Venezuela: Sin Estado de Derecho, moneda mala

Steve H. Hanke afirma que "Hoy, Venezuela tiene en el mejor de los casos, un escaso entendimiento del Estado de Derecho. Esto no es más evidente en otro lugar que en la esfera monetaria".

Por Steve H. Hanke

El Estado de Derecho sujeta al Estado a una serie de normas definidas que limitan la envergadura de sus poderes coercitivos. Los individuos y su propiedad están protegidos de las acciones arbitrarias y ad hoc del Estado y de otros individuos. Como resultado, los individuos pueden planificar sus actividades dentro de los límites conocidos, que son las “reglas del juego” definidas. Esto permite que la gente persiga sus propios fines, siempre y cuando sus acciones no perjudiquen los derechos de propiedad, ampliamente definidos, de sus conciudadanos.

Cuando es adecuadamente aplicado, el Estado de Derecho garantiza las libertades en las esferas económicas, políticas, intelectuales y morales. En la esfera económica, el dinero constituye un elemento importante. El gran economista austríaco Ludwig von Mises profundizó este asunto en La teoría del dinero y del crédito, que fue publicado originalmente en 1912:

“Es imposible comprender la idea de dinero sólido si uno no se da cuenta de que fue diseñado como un instrumento para la protección de las libertades civiles en contra de las amenazas despóticas por parte del Estado. Ideológicamente pertenece en la misma categoría que las constituciones políticas y las cartas de derechos. La demanda de garantías constitucionales y de cartas de derechos fue una reacción en contra de regímenes arbitrarios y de la negligencia de viejas tradiciones por parte de los reyes. El postulado de dinero sólido primero fue propuesto como una respuesta a la práctica de los príncipes de devaluar las monedas. Fue después cuidadosamente elaborado y perfeccionado durante la era en la que —a través de la experiencia de la Moneda Continental Americana, el dinero de papel de la Revolución Francesa y el período de restricción en Gran Bretaña— había aprendido lo que el Estado le puede hacer al sistema monetario de una nación”.

Hoy, Venezuela tiene en el mejor de los casos, un escaso entendimiento del Estado de Derecho. Esto no es más evidente en otro lugar que en la esfera monetaria. Las reservas de divisas del país están cayendo como una piedra (ver gráfico adjunto).

En relación al poderoso dólar estadounidense, la moneda de Venezuela, el bolívar, también está cayendo como una piedra. De hecho, ha perdido 47% en relación al dólar solo desde que empezó el año (ver el gráfico adjunto).

Así como la noche viene después del día, la inflación se ha disparado conforme el bolívar se ha devaluado. Estimo que la tasa anual de inflación de Venezuela se ubica en 335%. Esa es la tasa más alta en el mundo. Para aquellos que tienen bolívares, esto equivale a: “no hay Estado de Derecho, dinero malo”. Vale la pena notar que la devaluación de moneda y el robo a través de la inflación no siempre fueron algo normal en Caracas.

Durante la década de 1950, la inflación anual promedio fue de tan solo 1,7% —no muy por encima de aquella de Suiza. En la década de 1960, la inflación en Venezuela cayó a un promedio anual de 1,2%. No fue hasta mediados de la década de 1980 que Venezuela experimentó una década de inflación anual de dos dígitos. Hoy, la inflación, contrario a lo que dicen los números oficiales y los cálculos de novatos, se ha disparado hacia el territorio de los tres dígitos.

Cuando las tasas de inflación son elevadas, la teoría económica estándar y las técnicas empíricas confiables nos permiten producir cálculos precisos de la inflación. Con datos del tipo de cambio en el mercado libre (usualmente datos del mercado negro), la tasa de inflación puede ser calculada. El principio de la paridad del poder de compra (PPP), que relaciona los cambios en el tipo de cambio con los cambios en los precios, permite realizar un cálculo confiable de la inflación.

Para calcular la tasa de inflación en Venezuela, todo lo que se requiere es una aplicación un tanto directa de una teoría económica estándar que ha sobrevivido la prueba del tiempo (léase: PPP). Utilizando datos de mercado negro que el Proyecto de Monedas en Problemas de la Universidad Johns Hopkins y el Cato Institute ha recolectado a lo largo del último año, estimo que la actual tasa anual de inflación de Venezuela es de 335% (ver gráfico adjunto).

Enfrentándose a este robo inflacionario, los venezolanos han votado con sus billeteras. De hecho, han empezado de manera informal a dolarizar la economía. Pero, la única forma de establecer el Estado de Derecho en la esfera monetaria es dolarizar oficialmente la economía al abandonar oficialmente el desafortunado bolívar y reemplazarlo con el dólar estadounidense.

