proceso de mercado por el derrocamiento generalizado de los viejos días malos. Los mercados proveen independencia económica, y la independencia económica implica que no tenemos que aguantar los sinsentidos si no queremos. Si usted no nos quiere tratar bien, podemos y seguiremos adelante sin usted.

La mejora está lejos de ser total, y la liberalización por sí sola podría ir más allá, tanto en India como en otros lugares. Pero la lección queda clara: si queremos destruir un orden viejo y opresivo, el proceso de mercado es la mejor herramienta para hacerlo.

Los mercados suelen ser excelentes para darle a la gente productos y servicios individualizados. Todo lo que importa es que estén dispuestos a trabajar, y el mercado hará todo lo que puede para mantener sus precios tan bajos como sea posible. Los mercados, no obstante, suelen ser pésimos implementando visiones estáticas de cómo una sociedad debería verse. Como Robert Nozick lo dijo, la libertad fastidia a los modelos. El mercado reemplaza a los modelos estáticos con un orden flexible, uno que responde a la visión social de absolutamente nadie, mientras que le da a prácticamente todos una calidad de vida mejorada. Como escribe Aiyar, “Karl Marx estaba equivocado acerca de muchas cosas, pero estaba en lo cierto acerca de una cosa —la naturaleza revolucionaria del capitalismo al destruir los valores e instituciones feudales, y permitir que surja una nueva clase empresarial”.

Este artículo fue publicado originalmente en Libertarianism.org (EE.UU.) el 4 de agosto de 2015.