Ecuador, donde me desempeñé como asesor titular del Ministro de Finanzas cuando ese país dolarizó, ofrece algunas lecciones que merecen la atención de Caracas.

Ecuador era el ejemplo primordial de un país que era incapaz de imponer el Estado de Derecho y de proteger el valor de su moneda, el sucre. El Banco Central del Ecuador fue establecido en 1927, con un tipo de cambio de 5 sucres por cada dólar estadounidense. Hasta la década de 1980, el banco central devaluó de manera periódica el sucre en relación al dólar, violando el Estado de Derecho. En 1982, el banco central empezó a ejercer su opción de devaluar en contra del dólar cada año. El sucre se vendía a 6.825 por dólar para fines de 1998, y para fines de 1999 el tipo de cambio sucre-dólar se encontraba en 20.243. Durante la primera semana de enero del 2000, el tipo de cambio del sucre se disparó a 28.000 por cada dólar.

En el caso de Ecuador, la incapacidad del Estado de obedecer el Estado de Derecho fue, en parte, una consecuencia de las tradiciones y creencias morales. La política ecuatoriana tradicionalmente ha sido dominada por las elites (grupos de intereses) que son desinhibidas al momento de realizar demandas predatorias y provincianas del Estado. Con la ausencia de prácticamente toda inhibición moral, la legislación de intereses especiales era la norma. Por ejemplo, durante la mala época del sucre en 1999, se aprobaron leyes para permitir que los banqueros se hagan préstamos así mismos. Adicionalmente, las garantías estatales de los depósitos bancarios se introdujeron. Esto demostró ser un cóctel letal, uno que permitió el saqueo masivo de la base de depósitos del sistema bancario. Esto, así como también el colapso del sucre, enfureció a la mayoría de los ecuatorianos.

Con el Estado de Derecho (y el sucre) en las ruinas, el Presidente Jamil Mahuad anunció el 9 de enero del 2000 que Ecuador abandonaría el sucre y dolarizaría oficialmente la economía. El shock positivo de confianza fue inmediato. El 11 de enero —incluso antes de que se hubiese implementado una ley de dolarización— el banco central redujo la tasa de redescuento de 200% al año a 20%. Pero, este nuevo rayo de esperanza resultó ser amenazante para algunos, y durante un periodo de 24 horas (entre enero 21 y 22), un golpe de Estado se dio. Mientras que el gobierno de Mahuad fue derribado, el golpe fue un asunto mal ejecutado y el ex Vice Presidente Gustavo Noboa asumió la presidencia. Él honró la promesa de Mahuad de dolarizar. El 29 de febrero, el congreso aprobó la llamada Ley Trolebus, que contenía las provisiones para dolarizar la economía. Se convirtió en ley el 13 de marzo, y luego de un periodo de transición el dólar reemplazó al sucre. Ecuador se convirtió en el país dolarizado con la mayor población del mundo el 13 de septiembre. Con casi el mismo entusiasmo que el de los conspiradores del golpe en Ecuador y con la rigidez de un clérigo dogmático, los críticos de la dolarización la condenaron como algo parecido a la economía del vudú. Bueno, los críticos han demostrado estar equivocados y era predecible que así sería.

El índice de miseria es una medida objetiva de qué tan bien ha funcionado la dolarización. El índice es igual a la suma de la tasa de inflación (al final del año), las tasas de préstamos de los bancos y la tasa de desempleo, menos el cambio porcentual actual en el PIB per cápita. Dicho de manera más sencilla, un índice alto implica una mayor miseria.

En Ecuador, antes de la implementación de la dolarización en el 2000, el país sostenía un índice de miseria de más de 120. La gente sufría considerablemente por la inflación, pero luego de que se implementara la dolarización, la inflación alta, pero después de que se implementara la dolarización, la inflación alta se controló y la miseria cayó drásticamente. El cuadro adjunto muestra la relación directa entre la dolarización y la caída sostenida de la miseria. Desde 2003 hasta 2014, el índice de miseria en Ecuador ha sido notablemente constante y se ha ubicado en alrededor de 20 —uno de los más bajos en América Latina.

Los ecuatorianos saben que la dolarización les ha permitido importar un elemento vital del Estado de Derecho —uno que los protege de la mano ambiciosa del Estado. Por eso es que las encuestas recientes muestran que 85% de la población la respalda. Es hora de que los venezolanos, así como muchos otros, tomen nota y dolaricen.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición de junio de 2015 de la revista Globe Asia.